Mercedes-Benz analiza cambios en su producción tras los anuncios de Trump
Como consecuencia de los nuevos aranceles dispuestos por la administración de Donald Trump, las terminales automotrices están repensando sus estrategias de fabricación y modelos de negocio; qué pasará con los precios de los vehículos en el país americano

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comunicó el miércoles último un plan para imponer araceles generalizados a todos los productos importados. El líder republicano catalogó la medida como una “declaración de independencia económica” para impulsar “una edad de oro” de los Estados Unidos. De esta manera, definió una tarifa básica universal del 10% y otros gravámenes diferenciados que varían según cada país.
En el caso de China, por ejemplo, sus productos serán gravados con un 34%, mientras que para la Unión Europea será de un 20%. En el caso de otros países irán desde un 24% para Japón y un 26% para la India hasta un 31% para Suiza, por mencionar algunos casos. En línea con el resto de los países latinoamericanos, Argentina deberá enfrentar un arancel del 10%. La única excepción en la región fue Nicaragua, a la que se le aplica un 18%.
En América del Norte las cosas son un tanto distintas. A raíz del tratado de libre comercio firmado por México, Canadá y Estados Unidos durante la primera presidencia de Trump, ninguno de los dos países vecinos estuvieron incluídos en la reforma arancelaria. No hay gravámenes para los productos incluidos en el T-MEC —donde se incluyen la gran mayoría de productos, desde alimentos a ropa o electrónicos— y se mantiene el 25% para el sector automotriz, el acero y aluminio y todo insumo por fuera del tratado.
La decisión de Trump, entonces, generó un fuerte impacto global que empieza a ver sus primeras consecuencias en estos días. La industria automotriz, una de las más golpeadas por esta decisión, empieza a definir su estrategia de cara al mediano plazo.
Qué pasará con las automotrices que fabrican en Europa y China
Si bien esto generó un alivio importante para las compañías que fabrican en México y exportan hacia los Estados Unidos, como es el caso de Nissan, BMW, Ford, marcas del Grupo Stellantis, Volkswagen y General Motors, entre otras; los modelos que llegan al país norteamericano desde otros mercados sí deberán pagar el arancel (vehículos que representan casi la mitad de los 16 millones de autos nuevos adquiridos en Estados Unidos en 2024, según S&P Global Mobility).
Si bien México es el mayor origen de las importaciones de autos (con 2,5 millones), seguido por Canadá que envía otros 1,1 millones, hay otros 3,7 millones que provienen de países fuera de Norteamérica, como Corea del Sur, Japón y Alemania, según reporta CNN. Esto implica que los grandes perjudicados por la medida será la industria automotriz alemana y china, además de los consumidores estadounidenses que pagarán mayores precios por los vehículos importados.
Un estudio de Anderson Economic Group —consultora de Michigan— publicado por el medio especializado Bloomberg, estima que los aranceles podrían aumentar el costo de un SUV en al menos US$4.000, mientras que un vehículo eléctrico podría encarecerse en hasta US$12.000 en Estados Unidos, como consecuencia de las medidas gubernamentales.
Además, hay que considerar que los cambios en los costos de producción podrían generar que los fabricantes se vean obligados a reducir la cantidad de unidades fabricadas de ciertos modelos o incluso a eliminarlos del mercado. Esto podría provocar no solo una disminución de las ventas sino, potencialmente, despidos en la industria a nivel global. Sin embargo, también es necesario aclarar que si bien generará un aumento generalizado en la cadena de suministros del sector, también podría lograr el objetivo del mandatario estadounidense, que es el de robustecer la industria de su país, aumentar la cantidad de empleos y lograr que las terminales fabriquen más modelos y en mayor cantidad en su territorio, a costa de vehículos más caros para consumo interno en un primer momento.
Un ejemplo de este es el caso parece ser el de la compañía alemana Mercedes-Benz, que está evaluando trasladar parte de su producción de vehículos a Estados Unidos en respuesta a los aranceles del 25% impuestos por el gobierno de Trump a los vehículos importados desde Europa, según confirmó el jefe de Producción de Mercedes a nivel global, Jörg Burzer en diálogo con Bloomberg.
Actualmente, Mercedes opera una planta en Tuscaloosa, Alabama, Estados Unidos, donde produce modelos SUV (Sport Utility Vehicle) como el GLE, GLS, EQE SUV y EQS SUV. Sin embargo, modelos como los sedanes Clase C y el Clase E se fabrican principalmente en Alemania y se exportan a Estados Unidos, lo que los hace susceptibles a los nuevos aranceles.
Como forma de lograr esquivar la nueva dificultad que se generó en el comercio internacional, la compañía estaría considerando aumentar la producción en su planta de Alabama para incluir nuevos modelos, con el objetivo de reducir el impacto de los aranceles y mantener su competitividad. Sin embargo, Burzer se negó a confirmar qué modelos podrían trasladarse finalmente a la fábrica ubicada en el sureste de los Estados Unidos.
El nuevo esquema arancelario del país norteamericano redefinirá el comercio automotriz global, alterando costos, producción y estrategias de las grandes marcas. Si bien el impacto final aún es incierto, queda claro que la cadena de suministros global ha entrado en una nueva etapa de transformación.