Caza de ballenas detenida en Islandia: el océano respira, pero no canta victoria
El océano está más tranquilo celebrando este verano. Por segundo año consecutivo, Islandia ha dicho “no” a la caza de ballenas de aleta, una decisión que da esperanza a las majestuosas rorcuales comunes. Hvalur hf., la mayor empresa ballenera del país, mantendrá sus barcos en puerto, afectada por un mercado que ya no da para […]

El océano está más tranquilo celebrando este verano. Por segundo año consecutivo, Islandia ha dicho “no” a la caza de ballenas de aleta, una decisión que da esperanza a las majestuosas rorcuales comunes. Hvalur hf., la mayor empresa ballenera del país, mantendrá sus barcos en puerto, afectada por un mercado que ya no da para más. Y no, no fue precisamente por conciencia ecológica o un cambio de corazón. La razón está más cerca de los bolsillos que del activismo, pero el impacto puede ser igual de poderoso.
¿Qué está pasando con la caza de ballenas en Islandia?
Hvalur hf., la única empresa islandesa que aún cazaba ballenas de aleta, anunció que no saldrá a cazar en 2025. Kristján Loftsson, su director, explicó que la decisión responde a dificultades económicas globales, especialmente en Japón, donde venden casi toda su carne. La inflación y los precios bajos han hecho que cazar ya no sea rentable. “No hay forma de justificar salir al mar”, dijo Loftsson a medios locales. Esto marca el segundo año sin arpones, tras una temporada 2024 frustrada por un permiso emitido tarde y un mercado en declive.
Japón tiene que ver en esta historia
El mercado japonés es el corazón del problema para Hvalur. La carne de ballena ya no es un éxito allí: la demanda ha caído en picada, y la inflación ha hecho que los precios no cubran los costos de cazar. Japón, que reanudó su propia caza comercial en 2019, también enfrenta un mercado saturado, con toneladas de carne almacenada sin vender. Esto afecta directamente a Islandia, que depende de exportar a Asia. “Si no hay compradores, no hay cacería”, resume la situación. Este cambio económico está haciendo más por las ballenas que décadas de protestas.
No todo es dinero
La opinión en Islandia está girando: un 51% de los islandeses rechaza la caza, según encuestas recientes, frente a un 42% hace cuatro años. El turismo, especialmente las excursiones para ver ballenas vivas, está en auge, y nadie quiere una industria que manche la imagen del país. Activistas como Wendy Higgins, de Humane World for Animals, celebran la pausa, pero piden más: “Es hora de prohibir la caza para siempre”. En 2023, Islandia ya frenó la temporada por preocupaciones sobre el sufrimiento animal, tras descubrir que los arpones causaban agonías de hasta cinco horas. La presión funciona, y las redes sociales amplifican el mensaje.
¿Qué significa esto para las ballenas de aleta?
Las ballenas de aleta, el segundo animal más grande del planeta, están en peligro de extinción. Cada año sin caza es una victoria: en 2023, Hvalur solo mató 24 ballenas, muy por debajo de su cuota de 264. Sin barcos en el mar este verano, estas gigantes tendrán un respiro para nadar libres en el Atlántico Norte. Pero no están a salvo aún: Islandia, Noruega y Japón siguen permitiendo la caza comercial, y Hvalur podría volver en 2026 si el mercado mejora. Cada pausa cuenta, pero la meta es detenerlos para siempre.
¿Un segundo año sin sangre en el mar… y después qué?
En 2020, la segunda ballenera de Islandia cerró definitivamente. ¿Será que Hvalur sigue ese camino? Algunos piensan que sí. Otros, que podrían volver si las condiciones cambian. La pregunta es: ¿cuántos veranos más tenemos que esperar para que se convierta en algo permanente? El año pasado, además, Islandia suspendió temporalmente la caza tras una investigación que evidenció que los métodos no cumplían con las leyes de bienestar animal. Otra señal de que esta industria está cada vez más en la cuerda floja.
¿Y qué podemos hacer nosotros desde este lado del mundo?
Aunque pueda parecer lejano, hablar, compartir, cuestionar y educar son formas reales de generar presión. Hoy en día, muchas decisiones corporativas y políticas cambian por la fuerza de la opinión pública global. Las redes sociales han derribado muros más grandes. Además, consumir de forma informada, apoyar organizaciones que trabajan en la protección marina, y sobre todo, no normalizar prácticas como esta, también cuenta. La presión pública y las regulaciones están haciendo efecto. Pero necesitamos seguir hablando de esto, compartiendo la información, exigiendo respuestas. El mar no puede depender solo de que suba el dólar para descansar.
Esta pausa en la caza es un rayo de luz, pero no el final del camino. Las ballenas de aleta siguen en peligro, y mientras Islandia, Noruega y Japón permitan la caza, no podemos bajar la guardia. La economía está frenando a Hvalur, pero la presión de millones en redes y las elecciones conscientes de los viajeros pueden cambiar el juego. Este 2025, el océano respira un poco más tranquilo, y eso es gracias a quienes no se callan. Sigue compartiendo, firmando y eligiendo ver ballenas vivas, no en un plato. El mar nos necesita, y cada paso cuenta para un futuro donde las ballenas solo enfrenten cámaras, no arpones.