Lleva tiempo encampanada la Sevilla biempensante, valga la redundancia, con la popularidad de unos vídeos etiquetados en las redes sociales como #papagorda, un fenómeno que visibiliza hasta la viralidad –toma neolenguaje al pelo– al borracho que pasea por la Feria, o más bien al que de ella sale, en trance vergonzante. La idea es horrible, una niñatada propia de estos tiempos de piterpanes estúpidos con móvil 5G, porque el ebrio tiene el mismo derecho que el abstemio a ver preservada su intimidad y la autoridad ya amenaza con cuantiosas multas a los graciosetes que graben y difundan imágenes del tajarina tambaleante. Ha tenido que pasar varios años de exposición pública gratuita para que se ponga coto al desafuero o, al...
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