La pista sobre el explorador desaparecido en el Monte Everest que podría explicar la causa de su muerte hace 100 años
Se trata de Andrew ‘Sandy’ Irvine, que en 1924 subió hasta casi la cima de la montaña, murió allí y su cuerpo nunca fue hallado; lo cierto es que un indicio de hace un siglo podría indicar su paradero

Hace 100 años, Andrew ‘Sandy’ Irvine y George Mallory intentaron escalar el Monte Everest, la montaña más alta del mundo, con 8849 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, cuando estaban cerca de la cima, ambos murieron. El cuerpo de Mallory fue hallado varias décadas después, mientras que una reciente expedición de National Geographic habría dado con una pista importante para localizar a Irvine, el explorador desaparecido.
Irvine y Mallory fueron vistos por última vez el 8 de junio de 1924, antes de emprender el ascenso al monolito que forma parte de la cordillera del Himalaya, en Nepal. Su travesía generó muchas incógnitas entre la comunidad científica y deportiva, ya que nunca se supo si lograron su objetivo debido al trágico final. Recién en 1953, Tenzing Norgay y Edmund Hillary conquistaron oficialmente la cima de la montaña.
El caso de los exploradores desaparecidos causó conmoción en su época, especialmente porque se animaron a una aventura de ese calibre con la escasa tecnología disponible, que no les garantizaba en absoluto la supervivencia. Aun así, escalaron, y por algún motivo desconocido, nunca volvieron a bajar.
En 1999 se encontró el cuerpo de Mallory, mientras que Irvine seguía desaparecido. En torno a ese hecho se tejieron distintas teorías, una de ellas — muy especulativa — sostenía que George se había comido a Andrew. A pesar de la falta de evidencia científica, siempre circularon diversas hipótesis, hasta que en octubre de 2024 apareció un indicio que cambió el rumbo de las investigaciones.
Gracias a una expedición de un equipo calificado de National Geographic, se halló una bota que habría pertenecido a Irvine. Surgió tras el derretimiento de un glaciar en la cara norte de la montaña. Según describieron los expertos, a simple vista divisaron un objeto “de cuero agrietado, viejo y desgastado. La suela estaba tachonada y sujeta con clavos de acero en patrón de diamante”, características propias de “otra época”.
El hallazgo se produjo en el glaciar Rongbuk Central. Cuando el equipo se acercó a la bota, encontró en su interior un pie, restos que identificaron de inmediato como pertenecientes a Andrew Irvine. “Levanté el calcetín y había una etiqueta roja que tenía cosido el nombre A.C. IRVINE”, relató el fotógrafo y director de rodaje Jimmy Chin. “Literalmente, todos corríamos en círculos gritando”, agregó, refiriéndose a la emoción del hallazgo.
Este descubrimiento se interpretó como la primera prueba concreta de que el cuerpo de Irvine podría estar cerca de esa zona. No obstante, pese a la continuidad de las investigaciones, los restos completos del explorador aún no fueron hallados.
Lo cierto es que, para alegría de su sobrina nieta Julie Summers, de 64 años — quien además es autora de la biografía publicada en 2001 que narra las aventuras de su tío abuelo —, esto podría cambiar la perspectiva sobre lo ocurrido.
“Es un objeto que le pertenecía y contiene una parte de él. Cuenta toda la historia de lo que probablemente pasó”, dijo Summers y agregó: “Lo considero como algo cercano al cierre”. Según los expertos, es posible que los restos de Irvine hayan descendido por la ladera a causa de avalanchas y del retroceso del glaciar.
Summers recordó que la bota le trajo memorias del momento en que el alpinista Conrad Anker, como parte de la Expedición de Investigación Mallory e Irvine, encontró el cuerpo del compañero de su tío, con marcas de una cuerda en la pierna derecha y en la cintura. Ese dato fue clave para reconstruir parte de la historia.
Según un análisis posterior, se especuló que ambos descendían por una de las laderas mientras seguían atados. Sin embargo, tras una caída o accidente, Irvine se habría desplomado y arrastrado a Mallory. Luego, al separarse, este último quedó atrapado en una grieta y herido, por lo que esperó la muerte, que llegó durante la noche.