Gilo y Ben, Detectives de lo Inexorable

En el caótico despacho de Gilo & Ben, el absurdo es la única ley que importa. «Gilo», un detective cuya inteligencia rivaliza con la terquedad de su bigote y «Ben», su ayudante especializado en teorías conspiranoicas y malentendidos épicos, se enfrentan a casos tan ridículos como inexplicables:
…desde el robo de una colección de silbidos, la desaparición del método científico, el Zombi desdentado o el filósofo que no dudaba. Con la ayuda de Marga, una secretaria cuyo sarcasmo podría derretir acero, este dúo resolverá casos imposibles en un mundo donde la lógica brilla por su ausencia, los mapas se convierten en albóndigas y las focas trompetistas podrían ser la clave de todo.
Este manuscrito fue rechazado por diecisiete editoriales antes de ser aceptado por la actual, que lo publicó cuando descubrieron que el autor era el propio dueño.
Los derechos de adaptación cinematográfica fueron vendidos por la módica cantidad de tres euros y un kebab.
Por cada ejemplar vendido, el autor promete plantar un árbol. Hasta ahora ha plantado medio bonsái en una maceta de yogur. Las ventas no van bien.
¿Y qué encontrarán aquí? Un universo donde los cerdos polinizan flores, las mariposas devoran bellotas, la lógica se ha ido de vacaciones y las palabras a misa. Un ¡trágame tierra! Pero escúpeme en Canarias.
Si buscas profundidad filosófica, personajes redondos o un final que no parezca escrito por un mono con sueño… cierra este libro ahora mismo. Pero si quieres reírte de todo, incluido del autor, abre la primera página y deja que el caos te abrace como un viejo amigo que nunca supo dónde poner los puntos sobre las comas.

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BIO DEL AUTOR

El autor nace en la frontera entre Trujillo del Melonar y Checoslovaquia, el año que fallece Bruce Lee. Él siempre ha defendido que es la reencarnación del maestro del “Jeet Kun Do” 截拳道. Pero nunca nadie le ha visto dar una patada voladora. Solo una vez le dio una patada a un balón en la playa de Torremolinos, y resultó que era la cabeza un niño pequeño; que por tal desgraciado accidente no pudo estudiar ciencias y acabó haciendo carrera política.  A los 42 años, publicó su primer relato, un texto tan plagado de faltas de ortografía que el corrector automático solicitó una excedencia por «burnout gramatical» pidiendo dos días libres. Desde entonces, ha dedicado su vida a escribir obras que desafían las leyes de la coherencia, la sintaxis y el buen gusto. Ha publicado otros artículos y ensayos con el mismo éxito que tendrá este. Pero dice que tiene la necesidad de escribir y de reírse mientras lo hace. Cuando no está escribiendo, dedica su tiempo a coleccionar piedras con forma de políticos españoles. Su colección incluye decenas de ejemplares, aunque la mayoría son simplemente piedras normales a las que ha dibujado caras con rotulador permanente. Sus manuscritos originales están escritos en servilletas de bar, tickets de compra y ocasionalmente en las paredes de baños públicos. Su editor mantiene un equipo de ‘cazadores de textos’ que recorren establecimientos buscando posibles fragmentos de su próxima obra maestra. Mantiene un ritual creativo que consiste en escribir con los ojos cerrados mientras escucha el sonido de una lavadora centrifugando. Asegura que este método le conecta con el ‘cosmos narrativo absurdo’, aunque su terapeuta opina diferente.

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