¿Es la Sábana Santa, la reliquia más famosa del cristianismo, un fraude medieval?

No hay ni una sola mención del sudario de Turín hasta mediados del siglo XIV

May 4, 2025 - 05:44
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¿Es la Sábana Santa, la reliquia más famosa del cristianismo, un fraude medieval?

Si te acercas desde la historia, llegas a la conclusión de que es un fraude. Bajo el prisma del arte, es un bonito fraude. Si recurres al análisis científico —como la datación por carbono 14—, ratificas el fraude. Fraude que ni los evangelios respaldan. Fraude que se venera, que se exhibe, que se explota. Fraude convertido en reliquia, negocio y mito. Confirmado en varias ocasiones como una falsificación medieval por la propia Iglesia, la Sábana Santa es a la vez objeto de culto y negocio envuelto en lino. Un valor al alza, no solo para las arcas turinesas, sino  para esa legión de periodistas esotéricos que han hecho de ella una lucrativa franquicia del misterio.

La Sábana Santa, la Santa síndone o el sudario de Turín es un lienzo de lino de 4,4m x 1,1 m que muestra las imágenes frontal y trasera de un hombre aparentemente crucificado. Su historia documentada comienza en el siglo XIV, cuando el caballero Geoffroy de Charny la expuso públicamente en Lirey, Francia, hacia 1355, sin detallar nunca el origen de la pieza. Aunque atrajo la devoción popular, pronto surgieron sospechas: en 1389, el obispo de Troyes denunció al papa de Avignon Clemente VII que la Sábana era una falsificación, supuestamente confesada por el propio artista que la pintó. 

En un extenso informe, el obispo detallaba al papa la verdadera motivación del deán de Lirey: “consumido por la pasión de la avaricia, y no por ningún motivo de devoción sino sólo de ganancia, adquirió para su iglesia un cierto lienzo hábilmente pintado, en el que, mediante un hábil juego de manos, estaba representada la doble imagen de un solo hombre, es decir, la parte trasera y la delantera, declarando falsamente y fingiendo que este era el sudario real en el que nuestro Salvador Jesucristo fue envuelto en la tumba”

Aunque el papa permitió su veneración, prohibió afirmar que era el verdadero sudario de Cristo. A pesar de la controversia, el culto no cesó. En el siglo XV, el lienzo pasó a manos de la Casa de Saboya y se trasladó a Chambéry, donde en 1532 sufrió un incendio que dejó marcas aún visibles. En 1578, fue llevado definitivamente a Turín, donde permanece hasta hoy.

La relación entre este sudario y otras supuestas reliquias como el Mandylion de Edesa son burdos intentos de remontar la aparición histórica de la tela de Turín. Ninguna de las teorías se sostiene y llegan a pasar por alto las propias descripciones físicas de los artefactos. Sin ir más lejos, en el caso más repetido del Mandylion, la tradición habla de una tela que muestra solo el rostro de Cristo. Inventos indocumentados en los que muchos de estos periodistas y escritores de misterios invocan aventuras de los templarios, ese comodín que luce extraordinariamente bien en este tipo de teorías extravagantes. 

Reliquia medieval

El único milagro generado por la Sábana Santa está relacionado con aquel de los panes y los peces. Desde que fue confeccionada 13 siglos después de la muerte de Jesús, esta tela ha demostrado ser una fructífera gallina de oro para sus propietarios. Este es su contexto, el auge de las reliquias medievales con las que cada población o casa iglesia competía con la vecina para atraer a un mayor número de fieles y potenciales donantes. Los kilos del madero de Cristo repartidos por el mundo, que no nos darían para el barco que decía Calvino, pero sí para amueblar un buen salón, son la mejor muestra de esta estafa con la que también pedían limosnas exhibiendo leche de la virgen María, hasta 14 prepucios de Jesús, alas de arcángel o suspiros del Espíritu Santo. 

En uno de los momentos más corruptos de la Iglesia, una de las modalidades de estafa fue la de los sudarios. El experto en desmontar asuntos paranormales, Joe Nickell, cita en sus obras que se llegaron a contabilizar 42 sudarios. Aquí en España el más conocido es el de Oviedo, que en alguna ocasión han tratado de vincular al paño de Turín con la intención de hacer un 2x1 en autentificación. 

