El sexenio de Zedillo: más luces que sombras
La irrupción del expresidente Ernesto Zedillo en el debate público ha reactivado el análisis sobre su gestión presidencial, especialmente en el ámbito económico.

La irrupción del expresidente Ernesto Zedillo en el debate público ha reactivado el análisis sobre su gestión presidencial, especialmente en el ámbito económico.
Aunque hay múltiples ángulos desde los cuales abordar su administración, destaca el manejo económico durante la crisis que estalló en diciembre de 1994, pocos días después de que tomara posesión del cargo.
El famoso “error de diciembre” fue resultado de un manejo inadecuado ante una crisis potencial que ya se gestaba desde los últimos meses del gobierno de Carlos Salinas.
La falta de acuerdos y coordinación entre administraciones, la saliente y entrante, provocó una de las crisis más devastadoras en la historia económica reciente de México.
En el segundo trimestre de 1995, el Producto Interno Bruto (PIB) se desplomó en 8.9%. La inflación se disparó al 52% y el tipo de cambio saltó de 3.44 pesos por dólar al inicio del mandato de Zedillo a 7.68 pesos al cierre de 1995, una devaluación superior al 120%.
Frente a esta tormenta económica, México recibió un paquete de rescate de aproximadamente 50 mil millones de dólares, gestionado principalmente por el gobierno de Bill Clinton y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta ayuda llegó acompañada de duras medidas de austeridad fiscal, como el aumento del IVA del 10% al 15% y el incremento en tarifas públicas. Tales acciones estabilizaron las finanzas públicas, pero impactaron considerablemente a la población.
Una decisión altamente controvertida del sexenio fue el uso del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), ya existente, pero redimensionado para evitar la quiebra generalizada del sistema financiero mexicano.
El gobierno absorbió créditos impagables que enfrentaban los bancos privados, y en 1998 convirtió esta deuda privada en pública, con un costo estimado entre 9% y 11% del PIB.
Aunque el rescate bancario logró estabilizar al sistema financiero, dejó una carga económica significativa que aún se resiente. Además, surgieron abusos documentados en los que ciertos acreedores con capacidad de pago presentaron sus deudas como impagables, beneficiándose indebidamente del rescate público.
A pesar de estos desafíos iniciales, la economía mexicana logró recuperarse con relativa rapidez. Desde 1996, el país volvió a crecer vigorosamente. El PIB avanzó por encima del 6% en 1996 y superó el 7% en 1997, tasas no vistas desde el boom petrolero. Esta recuperación fue posible gracias al fuerte crecimiento en exportaciones impulsado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado previo al sexenio pero plenamente implementado durante la administración de Zedillo.
Paralelamente, Zedillo impulsó reformas estructurales clave, como la transición del sistema de pensiones del IMSS hacia cuentas individuales (Afores), la privatización de Ferrocarriles Nacionales y la apertura a la inversión extranjera en sectores estratégicos. Aunque estas medidas buscaron aumentar la competitividad y atraer inversiones, generaron gran polémica por reducir la presencia y control estatal en áreas estratégicas.
El control de la inflación también fue un logro importante. Tras la explosión inflacionaria de más del 50%, políticas monetarias estrictas aplicadas por un Banco de México autónomo permitieron reducir progresivamente la inflación hasta cerca del 9% al cierre del sexenio, sentando las bases para estabilidad económica a largo plazo.
En materia fiscal, Zedillo mantuvo la disciplina presupuestaria pese al difícil contexto económico. La deuda externa de corto plazo que provocó la crisis fue refinanciada exitosamente e incluso se pagaron anticipadamente los créditos internacionales obtenidos en 1995. No obstante, la deuda interna aumentó considerablemente por el rescate bancario, un legado económico que México aún enfrenta.
El sexenio también dejó pendientes importantes. Aunque hubo recuperación macroeconómica, la pobreza y desigualdad se mantuvieron elevadas. El empleo y el salario real mejoraron lentamente, dejando a muchas familias mexicanas incapaces de superar por completo las secuelas de la crisis.
En conclusión, el balance económico del sexenio de Ernesto Zedillo muestra claroscuros.
Por un lado, destaca la estabilización económica tras una crisis severa, la implementación exitosa del TLCAN y reformas clave que modernizaron la estructura productiva nacional. Por otro lado, permanecen críticas hacia el costo social del Fobaproa, la desigualdad persistente y una deuda pública considerablemente mayor.
Sin embargo, desde entonces, el país no volvió a crecer con tal fuerza.
Finalmente, pero no al último, es relevante destacar que su mandato abrió paso a la alternancia partidista en la presidencia y en el Congreso.
Sin la presidencia de Zedillo, probablemente la historia reciente del país sería muy distinta, y quizás peor.