Manuel Escariz, de objetor antimilitarista en el final de la dictadura a morir como cura ultraconservador en Mondoñedo
Ordenado sacerdote en 1995, el gallego había sido uno de los pioneros del movimiento de objeción de conciencia en los cuarteles y pasó 18 meses en el calabozo tras consejo de guerraHemeroteca - Muere Anna Turbau, la fotógrafa catalana que retrató la otra cara de la Transición en Galicia El mismo hombre que, en una entrevista realizada desde el calabozo del Campamento de Wad-Rass, 55, en el Madrid de 1977, se refería a la “España cuartelera”, murió a comienzos de este mes como organista de la catedral de Mondoñedo y cura de opiniones ultraconservadoras. Manuel Escariz Magariños, que falleció a los 75 años en Gijón (Asturies), había protagonizado en su juventud un sonado episodio en los estertores de la dictadura: llevaba nueve meses de mili (servicio militar obligatorio) cuando decidió no obedecer más órdenes de la superioridad. Se negó a seguir usando el uniforme y se dejó el pelo largo. Acabó en prisión y sometido a consejo de guerra. La prensa de la época siguió un caso que fue célebre, pero del que no hubo rastro en las necrológicas periodísticas del párroco hace apenas unas semanas. Escariz Magariños había nacido en una aldea de A Estrada (Pontevedra), Ozande. En la entrevista mencionada al inicio, publicada por el semanario de izquierda nacionalista Teima, relataba sus orígenes. Hijo de un trabajador de Bazán en Ferrol -epicentro del movimiento obrero antifraquista en Galicia-, fue a un colegio de pago desacorde con su clase social. “No me correspondía por la situación de mis padres”, contaba a la entrevistadora, Ana Barreiro, “me daba rabia ir con la ropa remendada junto a los hijos de los ricos”. De la escuela en Ferrol pasó al seminario, primero en Lourenzá y más tarde en Mondoñedo. El trayecto era más o menos habitual en las familias pobres durante el franquismo. Allí coincidió con una persona que lo trató durante años y que lo recuerda, en conversación con elDiario.es, como “un hombre inteligentísimo y con una vida interior tremebunda”. Los curas no vieron clara su vocación de sacerdocio y le recomendaron “ver mundo”. Y el mundo fue primero Preu (así se llamaba en el franquismo el último curso de instituto) en Ferrol y enseguida la universidad en Santiago de Compostela, a donde llegó en pleno marzo del 68, con la ciudad sacudida por las protestas estudiantiles. Se matriculó en filología, especialidad lenguas clásicas, y se integró en la contracultura de la época. Asistió al nacimiento de Voces Ceibes -grupo de cantautores contestatarios, vinculados sobre todo al Partido Comunista- y a conciertos de leyendas como los portugueses Luís Cília y José Afonso. También se aficcionó a lo que entonces se denominaba cine de arte y ensayo. “Esos años fueron para mí lo menos malo que podía hacer en esta España cuartelera”, dice en Teima, “sin saber si tenía interés en conseguir un título devaluado para luchar desde dentro contra una sociedad podrida”. El servicio militar aclaró, por la fuerza, sus dudas. “Tocaba el piano. Tenía muchas lecturas. Era un apasionado del cine”, recuerda el que fuera su compañero de seminario y también, más tarde, de mili. “Desde los 16 años hasta hoy se fue cimentando en mí la idea de que una buena causa por la que vivir era la conquista de técnicas que hicieran inútiles las armas”, declaraba Escariz. La periodista hablaba con él en una de las visitas permitidas: jueves o domingos de seis a siete de la tarde. El objetor de conciencia se había entregado el 23 de julio de 1976 tras entrar en contacto con integrantes del Movimiento de Objetores de Conciencia. Los problemas con sus custodios militares fueron constantes, lo que lo llevó incluso a una huelga de hambre. No se benefició de ninguna de las amnistías parciales de aquellos años. Suárez acaba de jurar como presidente y el régimen se desmoronaba, empujado por la calle, pero la amnistía general tardaba. “La Reconquista y el águila del escudo de España” La prensa de la época recoge el consejo de guerra que, en mayo de 1977, lo condenó a tres años de prisión. Cinco meses después, las Cortes aprobaban la Ley de Amnistía, que sí incluía, en su artículo segundo, “la objeción de conciencia al servicio militar por motivos éticos o religiosos”. Escariz salió en libertad tras 18 meses. Fue cuando su amigo del seminario, el instituto y la mili le perdió la pista. “Hasta que pasaron 30 años. Nos volvimos a encontrar, pero era un hombre cambiado”, señala. Para empezar, se había ordenado sacerdote, pero a los 45 años, en 1995 y en Mondoñedo (Lugo). “Lo que vi fue un católico neoconservador con una vida tremendamente solitaria. Él quería retomar la relación, pero yo estaba ya muy lejos”, dice. En una homilía más o menos reciente disertaba sobre “la Reconquista, de Pelayo a Isabel y Fernando” y también sobre el significado del águila “del escudo de España” -en realidad, del escudo preconstitucional. Su cuenta en la red social Facebook, todavía abierta aunque sus últimas p

Ordenado sacerdote en 1995, el gallego había sido uno de los pioneros del movimiento de objeción de conciencia en los cuarteles y pasó 18 meses en el calabozo tras consejo de guerra
Hemeroteca - Muere Anna Turbau, la fotógrafa catalana que retrató la otra cara de la Transición en Galicia
El mismo hombre que, en una entrevista realizada desde el calabozo del Campamento de Wad-Rass, 55, en el Madrid de 1977, se refería a la “España cuartelera”, murió a comienzos de este mes como organista de la catedral de Mondoñedo y cura de opiniones ultraconservadoras. Manuel Escariz Magariños, que falleció a los 75 años en Gijón (Asturies), había protagonizado en su juventud un sonado episodio en los estertores de la dictadura: llevaba nueve meses de mili (servicio militar obligatorio) cuando decidió no obedecer más órdenes de la superioridad. Se negó a seguir usando el uniforme y se dejó el pelo largo. Acabó en prisión y sometido a consejo de guerra. La prensa de la época siguió un caso que fue célebre, pero del que no hubo rastro en las necrológicas periodísticas del párroco hace apenas unas semanas.
