La dignidad en saldo
El poder político en España ya hace tiempo que está vendido y endeudado mientras que la dignidad, devaluada desde hace muchos meses, ya se halla en saldo.

El poder político en España ya hace tiempo que está vendido y endeudado mientras que la dignidad, devaluada desde hace muchos meses, ya se halla en saldo. Hay muchos y elocuentes ejemplos, empezando por la debilidad a la hora de venderse de un presidente socialista, que denigra la ideología y seriedad de su partido para mantenerse una semana más como huésped temporal en el palacio de la Moncloa. "¡Qué breves son ahora las semanas!", quizás se lamenta, "pasa una volando y enseguida empieza otra con un nuevo escándalo, incluso familiar".
El cinismo de Sánchez de estar comprando municiones a Israel -uno de los países con la industria militar más desarrollada- al mismo tiempo que ha reconocido de manera unilateral al Estado palestino y ha apoyado al terrorismo reconocido por el resto de Europa de Hamás son datos que sonrojan a la mayor parte de los españoles. Pedro Sánchez paga este trance que nos hace sufrir con la imposibilidad de salir a la calle ante el miedo cobarde de que le abucheen. Por eso últimamente escapa de la DANA y viaja más al extranjero.
Los ejemplos de indignidad oficial son tantos y ya nos tienen tan acostumbrados a la gravedad que amenazan con contagiarnos a los ciudadanos de a pie. El ejemplo más reciente es el de Marlaska, ministro del Interior desde hace varios años, y que esta pasada semana ha sido desautorizado por el presidente al ser obligado a pasar por la vergüenza de tener que rescindir el mencionado contrato con Israel, con un costo grave para el prestigio nacional y miles de euros que tendremos que escotar todos por incumplimiento de contrato, lo cual deja su dignidad por los suelos.
Solo la dimisión irrevocable le habría liberado a Marlaska de este trauma que le estigmatiza para toda la vida, pero ha preferido poner la dignidad en saldo derrochando su imagen de juez honorable y político serio frente a otros miembros de un entramado institucional que tragan carros y carretas por conservar un mes más los sueldos seguros que perciben sin antes haber concluido con éxito unos estudios y luego haber desempeñado un trabajo que no sea solo el de pegar carteles.
Algunas veces la gente pregunta por qué a estas alturas de una legislatura surrealista, llena de decisiones rayanas con la Constitución y atentatorias contra la normalidad institucional, el presidente, cuyo desprestigio ya traspasa fronteras, no presenta su dimisión, ahora que el CIS le anticipa perspectivas de éxito, y sin embargo prefiere aferrarse a los despilfarros del poder que le queda. Pero la realidad es otra, si Pedro Sánchez se creyese las previsiones de votos que anticipa el CIS seguramente no lo dudaría, tonto no es. Pero la realidad es que ni el propio Sánchez se cree los resultados que le augura Tezanos.