Los bares cordobeses que apuraron hasta el final: «Servimos cerveza hasta que salió caliente; y luego vino hasta que se acabó»

Bares que aguantaron hasta que no quedó una cerveza caliente , comandas a la antigua, acalorados turistas buscando su helado, dependientas con dificultades para cerrar la persiana, estratagemas para conseguir cobrar con tarjeta, tiendas que abrieron mañana y tarde... Las distendidas anécdotas de muchos establecimientos de hostelería y comercios de Córdoba durante el apagón parecen restar importancia a un acontecimiento inédito, de semejante magnitud y tan preocupante. Mas lo cierto es que muestran profesionalidad ante una situación incierta que el público probablemente hubiera vivido con más desasosiego en casa, sobre todo si no se tenía el producto estrella del momento: el transistor a pilas. Camareros y dependientes estuvieron al pie del cañón junto a una población que muchas veces prefirió la luz solar ante la falta de luz eléctrica, aunque sólo fuera para mitigar el más que razonable miedo. Parafraseando el conocido dicho, bares y comercios aguantaron el apagón , que es otra forma de chaparrón cuando no funcionan ni frigoríficos, ni cajas de pago o ni tan siquiera puertas. Al llegar la noticia de la importancia del fenómeno, muchas personas decidieron no volver a casa, pues no tenían cómo calentar la comida. Y las primeras cervezas, como saben los cordobeses, hay que tomarlas en El Correo . «Estuvimos sirviendo hasta que la cerveza empezó a salir caliente, porque es un grupo, pero luego la gente, cuando le dijimos que no había ya cerveza, querían medios de fino, hasta que se acabó el vino también», ha explicado José Luis Martínez, el responsable del establecimiento. Hasta el momento del cierre su clientela era la de un lunes cualquiera. Rafael, uno de los encargados del Gran Bar, tuvo que enfrentarse junto al resto del equipo a una terraza atestada hasta las 21.00 horas. «Tuvimos que atender a base de refrescos, sangría, botellines de cerveza metidos en hielo, todo ello lo hicimos a la antigua usanza, cogiendo la comanda a mano». La cocina se basó en raciones frías , como gambas, gambas cocidas que ya tenían, mejillones y salmorejo. Incluso pudieron cobrar con tarjeta hasta las 19.00 horas. Las cámaras del lugar, capaces de aguantar hasta 48 horas, evitaron las pérdidas de productos a causa de la bajada de temperatura. En el cercano David Rico, como ha contado Anyeli, lo tenían más complicado por los helados. Sus cámaras de la planta baja han aguantado perfectamente hasta hoy. Pero resulta que casi en el mismo instante del apagón les traían helado bueno. Y es abajo donde pasa su última etapa de elaboración, puesto que llegan tiernos. Ese está bajo observancia, hay que comprobar si se ponen en su punto. Con respecto a los helados de arriba, donde se atiende al público, hubo numerosos clientes hasta las 19.30 ó 20.00 horas, y aunque parte de los helados se derritieron, siempre hubo granizada, leche merengada u horchata. Paqui Pérez, dependienta de Cora, en Cruz Conde, se las vio y las deseó para cerrar la persiana eléctrica: «Me tuvo que ayudar un muchacho, yo sabía que había algo, pero no sabía dónde, y resulta que en la caja hay un cable para tirar», rememora con gran sentido del humor. A pesar de que casi no quedaban comercios abiertos en la calle, estuvieron abiertos hasta las 19.00. Teresa Toledano, dependienta de Me Lo Dijo Pérez , aguantó hasta las 19.30 y se las compuso para cobrar con tarjeta mediante bluetooh: «Ninguna venta se me escapa» , indica con una sonrisa. Basilia Cortés fue más precavida. Charla en su tienda, Dos Gardenias , con unas clientas sobre el apagón. Una de ellas, ya anciana, dice que se quedó sola pero que estuvo linterna por aquí linterna por allá sin problema. En su caso prefirió cerrar a medio día e ir a por sus hijos al colegio. Por su parte, Francisco Muñoz, en Toril , ha indicado que abrieron hasta las 17:00. Igual que sus compañeros, Rafa y Antonio, de Calzados Salvador, abrieron hasta las 18.00, cuando la falta de luz en la tienda era excesiva para su clientela, en parte compuesta por personas más mayores que necesitan una atención pausada y atenta.

