Sánchez como Stalin, forofo del asesino Ho Chi Minh
Son tantas las fechorías que perpetra y comete nuestro desvergonzado presidente, que una de las suyas, la más cercana en el tiempo, ha merecido en España poca glosa. Me refiero a su postración de hinojos ante el mausoleo de unos de los asesinos múltiples más crueles de la toda la Historia del Siglo XX universal: … Continuar leyendo "Sánchez como Stalin, forofo del asesino Ho Chi Minh"

Son tantas las fechorías que perpetra y comete nuestro desvergonzado presidente, que una de las suyas, la más cercana en el tiempo, ha merecido en España poca glosa. Me refiero a su postración de hinojos ante el mausoleo de unos de los asesinos múltiples más crueles de la toda la Historia del Siglo XX universal: Ho Chi Minh. Disculpen una peripecia personal: hace unos días, tras tener noticia de esa inmunda foto, intervine en una tertulia radiofónica para denunciar esa rendición; pues bien fui literalmente aborrecido por uno de los participantes y lo, que es peor, amonestado por el conductor del debate que tachó sin despeinarse de «mera anécdota» ese homenaje del aún presidente español a un sujeto criminal al que se le ha llegado a achacar nada menos que un millón de asesinatos.
Si este cronista fuera gentil con el citado Sánchez, podría atribuir al desconocimiento ese honor que concedió al vietnamita en cuestión. En Sánchez todo cabe porque, debajo de esa simulación de cultura en tres idiomas, late una tosquedad intelectual patente en su libro escrito por una negra, tampoco demasiado versada, y en su propia tesis doctoral comprada a una serie de golfos que, aún hoy, se guardan el proceso que tuvieron que emprender para semejante vulneración académica.
Pero no, esto no va de ignorancia, aunque podría y debería ser, sino de aprecio y concomitancia con el festejado Ho Chi Minh. Tuvo Sánchez la jeta nada más festejar al asesino de justificarlo de esta guisa: «He expresado a cercanía del pueblo español con una ofrenda floral en el monumento de los héroes y una visita al mausoleo del presidente Ho Chi Minh». Con ese descaro, pero: ¿en nombre de qué pueblo habla? Los españoles que conocemos mínimamente la historia de ese delincuente de masas, que no somos tantos, no vaya usted a creer, no sólo no nos unimos a esa celebración, sino que vomitamos -y seguimos vomitando- ante la postración de ese desalmado Sánchez humillado ante las piedras de aquel miserable comunista.
Ho Chi Minh pertenece orgullosamente según los comunistas que le veneran, incluido Sánchez, a esa estirpe de dictadores leninistas que enmierdaron buena parte del siglo XX en el mundo. Stalin, esa es la verdad, ganó al Tío Ho en número de personas ejecutadas; de Mao ni siquiera hemos sabido contar sus víctimas; Ceausescu y su señora mataron a media Rumanía; Pol Pot, el repugnante camboyano, llenó de sangre ajena todo su país; Castro y sus sucesores todavía continúan liquidando a todos los disidentes; Hoenecker, el siniestro alemán del Este, acribilló a todos los fugitivos que pretendieron huir de su régimen.
Esos fueron los colegas de Ho Chi Minh antes los cuales Sánchez se arrodilla. Fueron protagonistas de persecuciones políticas aterradoras, purgas ideológicas sin recato, de millones de ejecuciones sumarias sin siquiera juicio alguno, en suma de una represión de la cual ciertos de sus países aún no han salido. Sánchez gobierna en España gracias a los repulsivos votos de correligionarios de estos delincuentes, por eso se encuentra en su salsa tanto abrazándose a la pastosa Yolanda Díaz como viajando hasta Vietnam para acreditar su respeto y devoción por el homicida Tío Ho.
En todo el tiempo -siete años- en que Sánchez lleva persiguiendo los cadáveres de no se qué milicianos y desenterrando a sus franquistas de cabecera, no se le ha oído una sola palabra de condena para alguno de los comparecientes en la lista que hemos enunciado. ¡Qué va! Sus monstruos de cabecera son Hitler, Mussolini y naturalmente Franco. Sobre el primero no hace falta sumar más condenas: es otro de los asesinos más abominables del pasado siglo. Pero ¡ay de Franco! ¿Qué hicieron, Sánchez, en la Guerra Civil tus antepasados? ¿En qué régimen construyeron su fortuna, con el mayor confort, tus papás biológicos y los suegros de las saunas? ¿En qué Universidad, una de esas que ahora quieres dinamitar, cursaste tu carrera? Lo diremos para que quede para siempre: el Sánchez de ahora mismo es hijo de los beneficios familiares que le otorgó Franco. ¡Basta ya de monsergas!
Este tipo no ha hecho otra cosa que comportarse como el adjunto al mayor promotor de la mentira: el comisionista del comunismo José Luis Rodríguez Zapatero, un personaje que se inventó un abuelo asesinado por los nacionales (cosa cierta al fin) pero que pereció ante sus armas porque simplemente esos fusiles se adelantaron a los de los «rojos». A los espías dobles les suele pasar esto que, en definitiva les matan unos u otros, depende de quienes les descubran y atrapen antes.
La banda de destripaterrones históricos que son, con la dirección del sectario Casanova, los allegados que le están construyendo a su mecenas una Historia de España absolutamente falsa, están exagerando las cifras de la represión franquista y también, claro está, la de las víctimas republicanas de la guerra. Sépase esto, el profesor Santos Juliá, un franquista convencido como se sabe, notificó en sus últimos trabajos no más de 70.000 combatientes muertos en el bando perdedor, pocos más de los referidos por otro franquista fetén, Paul Preston. En cuanto a los caídos por represión durante décadas gentes de la calaña de Sánchez, han venido anunciando sin decoro que fueron más allá de los 40.000. Solemne mentira. El último libro de Miguel Platón, un auténtico entomólogo de la Historia de España, estima en 15.000 estas víctimas. Desde luego son muchas, pero son esas y no las de Sánchez y sus paniaguados escribidores.
La verdad es que todos ellos, los que se están lucrando organizando presuntos saraos en contra del Franco muerto en la cama, y no por ellos, que andaban escondidos, se han perdido una ocasión de oro para viajar en el Falcón con el sponsor para, como él, rendir sus reverencias a uno de los cuatro asesinos en serie más abyectos de nuestro siglo anterior. Sin duda hubieran acudido con mucho gusto al guateque. Sorprende que esta postración de hinojos por parte de Sánchez no haya tenido mucho recorrido, haya pasado casi desapercibida, por eso la añadimos en esta crónica. Habrá que esperar porque, probablemente, Sánchez esté preparando una visita a Rusia, o sea a la Unión Soviética, y programe allí una escena similar a la del Tío Ho ante la repugnante momia de Lenin, sólo un poquito menos asesino que su sucesor Stalin, el gran aliado del facineroso asesino Ho-Chi Minh, el rey de los homicidas tan querido por Sánchez.