La energía en transición

La energía es la base del funcionamiento de nuestras sociedades y, al mismo tiempo, la principal responsable del cambio climático. En la Argentina contamos con una matriz energética con alta participación de gas natural-lo que la hace más limpia que el promedio mundial-, aunque con una presencia de energías limpias menor a la de otros países de la región. Es momento de acelerar la transición.La energía es un insumo clave tanto para las actividades cotidianas como para todo lo que producimos y consumimos. Prender la luz, cocinar, viajar al trabajo, cargar el celular o relajarnos viendo una película: casi nada de nuestra rutina sería posible sin energía. Lo mismo ocurre con cualquier empresa: ya sea para fabricar autos, desarrollar software o cosechar maíz, en todo se necesita energía. Por eso, el acceso a fuentes seguras y asequibles es una necesidad esencial para el bienestar de la población y el desarrollo económico.Sin embargo, la energía es también el principal motor del calentamiento global: más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas a su uso. Por eso, transformar la forma en que producimos, distribuimos y consumimos energía es indispensable para mitigar el avance del cambio climático. En términos generales, ya sabemos qué hay que hacer: dejar de consumir combustibles fósiles y aumentar el uso de fuentes limpias. Además, electrificar todos los usos energéticos posibles, ya que es en la generación eléctrica donde contamos con alternativas tecnológicas desarrolladas.Aunque suene relativamente simple, se trata de una transformación de toda la infraestructura que sostiene nuestra vida diaria. El tiempo apremia: la ventana para reducir emisiones y alcanzar los objetivos del Acuerdo de París nos exige cumplir metas ambiciosas hacia 2030 y 2050. Es un desafío enorme, que abre oportunidades, pero también implica costos y riesgos significativos.Si bien en la última década el precio de las tecnologías renovables cayó drásticamente —un 70% para la energía eólica terrestre y un 90% para la solar fotovoltaica—, las opciones más contaminantes siguen siendo más baratas en muchas geografías, sectores e incluso momentos del día. Esto genera tensiones a la hora de reducir emisiones: ¿quién debe asumir ese mayor costo? Además, en el mercado global los combustibles fósiles siguen siendo uno de los commodities más relevantes. En este contexto, ¿cuál debe ser la trayectoria para un país como la Argentina, que cuenta en Vaca Muerta con un recurso valioso para incrementar sus exportaciones?Argentina en la comparativa globalNuestro país tiene una matriz energética con menores emisiones que el promedio mundial, lo que se explica principalmente por la alta prevalencia del gas, una fuente de energía fósil menos contaminante que el carbón y el petróleo. En 2023, el 84% de la energía consumida en la Argentina provino de fuentes fósiles, con una participación del 44% del gas natural, seguida por el petróleo con un 38% y el carbón con un 1%.Esta composición es significativamente menos contaminante que la de países muy dependientes del carbón, el combustible que más emisiones genera: representa el 54% de la matriz energética de China y el 56% de la de India. Es decir, estos países producen más de la mitad de su energía a partir de la fuente más contaminante de todas. Esto, sumado a su gran tamaño poblacional, explica que los gigantes asiáticos ocupen el primer y el tercer lugar en el ranking de los mayores emisores globales.Ahora bien, aunque la producción de energía en la Argentina sea más limpia que el promedio mundial, es considerablemente más sucia que la de otros países de la región. Si se recorta el análisis a la generación eléctrica -donde existen más alternativas tecnológicas limpias- se observa que países como Paraguay, Brasil o Costa Rica obtienen más del 90% de su electricidad a partir de fuentes limpias, mientras que en la Argentina esa proporción apenas alcanza el 40%, menos de la mitad. Además, muchos de estos países han avanzado de manera sostenida en la incorporación de nuevas fuentes como la solar y la eólica, mientras que Argentina, con dificultades, apenas logrará cumplir la meta del 20% hacia 2025 —meta establecida por la Ley 27.191, sancionada en 2015—.En resumen, si analizamos nuestra matriz eléctrica, más de la mitad aún proviene de fuentes fósiles, y si miramos la matriz energética total, esa proporción supera el 80%. Por lo tanto, el desafío para reducir las emisiones del sector energético argentino sigue siendo considerable.Una transición a la argentinaEn materia energética, el país enfrentaba dos desafíos urgentes: resolver el déficit energético y corregir el esquema de tarifas, que generaba fuertes desequilibrios macroeconómicos. Entre el despegue de Vaca Muerta y los ajustes tarifarios, estos problemas se encuentran parcialmente encaminados. Ahora es momento de avanzar también en la descarbonización de la red. En este sentido, resulta clave impulsar la instalación de energ

May 16, 2025 - 05:26
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La energía en transición

La energía es la base del funcionamiento de nuestras sociedades y, al mismo tiempo, la principal responsable del cambio climático. En la Argentina contamos con una matriz energética con alta participación de gas natural-lo que la hace más limpia que el promedio mundial-, aunque con una presencia de energías limpias menor a la de otros países de la región. Es momento de acelerar la transición.

La energía es un insumo clave tanto para las actividades cotidianas como para todo lo que producimos y consumimos. Prender la luz, cocinar, viajar al trabajo, cargar el celular o relajarnos viendo una película: casi nada de nuestra rutina sería posible sin energía. Lo mismo ocurre con cualquier empresa: ya sea para fabricar autos, desarrollar software o cosechar maíz, en todo se necesita energía. Por eso, el acceso a fuentes seguras y asequibles es una necesidad esencial para el bienestar de la población y el desarrollo económico.

