‘El Principi d’Arquímedes’, engañoso relato de la religión ‘woke’
Pongámonos en situación. El Principi d’Arquímedes se resuelve en un abrir y cerrar de ojos, aunque con el problema añadido de tener que llenar los aproximadamente 75 minutos de función programados. Fin. El metraje de una puesta en escena tiene esas servidumbres, ya se sabe. De tal manera que llegar a la palabra fin adquiere … Continuar leyendo "‘El Principi d’Arquímedes’, engañoso relato de la religión ‘woke’"

Pongámonos en situación. El Principi d’Arquímedes se resuelve en un abrir y cerrar de ojos, aunque con el problema añadido de tener que llenar los aproximadamente 75 minutos de función programados. Fin. El metraje de una puesta en escena tiene esas servidumbres, ya se sabe. De tal manera que llegar a la palabra fin adquiere compromisos. Para ir abriendo boca, el título de la pieza teatral en cuestión, en definitiva refiere que un cuerpo sumergido parcialmente en un fluido –el agua, un suponer- experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. ¿Y? ¿Qué tiene que ver con la obra? ¡Ah! Porque la trama, ocurre en una piscina.
El abrir y cerrar de ojos al que me refiero es la sospecha de pederastia en la conducta de un entrenador de un equipo infantil de nadadores. Esto empieza a cobrar cuerpo. El origen de la sospecha es que una niña ha contado a sus padres que el entrenador ha abrazado y dado un beso a uno de los niños. Lo que ha corrido como la pólvora por el grupo de WhatsApp de los padres. Y aquí entramos en una ficción que requiere de cierta pericia para llegar a la construcción de un relato que aguante el tiempo suficiente sobre las tablas.
El Principi d’Arquímedes es pieza original del dramaturgo catalán Josep Maria Miró, además periodista y tertuliano, reconocido ¿el año 2020? con el Premio Nacional de Textos Dramáticos. Estrenado originalmente en 2013 en la Sala Beckett de Barcelona, acabó convirtiéndose en referente a nivel internacional -esos nos cuentan- de la dramaturgia catalana. Esto es, en el pleno apogeo de los dictados woke y de la corrección política; donde no se permite, en absoluto, nada que escape al pensamiento único de los progres.
Curioso en este sentido que en un momento de la representación se escuche a la directora hablar de las prácticas precisamente progres de bañarse todos en pelotas en presencia de los niños, incluso dormir juntos adultos y niños.
¿Qué ha cambiado entonces? Pues, ni más ni menos, que ajustarse al tótem de la corrección política, desde una visión supuestamente crítica que viene tal vez a cuestionar, en un ejercicio de honestidad intelectual, los prejuicios que acompañan todo este proceso. Interesante a partir de aquí, la estructura de la obra, sujeta a una sucesión continuada de situaciones dejà vu que se estructuran como flashes repetitivos hasta completar un rompecabezas que permitirá observar, como público, una realidad completamente subjetiva y no necesariamente ajustada a realidad. Todo son indicios circunstanciales en función de un desarrollo dinámico de la acción.
Para abundar en el drama interno de la acción, Guillem Rodríguez recurre a un discutible diseño de sonido, que más parece un señalamiento de posible culpabilidad del entrenador del grupo infantil de natación o cuando menos, un subrayado dramático, a modo de cortinas separadoras de los diferentes cuadros que conforman la acción. En cambio, Leonardo V. Granados, en su condición de director de escena, construye un relato sólido, respetándose el texto tal como ha sido desarrollado por Miró. No acabo de entender cómo estamos hablando de una obra con proyección internacional.
¿La moda woke cuenta con tantos parroquianos? Parece ser que sí. Por eso, tal vez, el final castrante nos muestra al entrenador del equipo infantil despedido, ante la sospecha de ser un pervertido. Y eso que la obra de Josep Maria Miró se nos presenta solemnemente como una invitación a la reflexión. ¿De qué tipo de reflexión estamos hablando? ¡Carajo lo woke!