“Tenemos el vídeo del año”: Lo que hace una componente de una banda en medio de una procesión ha dejado a todos alucinando
Una procesión que terminó en fantasía. Lo que comenzó como una solemne y esperada procesión de Semana Santa en Jumilla, Murcia, se transformó de repente en algo digno de un relato mítico. En medio de la marcha, una joven, miembro de la banda, entregó su trompeta a un compañero y, sin que nadie lo esperara, ... Leer más

Una procesión que terminó en fantasía.
Lo que comenzó como una solemne y esperada procesión de Semana Santa en Jumilla, Murcia, se transformó de repente en algo digno de un relato mítico. En medio de la marcha, una joven, miembro de la banda, entregó su trompeta a un compañero y, sin que nadie lo esperara, se adelantó unos pasos hasta colocarse frente a la Virgen del Primer Dolor. Y entonces, sin partitura ni instrucciones, comenzó a bailar. Solo con arte, sin más.
Este gesto, que en principio podría haber sido un simple desliz o un error, rápidamente se convirtió en un fenómeno viral. La escena, captada por una televisión local de Jerez, no tardó en circular como pólvora por redes sociales. Los comentarios no se hicieron esperar. Muchos la catalogaron como «la saetera del siglo XXI», una mezcla de devoción y desparpajo en pleno corazón de una de las procesiones más tradicionales de España.
El vídeo del año: un momento inesperado.
Como era de esperarse, las redes sociales se desbordaron con opiniones y reacciones de todo tipo. «Tenemos el vídeo del año», exclamó un usuario, mientras que otros no dudaron en aplaudir la actuación de la joven: «Lo hizo divinamente», «Con todo el arte», y «No se puede tener más arte que esta mujer», fueron solo algunas de las reacciones que inundaron X (anteriormente Twitter). Lo que parecía un momento impropio de una procesión se convirtió, para muchos, en una lección de cómo entregar cuerpo y alma en lo que se hace, independientemente del contexto.
La mayoría de los comentarios coincidieron en un punto: la joven lo dio todo. No solo con la gracia que la caracteriza, sino con una mezcla de fervor y descaro adorable que hizo que la escena se sintiera más auténtica que cualquier ensayo de una procesión protocolaria. Algo entre lo sincero y lo valiente, entre la tradición y lo moderno.
¿ Devoción o improvisación?
El debate entre lo formal y lo espontáneo se abrió con fuerza. En una tradición tan arraigada y solemne como la Semana Santa de Jumilla, donde cada paso es cuidadosamente coreografiado, no es común ver actos improvisados, mucho menos uno tan cargado de emoción. La Virgen del Primer Dolor, una obra de Sánchez Lozano del siglo XX, representa a una madre rota por el dolor, mirando al cielo en un lamento eterno. Frente a ella, la joven bailarina no solo desobedeció las normas, sino que añadió una nueva capa de interpretación personal al rito.
La Semana Santa de Jumilla, declarada de Interés Turístico Internacional, es famosa por su solemnidad y por ser una de las más antiguas de España. En este contexto, la danza inesperada parece un desliz fuera de lugar, pero en los momentos más intensos, ¿no es acaso una forma de devoción, una expresión de lo que la emoción requiere? Quizás es una forma espontánea de conectar con lo que representa la Virgen, un acto tan personal como la propia fe.
Una forma de honrar la emoción del momento.
Algunos podrían ver este gesto como una transgresión, un acto que desafía las normas establecidas de la procesión. Pero, ¿no es precisamente eso lo que le da valor a esta escena? Porque, al final, lo que la joven hizo no fue simplemente bailar; bailó con la misma entrega con la que cualquier devoto entrega su alma en los momentos de fervor. No se trataba de una coreografía ensayada, sino de una explosión genuina de emoción frente a una imagen cargada de historia y simbolismo.
La respuesta del público fue inmejorable: aplausos virtuales y alabanzas. Pero más allá de la ovación, lo interesante es la reflexión que provoca este gesto. Si la Semana Santa de Jumilla es un testamento de devoción, ¿acaso esta joven no mostró una forma auténtica de rendir homenaje, de expresar su propia espiritualidad? La danza, aunque ajena al protocolo, fue, al final, una interpretación sincera del dolor y la esperanza que representa la Virgen.
¿Una nueva tradición en puertas?
Quizás, lo que ocurrió en Jumilla este año no sea más que un momento aislado, pero la pregunta está en el aire: ¿será esta improvisación el inicio de una nueva tradición? La joven bailarina, sin proponérselo, podría haber inaugurado un cambio de perspectiva dentro de las procesiones, una forma de reinterpretar lo solemne sin perder el respeto por lo que se representa.
En un mundo donde la tradición muchas veces entra en conflicto con la innovación, esta escena nos recuerda que la religión, como cualquier expresión humana, también puede adaptarse, mutar y sorprendernos. Quizás, solo quizás, estamos presenciando el principio de una nueva forma de celebrar la Semana Santa.