Francisco Papa, grande desconcierto

Cuando el cónclave —suma de los cardenales con derecho a voto, es decir de edades inferiores a los 80 años—, en su tercera votación celebrada el 13 de...

Abr 22, 2025 - 05:05
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Francisco Papa, grande desconcierto

Cuando el cónclave -suma de los cardenales con derecho a voto, es decir de edades inferiores a los 80 años-, en su quinta votación celebrada el 13 de marzo de 2013, eligió con mayoría de dos tercios al arzobispo de Buenos Aires, el jesuita Jorge Mario Bergoglio argentino de 76 años, como Papa, el desconcierto fue grande. Enseguida el cardenal decano procedió a su proclamación conforme a la fórmula lacónica del Annuntio vobis gaudium magnum, habemus Papam, seguida del nombre con el cual el recién elegido deseaba ejercer su pontificado. A continuación, Francisco dirigió el primer saludo a los fieles, congregados desde la víspera a las puertas de la Basílica en espera de la fumata blanca. Su breve alocución le permitió subrayar que sus hermanos, los cardenales electores, se diría que habían ido a buscar al sucesor de Pedro casi al fin del mundo o, si se prefiere, al Nuevo Mundo, el área donde mejor han enraizado los valores cristianos, los derechos y las libertades públicas. Eran unas breves palabras impregnadas de eurocentrismo, que daban cuenta de la deferencia que brindaba un periférico a los de siempre.

Repetimos, el desconcierto por la elección de Francisco fue grande porque no había costumbre ni de que un Papa como su predecesor Benedicto XVI abdicara renunciando al solio pontificio, ni de que la elección del sucesor por el Cónclave recayera en un miembro de la Compañía de Jesús, ni de que fuera originario del hemisferio Sur. En cuanto al nombre de Francisco, con el que deseaba reinar, desprendía un perfume que fue enseguida percibido como una declaración de principios, que le alejaba de la sombra proyectada por sus antecesores y le alineaba con el ejemplo singular del poverello de Asís. En todo caso, el nombre elegido, sin antecedentes, inauguraba una serie que parecía fortalecer el compromiso de la Iglesia Católica con la humildad, visibilizar su opción en favor de los pobres y los migrantes, y promover el diálogo con personas vulnerables de diferentes periferias.

El Papa Francisco iniciaba su pontificado con la adopción de algunas decisiones y pronunciamientos llamativos. Por ejemplo, la renuncia a instalarse en los apartamentos pontificios, rompiendo con una tradición que se remontaba 110 años atrás cuando en 1903 Pío X instaló allí por vez primera su residencia, en la que han vivido desde entonces todos los Papas que vinieron, hasta que Francisco anunció por sorpresa que seguiría residiendo en Casa Santa Marta donde había estado alojado durante el cónclave, sin perjuicio de utilizar los apartamentos de referencia para encuentros oficiales. A partir del 1 de octubre de 2013, cuando apenas habían transcurrido seis meses desde su elección, Francisco puso también en marcha el G-8 de la Iglesia, Consejo de ocho cardenales nombrados con la encomienda de analizar la reforma de la Curia vaticana a la que había calificado como “la lepra del papado”.

En la primera entrevista con Eugenio Scalfari, publicada en el diario La República, Francisco apuntaba que los cardenales designados para constituir el Consejo que debía asesorarle en las reformas, no eran cortesanos sino personas sabias, animadas por sus mismos sentimientos y que representaban el inicio de una Iglesia con una organización no sólo vertical sino también horizontal. Francisco consideraba que la Curia era Vaticano-Céntrica porque se ocupaba de los intereses del Vaticano y olvidaba el mundo que le rodeaba. El Papa decía no compartir esta visión y se comprometía a hacer todo lo posible para cambiar esa orientación insistiendo en que “la Iglesia tiene que volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos y los obispos deben estar al servicio del pueblo de Dios". Al inicio de su pontificado Francisco se mostraba crítico con épocas pasadas cuando "los jefes de la Iglesia habían sido a menudo narcisistas, adulados por sus cortesanos".

Para Francisco la Curia era Vaticano-Céntrica porque se ocupaba de los intereses del Vaticano y olvidaba el mundo que le rodeaba

Quería que los sacerdotes tuvieran "olor a oveja y sonrisa de padres”, que evitaran la "cara de vinagre" y que no fueran "pastores aburridos". Sobre su visión de la Iglesia, explicaba que no se debía basar en el "proselitismo" sino "en escuchar las necesidades, las desilusiones, la desesperación y dar esperanza a los jóvenes y ayudar a los viejos, abrir al futuro y difundir el amor. Ser pobres entre los pobres". A su entender en el Concilio Vaticano II se decidió "mirar al futuro con espíritu moderno y abierto, que significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes", pero reconocía que hasta ahora se había hecho poco y anunciaba que él por su parte tenía la humildad y la ambición de llevar a la Iglesia por ese camino hacia la modernidad. En ese sentido hay que reconocerle la designación de algunas mujeres como sor Petrini para ocupar puestos de responsabilidad en la Curia, su actitud radical frente a la pederastia, en especial cuando ha tenido puntos de tangencia con la clerecía.

Se ha querido ver en el Papa Francisco alguna nota de populismo tiznado de peronismo, capaz de favorecer la sintonía por ejemplo con la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz y de transparentar cierta animadversión al Opus Dei, prelatura que ha rehuido plantarle cara prefiriendo limitarse, como ya hizo su fundador cuando Pablo VI, a pedir que se rezara por el Papa… y por su sucesor. A Francisco le ha faltado una visita a Kiev para abrazarse con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana autocéfala Epifaniy, en un gesto de fraternidad ecuménica ofrecido al servicio de la paz. En todo caso, como escribió Cyril Connolly, “la Iglesia, cuando ha sido lo bastante fuerte para hacerlo, ha traicionado sus principios espirituales”. Una tentación que este Papa, más de una vez, no ha sabido o podido superar.

A Francisco le ha faltado una visita a Kiev para abrazarse con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, en un gesto que, tal vez, hubiera podido prestar un servicio a la paz

Para ambientarse en estos días de preparación y convocatoria del Cónclave se recomienda la película El Cónclave dirigida por Edward Berger y basada en la novela homónima de Robert Harris. También puede ser de gran ayuda para saber de qué va el Vaticano por dentro la lectura de El loco de Dios en el fin del mundo de Javier Cercas. En estas ocasiones fúnebres o de proclamación es cuando luce mejor la superioridad de la televisión y se comprueba que sólo hay dos liturgias relevantes: la eclesiástica y la militar.