José Carlos Ruiz : «Un filósofo y matemático asciende mejor de lo concreto a lo abstracto»
Tiene calentito en las librerías 'Una mujer educada' (Destino), su séptimo libro y el primero en el que se adentra en el género de la novela. José Carlos Ruiz (Córdoba, 1975) es uno de los grandes divulgadores de la Filosofía en España, posición al que lo catapultó la publicación en 2018 de 'El arte de pensar' (Berenice). -Las dos primeras referencias que se me han venido a la mente con su nuevo libro, antes de empezar a leerlo, han sido 'Ética para Amador' y 'El mundo de Sofía'. -Estos dos libros que cita tienen que ver con el mío pero de una manera negativa. -Ah, ¿sí? -Porque eran lo que no quería hacer. -Qué quiere decir. -Porque 'Ética para Amador' es un libro de ética universal, un ensayo filosófico en el que el autor, Fernando Savater, le explica a su hijo qué es la ética; y mejorar eso es muy difícil a nivel divulgativo. Y, luego, 'El mundo de Sofía' fue un éxito mundial: se trata de una novela en la que lo importante es la Filosofía, no los personajes. Cuando me planteé mi libro, en el que estuve trabajando dos años y medio, lo que tenía muy claro era que quería hacer algo que no estuviese en el mercado editorial, que no existiera. Por eso me propuse trabajar los personajes, es decir, que la protagonista de la novela tuviese su propia identidad que evolucionara, que el cuidador tuviera su identidad que evolucionaria. Pero si hablamos de influencias en mi libro le diré que es Séneca. Lo dice la propia protagonista de la historia. -Eva. -Sí. Ella tiene muy claro que las cartas que le va a dedicar a su hija son un homenaje a las que Séneca le escribió a Lucilio. -A Eva le acaban de diagnosticar un cáncer con muy mala pinta con poco más de cuarenta años. Y su hija se llama Lucía. -Sí. Cáncer terminal. El nombre de Lucía viene de 'Cartas a Lucilio'. Son, como digo, trece cartas para despedirse. -En ellas toca temas como el perdón, la seducción, la culpa, el castigo, el erotismo, la tristeza, la crueldad... Y temas tan actuales, tan universales y tan atemporales como son la soledad, la enfermedad, la cercanía de la muerte, los cuidados paliativos, la compasión, el aborto, el acoso escolar, la dependencia... -Sí, el objetivo era que el lector de la novela, cuando empezara, entrase en la historia, que se quedase seducido por ella y quisiera seguir conociendo a los personajes y qué les pasaba. Y en ese proceso de lectura es donde intento atrapar de alguna manera la atención del lector y voy dejando una semilla filosófica de los temas que afectan universalmente a cualquier persona en cualquier momento. Por ejemplo, la soledad. -Sí, he visto que se extiende sobre ella. -Es inevitable que la soledad forme parte de la condición humana. Da igual cuándo la mires, hace 2000 años o en la contemporaneidad. Pero ocurre que la soledad contemporánea tiene una singularidad que no tendría la soledad romana o la soledad griega. Entonces, en las recomendaciones que Eva le hace a su hija sobre cómo afrontar la soledad en el siglo XXI le deja su propio relato biográfico, pero también le da reflexiones de algún filósofo que le puedan ayudar a comprender mejor qué es la soledad. Uno de los consejos que le da Eva a su hija es algo que a mí me ha martilleado, y es que la pedagogía de la soledad ha dejado de hacerse. Es decir, estamos muy obsesionados con educar en que seamos personas sociables y que seamos gente cívica. Nosotros somos seres sociables desde el inicio, porque si no te mueres, ya que vas a necesitar el cuidado de otros en la fase inicial de la vida y en la fase final. Entonces la sociabilidad, digamos, es consustancial a nuestro género. Ahora, lo que habría que educar de alguna manera es a vivir la soledad de otra manera. -Porque también puede ser nutritiva… -Sí... Tienes que buscar que desde pequeño esos momentos de soledad en los que el niño va trabajándose a sí mismo, y encuentra nutrición en los procesos de soledad. -Hay en el texto una reivindicación de que la Filosofía debe estar presente en nuestra vida, ¿no? -Sí, sí, sin lugar a dudas. De hecho, hay algo muy singular en esta novela, que no la suele tener casi ninguna novela, que es un subtítulo: 'Toda la sabiduría del mundo en una novela'. Además, incluyo una bibliografía al final con cada uno de los temas que toca Eva. -Es usted ambicioso con lo de 'Toda la sabiduría del mundo', ¿no cree? -Sí, el subtítulo es ambicioso, pero tiene como objetivo que cuando tú te metas en la novela y termines comprendas por qué Eva, que tiene 43 años, es catedrática de Filosofía, jovencísima y brillante, lo que hace es volcar toda su sabiduría en el legado que le deja a su hija, en esas trece cartas que le escribe. Para escribir la novela hablé con veintidós mujeres ciertas edades parecidas, muchas de ellas amigas, y alguna en una situación de cáncer terminal: les pedí que me dijesen cuáles eran los temas que les parecían más importantes en la etapa final de su vida. Algunas, madres solteras o divorciadas, me confesaron algo que a mí me agobió y que he intentado llevar a mi n
