El vínculo de Francisco con la política local, un ida y vuelta de desplantes y elogios

Desde sus tiempos de monseñor Bergoglio, supo cultivar relaciones con todos los referentes locales que, de manera dispar, le plantearon sus discordancias y su respaldo.

Abr 21, 2025 - 15:33
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El vínculo de Francisco con la política local, un ida y vuelta de desplantes y elogios

Francisco, antes de ser Papa y como todo Jesuita, supo cultivar un perfil político desde que fue el padre Jorge, cuando supo ser monseñor Bergoglio, o cuando llegó a Roma para un cónclave con el secreto deseo de volver a Buenos Aires, al subte porteño, para hablarle de manera preferencial a los pobres, a los "descartados" de esa urbe "del fin del mundo". 

Eso, a los ojos de propios y extraños, era hacer política. En su segundo jueves santo como cardenal primado de la Argentina se había ido a lavar los pies de bebes, médicos y enfermeros a la populosa maternidad Sardá. Haría los mismo años más tarde con los presos de Roma, ya siendo Papa. 

Ese tipo de gestos, junto a su austeridad, le dio una exposición pública de la que él no gustaba. Su rostro se hizo público. Primero por oponerse a la Unión Civil promovida por el PRO de Mauricio Macri, después en un duelo discursivo con el por entonces presidente Néstor Kirchner. Las crónicas coinciden en destacar que, sin embargo, Bergoglio quiso encabezar la misa que se realizó en la Catedral Metropolitana mientras en Plaza de Mayo miles de personas lloraban al político santacruceño. 

También se recuerda que sus palabras fueron de elogio para con Kirchner. La intempestiva renuncia del Papa Benedicto XVI lo llevó a Roma. Ya había sido un papable la vez anterior, pero él se había encargado de desactivar la posibilidad. Esa vez ya no podría evitar que sus pares lo elijan obispo de Roma. 

Sur, fumata blanca y después

Salió al balcón a saludar, con su nuevo atuendo blanco, pero con sus zapatos negros, luego de haber rechazado los rojos que suelen usar los sucesores de Pedro. 

Le pidió a la multitud que rezara por él y el mundo católico comenzó a conocer a ese hombre que ahora sería el Sumo Pontífice. Los italianos, por aquellos días, celebraban su ascendiente. Dejaban atrás al frío Papa "tedesco" y abrazaban a uno que se les parecía. 

En Argentina, mientras tanto, reinaba la confusión. Un argentino saludando en un balcón era un símbolo de poder. Se alegraba el antikirchnerismo que quería imaginar en Francisco a un nuevo Juan Pablo II, un Papa que jugará fuerte en la política interna como lo hizo el polaco con Polonia. El Kirchnerismo reaccionó con esa misma lectura. Un grupo llegó a recordar (con afiches callejeros) la acción de Bergoglio durante la dictadura y su supuesta inacción durante el secuestro de dos sacerdotes de su orden.

Cristina Kirchner dio vuelta la página y viajó al Vaticano a saludarlo. No sería la única vez, acumularía muchos encuentros, pero dos son destacados por sobre el resto: en 2013 viajó a la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro junto a Martín Insaurralde para conseguir una foto de campaña. Más tarde, viajaría junto a la chilena Michelle Bachelet al vaticano para celebrar el aniversario del acuerdo por el Beagle. Para ese entonces, el macrismo se había desencantado del nuevo Papa. 

La llegada al poder de Mauricio Macri sólo avivó la idea de que Francisco era un peronista que actuaría desde las sombras como un Wojtila inverso. Mientras tanto, Francisco llegaría a sudamericana varias veces, pero siempre evitaría pisar suelo argentino. 

Había caído en la grieta. Alberto Fernández lo citaría en extenso. Durante cuatro años repetiría el "nadie se salva sólo" bergogliano en todo tipo de ocasión. Pero el empuje de la ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo sería una piedra en la relación que no se llegaría a remover nunca. 

Con Javier Milei la historia está más fresca. El libertario no había dudado en insultarlo públicamente. Ya siendo presidente, Francisco lo llamó y el presidente viajó a Roma después de viajar a Jerusalén. Tuvieron una extensa charla. Sus puntos de vista sobre lo económico y lo social fueron y serán divergentes. Pero se mostraron juntos, algo difícil de creer. 

Ayer, en su última aparición hizo "un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo". 

Esas palabras ya no resuenan en la política como lo harían tiempo atrás. Nadie querrá ver allí un mensaje para la Argentina, para su dirigencia. De aquel Papa incómodo, cada cual rescatará su propio Francisco. Muchos harán uno a su medida.