Abr 29, 2025 - 18:07
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Los bares cordobeses que apuraron hasta el final: «Servimos cerveza hasta que salió caliente; y luego vino hasta que se acabó»
Bares que aguantaron hasta que no quedó una cerveza caliente , comandas a la antigua, acalorados turistas buscando su helado, dependientas con dificultades para cerrar la persiana, estratagemas para conseguir cobrar con tarjeta, tiendas que abrieron mañana y tarde... Las distendidas anécdotas de muchos establecimientos de hostelería y comercios de Córdoba durante el apagón parecen restar importancia a un acontecimiento inédito, de semejante magnitud y tan preocupante. Mas lo cierto es que muestran profesionalidad ante una situación incierta que el público probablemente hubiera vivido con más desasosiego en casa, sobre todo si no se tenía el producto estrella del momento: el transistor a pilas. Camareros y dependientes estuvieron al pie del cañón junto a una población que muchas veces prefirió la luz solar ante la falta de luz eléctrica, aunque sólo fuera para mitigar el más que razonable miedo. Parafraseando el conocido dicho, bares y comercios aguantaron el apagón , que es otra forma de chaparrón cuando no funcionan ni frigoríficos, ni cajas de pago o ni tan siquiera puertas. Al llegar la noticia de la importancia del fenómeno, muchas personas decidieron no volver a casa, pues no tenían cómo calentar la comida. Y las primeras cervezas, como saben los cordobeses, hay que tomarlas en El Correo . «Estuvimos sirviendo hasta que la cerveza empezó a salir caliente, porque es un grupo, pero luego la gente, cuando le dijimos que no había ya cerveza, querían medios de fino, hasta que se acabó el vino también», ha explicado José Luis Martínez, el responsable del establecimiento. Hasta el momento del cierre su clientela era la de un lunes cualquiera. Rafael, uno de los encargados del Gran Bar, tuvo que enfrentarse junto al resto del equipo a una terraza atestada hasta las 21.00 horas. «Tuvimos que atender a base de refrescos, sangría, botellines de cerveza metidos en hielo, todo ello lo hicimos a la antigua usanza, cogiendo la comanda a mano». La cocina se basó en raciones frías , como gambas, gambas cocidas que ya tenían, mejillones y salmorejo. Incluso pudieron cobrar con tarjeta hasta las 19.00 horas. Las cámaras del lugar, capaces de aguantar hasta 48 horas, evitaron las pérdidas de productos a causa de la bajada de temperatura. En el cercano David Rico, como ha contado Anyeli, lo tenían más complicado por los helados. Sus cámaras de la planta baja han aguantado perfectamente hasta hoy. Pero resulta que casi en el mismo instante del apagón les traían helado bueno. Y es abajo donde pasa su última etapa de elaboración, puesto que llegan tiernos. Ese está bajo observancia, hay que comprobar si se ponen en su punto. Con respecto a los helados de arriba, donde se atiende al público, hubo numerosos clientes hasta las 19.30 ó 20.00 horas, y aunque parte de los helados se derritieron, siempre hubo granizada, leche merengada u horchata. Paqui Pérez, dependienta de Cora, en Cruz Conde, se las vio y las deseó para cerrar la persiana eléctrica: «Me tuvo que ayudar un muchacho, yo sabía que había algo, pero no sabía dónde, y resulta que en la caja hay un cable para tirar», rememora con gran sentido del humor. A pesar de que casi no quedaban comercios abiertos en la calle, estuvieron abiertos hasta las 19.00. Teresa Toledano, dependienta de Me Lo Dijo Pérez , aguantó hasta las 19.30 y se las compuso para cobrar con tarjeta mediante bluetooh: «Ninguna venta se me escapa» , indica con una sonrisa. Basilia Cortés fue más precavida. Charla en su tienda, Dos Gardenias , con unas clientas sobre el apagón. Una de ellas, ya anciana, dice que se quedó sola pero que estuvo linterna por aquí linterna por allá sin problema. En su caso prefirió cerrar a medio día e ir a por sus hijos al colegio. Por su parte, Francisco Muñoz, en Toril , ha indicado que abrieron hasta las 17:00. Igual que sus compañeros, Rafa y Antonio, de Calzados Salvador, abrieron hasta las 18.00, cuando la falta de luz en la tienda era excesiva para su clientela, en parte compuesta por personas más mayores que necesitan una atención pausada y atenta.