Tiene calentito en las librerías 'Una mujer educada' (Destino), su séptimo libro y el primero en el que se adentra en el género de la novela. José Carlos Ruiz (Córdoba, 1975) es uno de los grandes divulgadores de la Filosofía en España, posición al que lo catapultó la publicación en 2018 de 'El arte de pensar' (Berenice). -Las dos primeras referencias que se me han venido a la mente con su nuevo libro, antes de empezar a leerlo, han sido 'Ética para Amador' y 'El mundo de Sofía'. -Estos dos libros que cita tienen que ver con el mío pero de una manera negativa. -Ah, ¿sí? -Porque eran lo que no quería hacer. -Qué quiere decir. -Porque 'Ética para Amador' es un libro de ética universal, un ensayo filosófico en el que el autor, Fernando Savater, le explica a su hijo qué es la ética; y mejorar eso es muy difícil a nivel divulgativo. Y, luego, 'El mundo de Sofía' fue un éxito mundial: se trata de una novela en la que lo importante es la Filosofía, no los personajes. Cuando me planteé mi libro, en el que estuve trabajando dos años y medio, lo que tenía muy claro era que quería hacer algo que no estuviese en el mercado editorial, que no existiera. Por eso me propuse trabajar los personajes, es decir, que la protagonista de la novela tuviese su propia identidad que evolucionara, que el cuidador tuviera su identidad que evolucionaria. Pero si hablamos de influencias en mi libro le diré que es Séneca. Lo dice la propia protagonista de la historia. -Eva. -Sí. Ella tiene muy claro que las cartas que le va a dedicar a su hija son un homenaje a las que Séneca le escribió a Lucilio. -A Eva le acaban de diagnosticar un cáncer con muy mala pinta con poco más de cuarenta años. Y su hija se llama Lucía. -Sí. Cáncer terminal. El nombre de Lucía viene de 'Cartas a Lucilio'. Son, como digo, trece cartas para despedirse. -En ellas toca temas como el perdón, la seducción, la culpa, el castigo, el erotismo, la tristeza, la crueldad... Y temas tan actuales, tan universales y tan atemporales como son la soledad, la enfermedad, la cercanía de la muerte, los cuidados paliativos, la compasión, el aborto, el acoso escolar, la dependencia... -Sí, el objetivo era que el lector de la novela, cuando empezara, entrase en la historia, que se quedase seducido por ella y quisiera seguir conociendo a los personajes y qué les pasaba. Y en ese proceso de lectura es donde intento atrapar de alguna manera la atención del lector y voy dejando una semilla filosófica de los temas que afectan universalmente a cualquier persona en cualquier momento. Por ejemplo, la soledad. -Sí, he visto que se extiende sobre ella. -Es inevitable que la soledad forme parte de la condición humana. Da igual cuándo la mires, hace 2000 años o en la contemporaneidad. Pero ocurre que la soledad contemporánea tiene una singularidad que no tendría la soledad romana o la soledad griega. Entonces, en las recomendaciones que Eva le hace a su hija sobre cómo afrontar la soledad en el siglo XXI le deja su propio relato biográfico, pero también le da reflexiones de algún filósofo que le puedan ayudar a comprender mejor qué es la soledad. Uno de los consejos que le da Eva a su hija es algo que a mí me ha martilleado, y es que la pedagogía de la soledad ha dejado de hacerse. Es decir, estamos muy obsesionados con educar en que seamos personas sociables y que seamos gente cívica. Nosotros somos seres sociables desde el inicio, porque si no te mueres, ya que vas a necesitar el cuidado de otros en la fase inicial de la vida y en la fase final. Entonces la sociabilidad, digamos, es consustancial a nuestro género. Ahora, lo que habría que educar de alguna manera es a vivir la soledad de otra manera. -Porque también puede ser nutritiva… -Sí... Tienes que buscar que desde pequeño esos momentos de soledad en los que el niño va trabajándose a sí mismo, y encuentra nutrición en los procesos de soledad. -Hay en el texto una reivindicación de que la Filosofía debe estar presente en nuestra vida, ¿no? -Sí, sí, sin lugar a dudas. De hecho, hay algo muy singular en esta novela, que no la suele tener casi ninguna novela, que es un subtítulo: 'Toda la sabiduría del mundo en una novela'. Además, incluyo una bibliografía al final con cada uno de los temas que toca Eva. -Es usted ambicioso con lo de 'Toda la sabiduría del mundo', ¿no cree? -Sí, el subtítulo es ambicioso, pero tiene como objetivo que cuando tú te metas en la novela y termines comprendas por qué Eva, que tiene 43 años, es catedrática de Filosofía, jovencísima y brillante, lo que hace es volcar toda su sabiduría en el legado que le deja a su hija, en esas trece cartas que le escribe. Para escribir la novela hablé con veintidós mujeres ciertas edades parecidas, muchas de ellas amigas, y alguna en una situación de cáncer