Ruido y salud
Cada último miércoles de abril se conmemora el Día Internacional de la Conciencia sobre el Ruido. La Organización Mundial de la Salud reporta que más de mil millones de personas de entre 12 y 35 años están en riesgo de perder su audición por exposición a ruidos fuertes. La contaminación sonora nos aturde y atenta contra nuestro bienestar.Las ciudades son ámbitos de concentración de impactos sonoros empezando por el que produce el tránsito vehicular, que genera entre 60 y 70 decibeles. Un embotellamiento trepa a los 85 y un bocinazo puede superar los 90. Claramente no todo el trazado urbano es igual, hay puntos críticos donde los niveles seguros de ruido se ven permanentemente superados.Mejorar el statu quo presupone lograr el control de ruido en obras en construcción y en el transporte vehicular, promover los medios de movilidad sostenible como la bicicleta y el reemplazo de unidades de transporte público por eléctricas –Buenos Aires está estrenando estos días buses eléctricos–, instalación de pavimentos fonoabsorbentes y desarrollo de muros verdes, entre muchas otras acciones.A partir de la llamada densidad espectral de potencia (PSD por sus siglas en inglés) se asimila lo visible con lo audible y se clasifican los sonidos por colores, un tema muy interesante sobre el que se investiga con fines terapéuticos.Se habla de ruido blanco ante sonidos monótonos y constantes parecidos a la lluvia de un viejo televisor o la radio mal sintonizada. Mientras que para algunos funciona como sedante, a otros los irrita.El ruido marrón es un sonido de banda ancha más intenso y grave, asociado con lluvia fuerte, río caudaloso o truenos. Se lo estudia, pues podría tener beneficios cognitivos para déficit de atención con hiperactividad (TDHA)Entre el blanco y el marrón se ubica el ruido rosa: con predominio de graves, como el que generan las olas del mar o el viento, cuando sopla entre las hojas, y la lluvia suave.El ruido azul refiere a frecuencias más altas, más agudas y con más energía, como la de un silbido de un aerosol o el agua saliendo de una manguera a presión. Se lo utiliza en terapias de estimulación auditiva para disminuir acúfenos y también en ingeniería de audio para crear sensaciones de espacio o profundidad.El ruido negro, también conocido como infrasonido, tiene una frecuencia menor a 20 hercios, es decir, por debajo del rango de audición humana, con efectos sobre la salud que también se investigan.Se puede reconocer estos ruidos en listas de reproducción en YouTube o Spotify, en aplicaciones de celular y también a través de máquinas de ruido.En lo cotidiano, todos sufrimos de poca conciencia y de mucho ruido. Las aplicaciones terapéuticas de los sonidos son siempre bienvenidas, pero el mayor desafío es sin duda reducir la contaminación sonora que nos altera y genera ansiedad. No hagamos oídos sordos a las advertencias de los que saben.

Cada último miércoles de abril se conmemora el Día Internacional de la Conciencia sobre el Ruido. La Organización Mundial de la Salud reporta que más de mil millones de personas de entre 12 y 35 años están en riesgo de perder su audición por exposición a ruidos fuertes. La contaminación sonora nos aturde y atenta contra nuestro bienestar.
Las ciudades son ámbitos de concentración de impactos sonoros empezando por el que produce el tránsito vehicular, que genera entre 60 y 70 decibeles. Un embotellamiento trepa a los 85 y un bocinazo puede superar los 90. Claramente no todo el trazado urbano es igual, hay puntos críticos donde los niveles seguros de ruido se ven permanentemente superados.
Mejorar el statu quo presupone lograr el control de ruido en obras en construcción y en el transporte vehicular, promover los medios de movilidad sostenible como la bicicleta y el reemplazo de unidades de transporte público por eléctricas –Buenos Aires está estrenando estos días buses eléctricos–, instalación de pavimentos fonoabsorbentes y desarrollo de muros verdes, entre muchas otras acciones.
A partir de la llamada densidad espectral de potencia (PSD por sus siglas en inglés) se asimila lo visible con lo audible y se clasifican los sonidos por colores, un tema muy interesante sobre el que se investiga con fines terapéuticos.
Se habla de ruido blanco ante sonidos monótonos y constantes parecidos a la lluvia de un viejo televisor o la radio mal sintonizada. Mientras que para algunos funciona como sedante, a otros los irrita.
El ruido marrón es un sonido de banda ancha más intenso y grave, asociado con lluvia fuerte, río caudaloso o truenos. Se lo estudia, pues podría tener beneficios cognitivos para déficit de atención con hiperactividad (TDHA)
Entre el blanco y el marrón se ubica el ruido rosa: con predominio de graves, como el que generan las olas del mar o el viento, cuando sopla entre las hojas, y la lluvia suave.
El ruido azul refiere a frecuencias más altas, más agudas y con más energía, como la de un silbido de un aerosol o el agua saliendo de una manguera a presión. Se lo utiliza en terapias de estimulación auditiva para disminuir acúfenos y también en ingeniería de audio para crear sensaciones de espacio o profundidad.
El ruido negro, también conocido como infrasonido, tiene una frecuencia menor a 20 hercios, es decir, por debajo del rango de audición humana, con efectos sobre la salud que también se investigan.
Se puede reconocer estos ruidos en listas de reproducción en YouTube o Spotify, en aplicaciones de celular y también a través de máquinas de ruido.
En lo cotidiano, todos sufrimos de poca conciencia y de mucho ruido. Las aplicaciones terapéuticas de los sonidos son siempre bienvenidas, pero el mayor desafío es sin duda reducir la contaminación sonora que nos altera y genera ansiedad. No hagamos oídos sordos a las advertencias de los que saben.