Sin embargo, la energía es también el principal motor del calentamiento global: más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas a su uso. Por eso, transformar la forma en que producimos, distribuimos y consumimos energía es indispensable para mitigar el avance del cambio climático. En términos generales, ya sabemos qué hay que hacer: dejar de consumir combustibles fósiles y aumentar el uso de fuentes limpias. Además, electrificar todos los usos energéticos posibles, ya que es en la generación eléctrica donde contamos con alternativas tecnológicas desarrolladas.

Aunque suene relativamente simple, se trata de una transformación de toda la infraestructura que sostiene nuestra vida diaria. El tiempo apremia: la ventana para reducir emisiones y alcanzar los objetivos del Acuerdo de París nos exige cumplir metas ambiciosas hacia 2030 y 2050. Es un desafío enorme, que abre oportunidades, pero también implica costos y riesgos significativos.

Si bien en la última década el precio de las tecnologías renovables cayó drásticamente —un 70% para la energía eólica terrestre y un 90% para la solar fotovoltaica—, las opciones más contaminantes siguen siendo más baratas en muchas geografías, sectores e incluso momentos del día. Esto genera tensiones a la hora de reducir emisiones: ¿quién debe asumir ese mayor costo? Además, en el mercado global los combustibles fósiles siguen siendo uno de los commodities más relevantes. En este contexto, ¿cuál debe ser la trayectoria para un país como la Argentina, que cuenta en Vaca Muerta con un recurso valioso para incrementar sus exportaciones?

Argentina en la comparativa global

Nuestro país tiene una matriz energética con menores emisiones que el promedio mundial, lo que se explica principalmente por la alta prevalencia del gas, una fuente de energía fósil menos contaminante que el carbón y el petróleo. En 2023, el 84% de la energía consumida en la Argentina provino de fuentes fósiles, con una participación del 44% del gas natural, seguida por el petróleo con un 38% y el carbón con un 1%.

Esta composición es significativamente menos contaminante que la de países muy dependientes del carbón, el combustible que más emisiones genera: representa el 54% de la matriz energética de China y el 56% de la de India. Es decir, estos países producen más de la mitad de su energía a partir de la fuente más contaminante de todas. Esto, sumado a su gran tamaño poblacional, explica que los gigantes asiáticos ocupen el primer y el tercer lugar en el ranking de los mayores emisores globales.

Ahora bien, aunque la producción de energía en la Argentina sea más limpia que el promedio mundial, es considerablemente más sucia que la de otros países de la región. Si se recorta el análisis a la generación eléctrica -donde existen más alternativas tecnológicas limpias- se observa que países como Paraguay, Brasil o Costa Rica obtienen más del 90% de su electricidad a partir de fuentes limpias, mientras que en la Argentina esa proporción apenas alcanza el 40%, menos de la mitad. Además, muchos de estos países han avanzado de manera sostenida en la incorporación de nuevas fuentes como la solar y la eólica, mientras que Argentina, con dificultades, apenas logrará cumplir la meta del 20% hacia 2025 —meta establecida por la Ley 27.191, sancionada en 2015—.

En resumen, si analizamos nuestra matriz eléctrica, más de la mitad aún proviene de fuentes fósiles, y si miramos la matriz energética total, esa proporción supera el 80%. Por lo tanto, el desafío para reducir las emisiones del sector energético argentino sigue siendo considerable.

Una transición a la argentina

En materia energética, el país enfrentaba dos desafíos urgentes: resolver el déficit energético y corregir el esquema de tarifas, que generaba fuertes desequilibrios macroeconómicos. Entre el despegue de Vaca Muerta y los ajustes tarifarios, estos problemas se encuentran parcialmente encaminados. Ahora es momento de avanzar también en la descarbonización de la red. En este sentido, resulta clave impulsar la instalación de energías renovables que no sólo reduzcan el impacto ambiental del consumo energético, sino que también diversifiquen las fuentes de generación y hagan la red más resiliente.

Para lograrlo a gran escala, se necesitan políticas activas por parte del gobierno nacional. Entre ellas, el establecimiento de metas claras para la incorporación de renovables, la ejecución de obras públicas que amplíen la infraestructura de transporte eléctrico, y la creación de esquemas financieros que protejan al sector frente a la volatilidad argentina. Al mismo tiempo,estas políticas deberían maximizar la generación de empleo y el desarrollo económico en torno al sector. Todas son medidas necesarias para motorizar el cambio.

Sin embargo, la falta -o la demora- de estas políticas, como se observa en este presente, no ha frenado al sector, que sigue avanzando porque es competitivo, tiene demanda y cuenta con las capacidades necesarias para continuar ampliando la generación renovable, incluso sin apoyo estatal. Esto es clave: permite mantener el impulso, sostener el aprendizaje y preservar las capacidades construidas. Así, cuando el gobierno nacional -por convicción o por necesidad- retome la agenda, podrá apoyarse en esos avances para acelerar la transición a gran escala.

Investigadoras de Fundar.

Möhle, licenciada en Ciencias Ambientales por la Universidad del Salvador, Magister en Políticas Públicas y Gestión del Desarrollo por la Unsam y Georgetown University. Aneise, licenciada en Economía por la UBA, magíster en Economía y Derecho del Cambio Climático por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y maestranda en Desarrollo Energético Sustentable por el ITBA