La investigación científica 

Otros aspectos como el tipo de tejido, que el sudario sea una sola pieza o la propia representación anatómica de la figura también apuntan a la falsificación. La estampa sigue el canon pictórico que en la Europa medieval existía para representar a Cristo: el hombre maduro, barbado y con cabello largo que ha llegado a nuestros días. Sin embargo, este es un modelo iconográfico que no apareció hasta el siglo IV y que tardó otras centurias en imponerse en toda la cristiandad. Simple y llanamente, no tenemos ninguna certeza de cómo fue Jesús y sus primeras representaciones artísticas fueron las de un hombre sin barba, que como en el caso de la barba, seguían modelos de la época. Sospechosamente, el hombre del sudario de Turín y el del resto de sudarios replican esta representación. En la cuadratura del círculo de estas falsedades, algunos autores han llegado a dar la vuelta a la tortilla y sostener que el sudario fue el modelo para este cambio de modelo iconográfico. 

La historia ya había sido bastante demoledora con la autenticidad de la reliquia, pero llegó la ciencia para poner la puntilla a la Sábana. Diferentes pruebas de pigmentos concluyeron que la figura había sido pintada. El microscopista químico Walter McCrone , experto en la autenticación forense de documentos históricos y obras de arte concluyó en 1978 que la figura había sido pintada, no encontró ni una gota de sangre pero sí muestras de bermellón y rojo de rubia, pinturas utilizadas en la Edad Media. Es decir, la "sangre" era pintura. 

Una década después llegó otro mazazo para los creyentes de esta reliquia. En 1988, se llevó a cabo la prueba por radiocarbono en laboratorios de Reino Unido, Suiza y Estados Unidos. Las pruebas se realizaron en porciones de una muestra tomada de una esquina del sudario y se concluyó con un 95 % de certeza que el material databa de 1260 a 1390 d. C., fechas que coinciden con la primera aparición histórica del sudario. La Iglesia aceptó los resultados científicos pero manifestó que seguiría venerando la reliquia por seguir siendo un "objeto de culto de los fieles".

Todas estas pruebas fueron denostadas sin el más mínimo respaldo científico por los creyentes en la autenticidad de la pieza, básicamente personas muy vinculadas a la Iglesia, las distintas asociaciones de sindonología (grupos conformados con el claro sesgo de confirmar la autenticidad del sudario como el tejido que envolvió el cuerpo de Jesús) y los ‘amantes del misterio’. El contraargumento apuntaba, de nuevo sin ninguna base científica, a distintas contaminaciones de la muestra, que la ciencia también ha refutado. Estos grupos también promovieron su particular “ciencia devocional”, alentando análisis que se empeñaban en certificar que la tela databa de tiempos de Cristo e incluso había reposado en tierra palestina. En todos sus estudios se observa una clara dirección que busca certificar el "Made in Palestine. 1 d.C." Ninguno lo consiguió. Uno de los estudios más celebrados por los creyentes de la Sábana es el del criminólogo suizo Max Frei-Sulzer, quien afirmó haber identificado pólenes procedentes de Palestina, Estambul y la antigua Edesa, confirmando las escalas necesarias para vincular la tela de Turín con el Mandylion antes citado. El problema —más allá del entusiasmo por tan oportuno hallazgo— es que tanto su metodología como sus conclusiones fueron puestas en duda desde el principio, y análisis posteriores no hicieron sino reforzar la sospecha de que estábamos ante un montaje. Algo no del todo sorprendente viniendo de un investigador con un complicado historial de credibilidad.
 

Como es habitual en las esferas esotéricas, el descrédito a la ciencia vino acompañado de teorías paralelas tan fiables como leer los posos del café. La favorita de quien suscribe —y un clásico inmortal de los programas nocturnos con música inquietante de fondo— es la teoría según la cual la imagen se habría impreso en la tela gracias a una descarga energética ocurrida en el preciso instante de la resurrección. Algunos, con admirable temeridad, llegaron a hablar de radiaciones de carácter atómico, como si el sepulcro hubiera albergado no un cadáver, sino un pequeño Chernóbil. En cualquier repaso de la historia del sudario, estos periodistas del misterio, gigantesco oxímoron como señaló en este medio Luis Alfonso Gámez, ponen al mismo nivel las pruebas de Carbono 14 con chaladuras como la de la impresión atómica. 

En la dictadura del clickbait y del menosprecio por la Historia como ciencia rigurosa, la Sábana Santa es uno de los temas que más falsedades generan cada temporada. Cada año, como si de una tradición litúrgica se tratara, se renuevan estos experimentos dignos del Dr. Bacterio: ocurrencias pintorescas disfrazadas de ciencia que pretenden confirmar la autenticidad de la tela. El resultado es siempre el mismo: una avalancha de titulares sensacionalistas que contaminan el conocimiento histórico, empañando el valor real de una pieza que, incluso sin milagros ni resurrecciones atómicas, ya resulta fascinante por sí sola.