Murió el papa Francisco: quién es Amalia Damonte, la mujer que lo enamoró y a la que le pidió casamiento
Este episodio, poco conocido hasta la elección papal en 2013, ofrece una faceta humana y profundamente íntima de un hombre que, años más tarde, dedicaría su vida por completo a la Iglesia.

Antes de convertirse en el primer Papa latinoamericano, Jorge Mario Bergoglio fue un joven argentino como tantos otros. Su infancia transcurrió en el tradicional barrio porteño de Flores, donde compartía tardes de juegos, misa y charlas con amigos y vecinos. Entre ellos, una figura se destaca por el rol emocional que jugó en su vida: Amalia Damonte, la mujer a la que el futuro papa Francisco llegó a proponerle matrimonio siendo apenas un adolescente.
Este episodio, poco conocido hasta la elección papal en 2013, ofrece una faceta humana y profundamente íntima de un hombre que, años más tarde, dedicaría su vida por completo a la Iglesia. La historia entre Bergoglio y Damonte ilustra cómo los afectos juveniles pueden dejar huellas imborrables, incluso en quienes optan por un camino espiritual.
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Jorge Bergoglio nació en Buenos Aires en 1936, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Desde pequeño mostró una personalidad reflexiva, sociable y comprometida. En ese contexto, conoció a Amalia Damonte, su vecina y compañera de juegos y bailes. Compartían no solo edad y geografía, sino también valores y preocupaciones sociales que, con el tiempo, definirían parte de sus trayectorias personales.
Damonte recuerda con claridad la imagen de aquel niño "grande, maduro, una maravilla de muchacho", como lo describió en entrevistas posteriores. Según sus palabras, ambos sentían una conexión especial, un cariño inocente pero muy intenso, que fue interrumpido de forma abrupta por una carta.
"Si no te casás conmigo, me hago cura": la propuesta que anticipó su destino
Cuando tenía apenas 12 años, Jorge Bergoglio escribió una carta a Amalia proponiéndole matrimonio. La declaración incluía una advertencia que, en retrospectiva, resulta profética: "Si no aceptás casarte conmigo, me voy a hacer cura".
El gesto, si bien fue ingenuo en su forma, evidenciaba la determinación del joven Jorge. Sin embargo, la respuesta no llegó de Amalia, sino de sus padres, quienes consideraron inapropiada la carta y decidieron cortar el vínculo entre ambos. Le prohibieron a su hija mantener contacto con el muchacho.
Este episodio, lejos de ser una anécdota trivial, resultó ser un punto de inflexión en la vida del joven Bergoglio. Poco tiempo después, iniciaría su camino hacia el sacerdocio, primero como seminarista y luego como sacerdote jesuita.
La vocación religiosa que cambió el curso de su vida
En 1958, con apenas 21 años, Jorge Mario Bergoglio ingresó al seminario de Villa Devoto y, una década más tarde, fue ordenado sacerdote. Su carrera eclesiástica fue tan sólida como ascendente: en 1992 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires, en 1998 asumió como arzobispo de la misma ciudad y en 2001 fue consagrado cardenal por el papa Juan Pablo II.
En marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, fue elegido como sumo pontífice de la Iglesia Católica. Se convirtió así en el primer papa jesuita, el primero en tomar el nombre Francisco y el primero originario del continente americano.
Un recuerdo que perdura con el paso de las décadas
Tras décadas sin contacto presencial, Amalia Damonte confesó en entrevistas que ella y Bergoglio continuaron escribiéndose cartas durante muchos años. Incluso reveló que mantuvieron correspondencia poco tiempo antes de que él fuera electo Papa.
Al enterarse de la elección de su viejo amigo como máxima autoridad del Vaticano, Amalia expresó su sorpresa con una mezcla de emoción y orgullo: "¡No podía creer que Jorge fuera el Papa!".
El vínculo, aunque interrumpido en lo físico, persistió a lo largo del tiempo como un recuerdo significativo para ambos.
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Una historia íntima que humaniza al Papa Francisco
La historia entre Amalia Damonte y Jorge Bergoglio no solo añade una dimensión personal al líder religioso más influyente de la actualidad, sino que también resalta el peso de las decisiones que se toman en la adolescencia. Aquella carta escrita con tinta e inocencia juvenil marcó el inicio de un camino de renuncias, vocación y compromiso espiritual.
Aunque su relación no prosperó, el cariño y la conexión entre ambos dejaron una huella imborrable. Amalia y Jorge, dos jóvenes de Flores, protagonizaron un episodio que, décadas más tarde, sería contado en todo el mundo como parte del origen de un pontífice que predica la empatía, el amor y la humildad.