La economía de los flujos y la de los stocks

Pigou introdujo el efecto riqueza en la función consumo; cuando lo hizo era una curiosidad, ahora es crucial

May 4, 2025 - 05:35
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La economía de los flujos y la de los stocks

En la década de 1960 la macroeconomía era de flujos. El consumo agregado dependía del ingreso agregado. ¿Cómo hacemos para que la población consuma más? Le aumentamos los ingresos. Así de fácil. A la función consumo Arthur Cecil Pigou le agregó la cantidad real de dinero, un stock, pero ni él creía, a comienzos de la década de 1940, que el aumento del poder adquisitivo del dinero, consecuencia de la deflación, modificaría de manera significativa el nivel de actividad económica. Hoy en Estados Unidos seguramente se venden menos autos, lavarropas y viajes de placer, porque el americano es 15% más pobre que hace pocos días. En la macroeconomía actual influyen tanto los flujos como los stocks. ¿Qué implicancias tiene esto?

Al respecto, consulté al tunecino Jean Paul Samuel Fitoussi (1942 – 2022). Considerado uno de los lideres intelectuales del neokeynesianismo, generó debates “fitoussianos” sobre integración europea, desigualdad, bienestar y sostenibilidad ambiental. Pero es principalmente recordado porque, entre 1984 y 2008, se desempeñó como secretario general de la International Economic Association (IEA); y en tal carácter visitó la Argentina en 1999, cuando la reunión se celebró en Buenos Aires. Es doctor honoris causa, entre otras, por la Universidad de Buenos Aires.

–Guillermo Antonio Roberto Calvo, quien presidiera la IEA entre 2005 y 2008, fue contundente sobre su labor.

–Willy fue muy amable, cuando afirmó lo siguiente: “Casi en soledad, Fitoussi llevó la antorcha de la IEA durante 24 años, un período lleno de épocas turbulentas y con poco presupuesto. Muy poco tiempo antes de una de las reuniones de la IEA, la institución que la estaba organizando anunció que no podía llevarla a cabo. Jean Paul, en un rápido movimiento que sus colaboradores todavía recuerdan con temor y admiración, logró que otra institución lo organizara, con menos de un año de anticipación”.

–Los stocks, ¿nunca fueron importantes en la consideración de los gobiernos?

–A veces sí lo fueron. Ejemplo: la cuestión que se planteó en Inglaterra, luego de la Primera Guerra Mundial, de no sólo de reponer el patrón oro sino de hacerlo al tipo de cambio existente en 1914, fue un típico conflicto entre stocks y flujos. La decisión de reponerlo, adoptada por el entonces ministro de finanzas Winston Churchill, contra la opinión de John Maynard Keynes, se basó en que no correspondía defraudar a quienes habían comprado bonos para financiar la Gran Guerra. Un tema no solo moral sino también político, porque involucraba a alrededor del 40% de los hogares ingleses.

–Luego de la Segunda Guerra, la cuestión fue diferente.

–Entre otras cosas, porque las guerras y las hiperinflaciones licúan el valor real de los stocks. Por lo cual, cuando usted, De Pablo, estudió economía, el aumento de la deuda pública de los países desarrollados, resultante del financiamiento de los desequilibrios fiscales, no se veía como un problema. Ergo, en aquel momento el conflicto de política económica se resolvió a favor de los flujos.

–Pero ahora estamos en otro mundo.

–Efectivamente. Piénsese, por ejemplo, en la emisión de dinero generada por la crisis subprime de 2007–2008. La relación deuda pública/PBI de muchos de los países económicamente más desarrollados alcanzó hoy niveles que le harían agarrar la cabeza a cualquier analista hace pocas décadas.

–¿Cuál es el problema?

–El diferente impacto que, sobre la producción, el empleo, la inflación tienen las decisiones referidas a los flujos y a los stocks. Más específicamente, las diferentes naturaleza y velocidades que tienen las referidas decisiones.

–Explíquese.

–Pensemos en la balanza de pagos de un país. Las exportaciones no aumentan significativamente de la noche a la mañana; aún el descubrimiento de un yacimiento de un producto exportable, lleva su tiempo hasta que comienza la operatoria. En cambio, tanto el ingreso como salida de capitales financieros se produce de la noche a la mañana, causando serios problemas en la economía real. Con la relación euro/dólar por debajo de 1 a 1, cualquier fabricante de queso de Francia era felicitado por las autoridades; con la relación 1,50 a 1, utilizando la misma tecnología, era calificado como ineficiente.

–¿Está usted diciendo que la situación económica de los seres humanos está a merced de los movimientos de stocks?

–Personalicemos, para entender. La situación económica de muchos seres humanos está a merced de las decisiones de otros seres humanos, tenedores de títulos y acciones. El caso de Estados Unidos, hoy, es muy claro al respecto. ¿Vio que hace unos días el presidente Donald Trump decidió “poner en pausa” la pulseada arancelaria que mantiene con buena parte del resto del mundo?

–Lo vi.

–Pues bien, la decisión no tuvo nada que ver con la lógica comercial internacional, es decir, flujos de importaciones y exportaciones, sino con el hecho de que el impacto de los referidos anuncios sobre las cotizaciones de las acciones y los títulos públicos en Estados Unidos hicieron que buena parte de la población se sintiera 15% más pobre que pocos días antes; y si –siguiendo a Pigou– incluimos el valor de la riqueza entre los determinantes del consumo agregado tiene que haber disminuido la demanda de mercaderías durables. Porque cuando la gente se siente más pobre, sigue comiendo pero demora el reemplazo de los autos y los artefactos del hogar.

–¿Cómo harán los países económicamente más desarrollados para disminuir su deuda pública?

–Usted me pregunta por el valor real, o poder adquisitivo, de los títulos de la referida deuda. Pues bien, hay dos métodos: superávit fiscal o inflación. Lo primero es impensable: está bien, como ocurre en la Argentina, que el sector público genere suficiente superávit fiscal para pagar los intereses de la deuda pública, pero no los vencimientos. La jugada del actual gobierno es que la mejora de la calificación del riesgo de la deuda pública posibilite que los inversores institucionales puedan comprar títulos, que ello mejore las cotizaciones, ergo baje el riesgo país y por consiguiente aumenten las chances de la renovación voluntaria de la deuda pública que vence.

–La otra alternativa es la inflación.

–Si, pero mejor que no lo intenten. Un economista, cuyo apellido no recuerdo, dijo que su propuesta para el undécimo mandamiento era: “No comenzarás una inflación”; propuesta que ustedes, argentinos, deberían patrocinar. Todo lo cual sugiere que, por el momento, seguiremos así, pero sabiendo que, desde el punto de vista de la política económica, es mucho más difícil manejar la situación cuando los stocks son importantes, que cuando sólo operan los flujos.

–Don Jean, muchas gracias.