Escariz Magariños había nacido en una aldea de A Estrada (Pontevedra), Ozande. En la entrevista mencionada al inicio, publicada por el semanario de izquierda nacionalista Teima, relataba sus orígenes. Hijo de un trabajador de Bazán en Ferrol -epicentro del movimiento obrero antifraquista en Galicia-, fue a un colegio de pago desacorde con su clase social. “No me correspondía por la situación de mis padres”, contaba a la entrevistadora, Ana Barreiro, “me daba rabia ir con la ropa remendada junto a los hijos de los ricos”. De la escuela en Ferrol pasó al seminario, primero en Lourenzá y más tarde en Mondoñedo. El trayecto era más o menos habitual en las familias pobres durante el franquismo. Allí coincidió con una persona que lo trató durante años y que lo recuerda, en conversación con elDiario.es, como “un hombre inteligentísimo y con una vida interior tremebunda”.
Los curas no vieron clara su vocación de sacerdocio y le recomendaron “ver mundo”. Y el mundo fue primero Preu (así se llamaba en el franquismo el último curso de instituto) en Ferrol y enseguida la universidad en Santiago de Compostela, a donde llegó en pleno marzo del 68, con la ciudad sacudida por las protestas estudiantiles. Se matriculó en filología, especialidad lenguas clásicas, y se integró en la contracultura de la época. Asistió al nacimiento de Voces Ceibes -grupo de cantautores contestatarios, vinculados sobre todo al Partido Comunista- y a conciertos de leyendas como los portugueses Luís Cília y José Afonso. También se aficcionó a lo que entonces se denominaba cine de arte y ensayo. “Esos años fueron para mí lo menos malo que podía hacer en esta España cuartelera”, dice en Teima, “sin saber si tenía interés en conseguir un título devaluado para luchar desde dentro contra una sociedad podrida”. El servicio militar aclaró, por la fuerza, sus dudas.
“Tocaba el piano. Tenía muchas lecturas. Era un apasionado del cine”, recuerda el que fuera su compañero de seminario y también, más tarde, de mili. “Desde los 16 años hasta hoy se fue cimentando en mí la idea de que una buena causa por la que vivir era la conquista de técnicas que hicieran inútiles las armas”, declaraba Escariz. La periodista hablaba con él en una de las visitas permitidas: jueves o domingos de seis a siete de la tarde. El objetor de conciencia se había entregado el 23 de julio de 1976 tras entrar en contacto con integrantes del Movimiento de Objetores de Conciencia. Los problemas con sus custodios militares fueron constantes, lo que lo llevó incluso a una huelga de hambre. No se benefició de ninguna de las amnistías parciales de aquellos años. Suárez acaba de jurar como presidente y el régimen se desmoronaba, empujado por la calle, pero la amnistía general tardaba.
“La Reconquista y el águila del escudo de España”
La prensa de la época recoge el consejo de guerra que, en mayo de 1977, lo condenó a tres años de prisión. Cinco meses después, las Cortes aprobaban la Ley de Amnistía, que sí incluía, en su artículo segundo, “la objeción de conciencia al servicio militar por motivos éticos o religiosos”. Escariz salió en libertad tras 18 meses. Fue cuando su amigo del seminario, el instituto y la mili le perdió la pista. “Hasta que pasaron 30 años. Nos volvimos a encontrar, pero era un hombre cambiado”, señala. Para empezar, se había ordenado sacerdote, pero a los 45 años, en 1995 y en Mondoñedo (Lugo). “Lo que vi fue un católico neoconservador con una vida tremendamente solitaria. Él quería retomar la relación, pero yo estaba ya muy lejos”, dice.
En una homilía más o menos reciente disertaba sobre “la Reconquista, de Pelayo a Isabel y Fernando” y también sobre el significado del águila “del escudo de España” -en realidad, del escudo preconstitucional. Su cuenta en la red social Facebook, todavía abierta aunque sus últimas publicaciones datan de 2019, ratifican su giro al conservadurismo: replicaba artículos e intervenciones de derecha contra el Papa Francisco -“las razones por las que es masón”-, reproducía publicaciones de odio contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o contra los inmigrantes. E incluso de nostalgia por el mismo franquismo que había convertido España en “cuartelera”, como se indignaba el Escariz Magariños de 1977. A su muerte, a comienzos de este mes de mayo, era responsable de las parroquias de Couboeira, Figueiras, Masma, Vilamor y Viloalle, en la zona de Mondoñedo, organista encargado del cometido musical en la catedral de la villa y auxiliar del archivo diocesano desde 2003.