La extraña historia de los científicos enviados por Hitler al Tíbet en busca de gigantes y de los orígenes de la raza aria

Pretendían encontrar pruebas que apoyaran su teoría de una relación con la raza aria.

Abr 28, 2025 - 05:47
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La extraña historia de los científicos enviados por Hitler al Tíbet en busca de gigantes y de los orígenes de la raza aria

Los nazis fueron los protagonistas de una de las grandes pesadillas del siglo XX. Fue el resultado de querer cumplir, sin ningún escrúpulo moral, el sueño imposible de una raza aria superior. Adolf Hitler y sus acólitos bebieron del esoterismo, el ocultismo y todo tipo de pseudociencias, y con esa mezcla quisieron construir los argumentos que sentaran una base "científica" de su cruzada y su guerra.

La creencia en la superioridad racial de los alemanes surgió a base de manipular el significado de parte de la herencia cultural y con afirmaciones pseudocientíficas. El Arca de la Alianza, el Santo Grial o los gigantes del Tíbet son algunos ejemplos de tesoros y monstruos que el Tercer Reich buscó activamente. Debían ser sus justificaciones, argumentos e incluso futuras armas.

Hitler habló mucho de todas estas pseudociencias con Heinrich Himmler, uno de los principales líderes del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP). En 1935, Himmler fundó la Ahnenerbe, una asociación para apoyar y financiar las actividades de investigación sobre la existencia y el pasado de la raza aria.

La Ahnenerbe encargó al naturalista Ernst Schäfer una expedición al Tíbet que tuvo lugar entre abril de 1938 y mayo de 1939. El objetivo era realizar investigaciones diversas sobre la geografía, etnografía y fauna y flora del Himalaya, pero también otras de tipo pseudocientífico: buscaban gigantes.

La expedición liderada por Schäfer, partió del puerto de Génova el 21 de abril de 1938. Le acompañaban otros cuatro expertos, Karl Wienert, Bruno Beger, Ernst Krause y Edmund Geer, y una escolta de varios SS. A principios de 1939 llegaron a Lhasa, entonces capital del Tíbet independiente.

No era un momento fácil para esa región del mundo. El contexto político era complejo: por la ausencia en designar a un dalái lama y por el choque de intereses entre China, el Imperio británico y el Imperio japonés. Los expedicionarios residieron en la ciudad prohibida durante dos meses.

Buscaron indicios que confirmasen las teorías impulsadas por la doctrina racista nazi y otras relacionadas con la afición por el ocultismo y el esoterismo de las autoridades del Tercer Reich. En el Tíbet pretendían encontrar pruebas que apoyaran sus teorías pseudocientíficas de una relación con la raza aria. Así quisieron interpretar, por ejemplo, las esvásticas halladas en algunos relieves tibetanos.

Al tiempo, documentaron y recopilaron muestras de la fauna y flora del Himalaya, explorando su geografía. También tomaron datos sobre la población tibetana. El antropólogo de la RuSHA, una de las secciones SS, Bruno Beger, fue el encargado de supervisar las investigaciones en su vertiente racial y ocultista. Tomó medidas craneales y realizó moldes faciales de la población local. Cuando regresó a Berlín, había recopilado datos antropométricos de cerca de 400 personas.

No fue algo inocente. "Bajo el Tercer Reich, la antropología y la medicina fueron explotadas a sangre fría para apoyar y promulgar un credo asesino", ha dicho el escritor británico Christopher Hale. Según él, "la pequeña expedición de Schäfer representaba una muestra representativa de la ciencia alemana de los años treinta".

Bajo el Tercer Reich, la antropología y la medicina fueron explotadas a sangre fría para apoyar y promulgar un credo asesino"

Ciencia, en realidad no tanta, al menos a juzgar por las palabras de Joseph Goebbels, el poderoso ministro de Propaganda. En 1940, emitió a los periódicos alemanes una advertencia secreta, según la cual la "principal tarea" de la expedición al Tíbet era "de naturaleza política y militar" y "no tenía tanto que ver con la solución de cuestiones científicas".

Sea como fuere, entre el extenso material documental y fotográfico recopilado, se encontraban diversos ejemplares de textos antiguos. Es el caso de una edición completa de 108 volúmenes del Kanjur, y otras del Mándala, luego conservados en los archivos de la Ahnenerbe y que aparecieron en el búnker del Reichstag.

La expedición nazi también tuvo tiempo para hacer política. Pese al recelo de Schäfer, los enviados de Hitler hicieron gestiones de tipo diplomático en vistas del establecimiento de relaciones entre las autoridades tibetanas y el Tercer Reich, y en concreto sobre los detalles de un posible suministro de armas.

Pero el empeoramiento de la situación política en Europa obligaron a regresar, desbaratando los planes diplomáticos. La expedición aterrizó en Alemania el 4 de agosto de 1939. Sus integrantes fueron homenajeados por las autoridades y reconocidos por la propaganda y la prensa.