Las prisas de Trump por cerrar contratos de IA en el Golfo Pérsico dividen a la Casa Blanca
Una parte de los funcionarios de la administración mira con preocupación los acuerdos ante la amenaza de que la tecnología estadounidense acabe beneficiando al gigante asiático, que guarda estrechos lazos con la región.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está a punto de finalizar su gira por Oriente Medio, la primera que realiza en el marco de su nuevo mandato. En la gira por Arabia Saudí, Catar y Emiratos Árabes Unidos (EAU), destino al que llegó este jueves, el foco está puesto en la inteligencia artificial ante los multimillonarios acuerdos que ha cerrado para diferentes sectores, sobre todo en el ámbito de la defensa. Una medida que está generando división dentro de la propia administración estadounidense.
El ala más crítica observa con recelo el alcance de los contratos ante la amenaza de que la tecnología estadounidense acabe beneficiando a China, que tiene establecidos profundos lazos con la región. Según recoge 'Bloomberg', algunos funcionarios de la Casa Blanca están tratando de ralentizar las negociaciones por el riesgo potencial de que no hayan impuesto suficientes barreras para evitar que Pekín pueda adquirir directamente chips de los EAU o aprovechar las capacidades de estos semiconductores a través de la nube.
El punto de partida de que los temores se materialicen radica en los vínculos del grupo G42, compañía emiratí dedicada a la IA, con Huawei, así como con otras empresas del sector. Unos vínculos que, a juicio de estos funcionarios, compromete la seguridad nacional. El equipo de Trump ha negociado para que Arabia Saudí adquiera decenas de miles de semiconductores de Nvidia y Advanced, mientras que los envíos a Emiratos Árabes Unidos podrían ascender a un millón de aceleradores. en su mayoría para proyectos en los que participen o sean propiedad de empresas estadounidenses.
Estos chips se utilizan para desarrollar y entrenar modelos capaces de imitar la inteligencia humana, la tecnología más codiciada en la era de la IA. Aunque dichos acuerdos incluyen un lenguaje de alto nivel que prohíbe a las empresas chinas acceder a esos chips, los funcionarios argumentan que aún quedan demasiados detalles por resolver e inciden en que los acuerdos no deberían anunciarse sin disposiciones legales en firme. En el punto de mira de esta polémica se encuentra el asesor de inteligencia artificial de la Casa Blanca, David Sacks, que está ayudando a dirigir las conversaciones, a aceptar propuestas de los líderes del Golfo Pérsico.
Más allá de esas cuestiones de seguridad, algunos altos funcionarios de Trump también cuestionan la conveniencia de enviar cantidades tan grandes de chips a cualquier lugar fuera de EEUU, dado el interés de la administración por mantener el dominio estadounidense dentro del sector. Si todos los acuerdos anunciados y previstos en Medio Oriente se ejecutan, EEUU seguiría liderando la potencia informática mundial, pero los países del Golfo dispondrían por primera vez de capacidades desarrolladas por el 'software' norteamericano.
Los defensores de los acuerdos, entre ellos Sacks, argumentan que si Estados Unidos no anima al mundo a utilizar sus chips, los países con ambiciones en materia de IA acabarán recurriendo a alternativas de empresas chinas, que han avanzado en su intento de reducir la brecha con Nvidia, líder del sector. "Necesitamos que nuestros amigos, como el reino de Arabia Saudita y otros socios y aliados estratégicos, quieran aprovechar nuestra tecnología", afirmó Sacks el pasado martes tras puntualizar que "la posibilidad de que esa tecnología acabe en China no es en absoluto un problema con un amigo como ellos".
Aunque todavía no se conocen más detalles, otra de las preocupaciones de esta bancada es que las negociaciones incluyan un proyecto masivo de OpenAI, la empresa pionera en la industria detrás de ChatGPT. Todos los envíos de chips de IA al Golfo van a requerir la aprobación del Gobierno de EEUU a través de un proceso de concesión de licencias en el que participan varias agencias federales. Los funcionarios de la administración también están redactando unas normas globales de control de las exportaciones de semiconductores, lo que supone otra oportunidad para incluir medidas específicas contra China y otras prioridades estratégicas.
Sacks, junto con otros funcionarios que apoyan los proyectos del Golfo, ha defendido que una proliferación agresiva con las pertinentes medidas de seguridad sería una victoria estratégica para EEUU y crucial para mantener el liderazgo. Parte del argumento de Sacks, respaldado por líderes tecnológicos como el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, es que la ventaja de EEUU sobre China en la fabricación de chips avanzados se está reduciendo. Si Washington impide que los países con ambiciones en materia de IA construyan centros de datos con tecnología estadounidense, según esta lógica, EEUU corre el riesgo de ceder esos mercados a su principal rival geopolítico.
Las empresas podrían optar por comprar chips a empresas como Huawei, el gigante tecnológico chino que se encuentra en el centro de los esfuerzos de Washington por frenar las ambiciones de Pekín. En el otro lado del debate, algunos funcionarios de las administraciones Trump y Biden han argumentado que la ventaja tecnológica del país es bastante grande y le permite a Washington dictar las reglas del juego mientras otros países sigan codiciando los chips estadounidenses. Los legisladores pueden permitirse ser agresivos en las negociaciones, argumentan estos funcionarios, y no deben permitir que los países accedan al mejor hardware estadounidense sin concesiones y sin promesas de seguridad férreas.