Sueño que sueño con ella

Me confesó que era el único hombre con quien se había planteado ser madre, ella tan guapa y lista, “que se merecía un príncipe o un dentista”. Yo le decía que era la única mujer por la que hubiera tenido el arrojo de tatuarme, quizás una estrella de mar, quizás una caracola. Al final, ni... Leer más La entrada Sueño que sueño con ella aparece primero en Zenda.

Abr 23, 2025 - 00:54
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Sueño que sueño con ella

Cuantas más cosas he de hacer, más me doy cuenta de todo lo que no quiero hacer. Cuanto más sueño con ella, más me enredo en un sueño donde sueño que sueño con ella, o en soñar, como cantaba Iván Ferreiro, con lo que ella sueña. Como cuando me despierto en mitad de la noche y la sigo soñando por qué la sigo pensando. Como cuando le contaste que soñaste con ella y una isla, y ahora sabes que tu única certeza es fugarte a esa isla.

Me confesó que era el único hombre con quien se había planteado ser madre, ella tan guapa y lista, “que se merecía un príncipe o un dentista”. Yo le decía que era la única mujer por la que hubiera tenido el arrojo de tatuarme, quizás una estrella de mar, quizás una caracola. Al final, ni bebé ni un mísero garabato en la piel, tan solo nuestras fotos perdidas en la nube, los libros con sus dedicatorias escritas con tinta invisible, el armario huérfano de su olor y la pobre caracola —¡hola caracola!— que encontramos en aquella isla como resto del naufragio.

Nuestras diferencias de criterio no eran distintos puntos de vista, eran distintos puntos de fuga. Lo malo no fue dejarnos, lo malo fue permitir que nos perdiéramos.

"Te dices con pesar que con los libros ocurre como con los grandes amores: que lo difícil es acertar con el siguiente"

Atrincherado tras las gafas de sol paseo por la orilla de la playa y observo el pálpito de la vida. Niños que saltan las olas sin cansarse nunca de jugar con las olas; padres que portan orgullosos y felices a sus bebés en sus hombros; jóvenes que se vacilan con la pelota en interminables partidos; lectores inmersos en las páginas de sus libros como si la verdadera vida estuviera en esas páginas; amantes que se recrean en sus miradas y risas cómplices tumbados bajo el sol mientras, lentamente, esparcen granos de arena en el cuerpo del otro… Hombres como yo que se esconden, como yo, de los cuerpos ajenos y de la mirada propia cuando no hace tanto —qué efímera la belleza, qué efímera la espuma de los días— era quien, feliz, construía con sus hijas castillos de arena y extendía, con precisión quirúrgica, la crema solar a lo largo de su espalda kilométrica, sinuoso mapa que abría las compuertas del deseo. El que jugaba con ella a las palas y se le agarraba debajo de las olas como un pulpo asustado.

Coges libros con ganas, pero enseguida quieres terminarlos para volver a tener ganas con el siguiente. Te dices con pesar que con los libros ocurre como con los grandes amores: que lo difícil es acertar con el siguiente. Llegan las ansiadas vacaciones y acabas cansándote de las dichosas ansiadas vacaciones. Acaso ocurre con las personas, con el amor y con la propia vida: la obsolescencia programada de las relaciones. Entre la prudencia y el deseo se traza una pequeña línea discontinua que a veces nos sirve para adelantar y otras para quedarnos quietos.

"Cuantas más cosas he de hacer, más me doy cuenta de todo lo que no quiero hacer"

Nunca te enseñó León, pero sí llegasteis a Astorga. “Dura ha de ser la vida hasta el instante/en que veles tu memoria en este espejo”, escribió Juan Luis Panero. “Yo, que pierdo la vida cada noche/y el horror de ser yo me decapita”, gritó Leopoldo María. “En la vida se puede ser de todo menos un coñazo”, sentenció Michi, el escritor que jamás escribió un libro, pero mucho más escritor que tantos otros que publican.

Cuantas más cosas he de hacer, más me doy cuenta de todo lo que no quiero hacer. Cuanta más memoria tengo, más recuerdo olvidarme de quien me olvidó. Cuanto más sueño que sueño con ella, más me enredo y desvelo.

Pedro Mairal escribió que, si no puedes con la vida, prueba con la vidita.

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