terminal: les pedí que me dijesen cuáles eran los temas que les parecían más importantes en la etapa final de su vida. Algunas, madres solteras o divorciadas, me confesaron algo que a mí me agobió y que he intentado llevar a mi novela, y es '¿Qué sería de mi hija si a mí me pasara algo?' -Esto de lo que habla es un sentimiento universal, ¿no? -Sí, pero en este caso hablamos de madres solteras. -Hay una frase que he subrayado del libro, sobre la página 70, que dice que acompañar a una persona moribunda no es fácil. -No, no es fácil. Y de hecho creo que usted se ha detenido en el párrafo del que me siento más orgulloso, que es el comienzo del Capítulo IV. Es un párrafo muy cuidadoso con los detalles, con los adjetivos... ¿Qué es lo que me interesa a mí del moribundo? Pues que ya se deja de caretas, se deja de máscaras, y entonces se vuelca con la honestidad completa. Esto parte de experiencias personales mías, de familiares a los que he visto que cuando les ha llegado una enfermedad mortal y les han visto ya las orejas al lobo resulta que de repente cambian y se vuelcan emocionalmente hacia las personas que tienen a su alrededor, porque ya saben que les queda poco. Ese cambio a mí me revela mucho, porque pienso qué necesidad hay de que te llegue este momento vital para que tú le digas a los demás que los quieres, que los echas de menos, para que pidas perdón. ¿Por qué hacemos tan mal este proceso de transición? Ésa es la pregunta. -Igual habría que tener más en la mente a diario que la muerte nos va a llegar a todos. ¿No cree? -No voy a decir que esto sea un tabú, pero sí creo que es un tema del que no se ha reflexionado suficiente. -Eva, la protagonista de su novela, sufrió acoso escolar. El sindicato CSIF de Córdoba ha vuelto a alertar de este mal en las aulas hace unas semanas. Es una lacra que no va a menos. -Yo creo que ahora se duplica con las redes sociales: los instrumentos para acosar han llegado a una dimensión exponencial. El acoso vivencial, el físico, el que requiere que tú estés delante, es un acoso que puede tener un testimonio de reparación inmediato, y hay gente que puede interponerse, hay gente que puede ser testigo, y yo creo que eso poco a poco se va educando en algunos centros: se va educando a que la comunidad es la responsable del acoso, no tanto el sujeto que acosa, sino el resto que lo mira y hace oídos sordos. Y de hecho, ella [Eva] habla en algún momento del tema del acoso relacionándolo con la culpa. Ahora, ser humillado o acosado a través de una red social significa que ya no se queda en el ámbito de lo local, porque la red está abierta a millones de usuarios. Y luego, el acoso se queda ahí, hay un registro gráfico que puede estar pululando 'ad aeternum' por todos los sitios. Eso me parece de una crueldad bárbara. Y ahí quizás la legislación tendría que ser infinitamente más rápida y más estricta en trabajar esto. -No puedo evitar la pregunta. ¿Qué le parece que el nuevo Papa haya estudoado Filosofía? -Y Matemáticas… Yo es que creo que la formación que ha de tener alguien que se dedique a lo espiritual tiene que tener a la Filosofía por base. Ratzinger, por ejemplo, era un filósofo que tenía tratados muy potentes en la materia. Entiendo que el lado existencial del ser humano tiene que ir de la mano del lado espiritual, y no hablo del lado religioso, hablo del lado espiritual. Estoy seguro de que alguien que tiene una formación en Matemáticas y Filosofía desarrolla una capacidad de ascender de lo concreto a lo abstracto infinitamente mejor que otros, porque en Filosofía se manejan las ideas y los conceptos, y en Matemática las abstracciones más fuertes que hay. De hecho, nosotros empezamos en la Universidad de Córdoba en septiembre un nuevo grado que une Filosofía y Matemáticas. -Las empresas que trabajan con Inteligencia Artificial se rifan a los alumnos con ese doble grado que cita. -Ahora se está buscando un perfil de profesional que pueda manipular o comprender los algoritmos pero que comprenda también los ecos, por ejemplo éticos. Los sesgos de las programadoras y del algoritmo están muy condicionados, y meter a alguien que tenga un conocimiento humanístico para que cuando se diseñe el algoritmo tenga en cuenta las cuestiones estéticas, las cuestiones éticas, es fundamental. El problema viene cuando tú estás dejando que el mundo contemporáneo esté diseñado por gente que no tiene conciencia de esos sesgos y que tampoco hace nada porque haya una diversidad integrada. -Hace unos años, con motivo de la presentación de otro libro, declaró en una entrevista en este periódico que lo que usted hacía era «ayudar a elegir». -Lo que intento es analizar los elementos que configuran los procesos de elección en un sujeto, que tiene mucho que ver con la base del pensamiento crítico, y a veces no tomamos conciencia de cuáles son esos elementos. Ayudar a elegir es ayudar a pensar.
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