El nuevo postre viral que provoca colas enormes nació para calmar el hambre de un califa

Fenómeno en plataformas - La receta original, recogida en el siglo XIII en Bagdad, consistía en tiras de pan empapadas en mantequilla, endulzadas con azúcar y adornadas con frutos secosChocolate hecho en Dubái en casa: tres recetas para ponerte a prueba con su relleno de pistacho El califa Mu'awiya I no buscaba inventar un postre, solo necesitaba aguantar mejor el ayuno. Aunque gobernaba un imperio que llegaba de España a Asia Central, lo que realmente le preocupaba al final del día era cómo llenar el estómago sin perder el juicio. De aquella necesidad nació algo dorado, delicado y, por supuesto, dulce. Ese dulce primitivo es considerado por muchos como el antecesor del knafeh, una de las preparaciones más icónicas de la repostería árabe actual. Hoy, más de un milenio después, su idea ha terminado convertida en un éxito viral que rompe récords de ventas en aplicaciones de comida y provoca colas en tiendas de lujo. La moda del chocolate de Dubái con knafeh no empezó con influencers: empezó con hambre. Un antojo califal con vocación energética La leyenda sitúa ese primer antojo imperial durante el Ramadán. El califa, fundador de la dinastía omeya, pidió un alimento que le ayudase a sobrellevar las jornadas de ayuno. Lo que le ofrecieron fue una masa calórica y contundente: un amalgama cocinada en sartén sobre brasas, empapada en mantequilla o aceite, recubierta de frutos secos y azucarada al extremo. Lejos de ser un invento exclusivo de la corte, este plato ganó popularidad entre los comerciantes y peregrinos, que lo transportaron a lo largo de las rutas comerciales y religiosas de Oriente Medio. Ese primer dulce tenía poco que ver con el que hoy aparece en los vídeos de TikTok: eran panes planos cortados como tallarines, mezclados con manteca y pistachos. La receta quedó registrada siglos más tarde en el Kitab al-Tabikh, un recetario del siglo XIII escrito en Bagdad por Hasan al-Baghdadi, que recoge preparaciones consideradas hoy precursoras del knafeh. Según explica el arabista Daniel Newman, las versiones medievales de esta preparación eran sencillas en forma pero contundentes en energía: “Eran panes planos cortados en tiras, como fideos, luego sumergidos en mantequilla o aceite, con la adición de azúcar y frutos secos, como los pistachos”. Ese fue solo el comienzo. Durante el Imperio otomano, un médico de la corte llamado Muhammad bin Mahmud Shirvani tradujo el manuscrito original al turco y, de paso, modificó ligeramente la receta. Añadió información dietética y cambió el método de cocción. Como explica Newman, “la receta se aproxima mucho a la versión moderna, con una masa vertida en hilos sobre una superficie caliente, después retirada y espolvoreada con almendras, agua de rosas y pistachos triturados”. Esa versión, elaborada y refinada en la corte otomana, se considera el paso definitivo hacia el knafeh contemporáneo. El queso llegó tarde, pero acabó siendo imprescindible Durante siglos, esta preparación fue compartida tanto en banquetes como en calles bulliciosas. Se escribía sobre ella en Siria, Egipto, incluso al-Ándalus. Pero el ingrediente estrella de la versión que se ha viralizado ahora, el queso, tardó siglos en añadirse. No aparece en los libros de cocina hasta 1885, en una publicación editada en Beirut. Aunque hay menciones más antiguas a preparaciones similares con crepes rellenos, lo cierto es que la receta con queso consolidado llegó tarde al repertorio árabe. Esa versión —la más cercana a la actual— se fue refinando hasta convertirse en el dulce pegajoso y brillante que hoy recorre el mundo en tabletas de chocolate, pasteles o incluso batidos. Lo que no ha cambiado es su origen práctico. Como recuerda la nutricionista Hala Barghout, el objetivo inicial era energético: “El knafeh es rico en carbohidratos y grasas, proporciona un impulso rápido de energía tras un día largo de ayuno”. Ese dulce que hoy muchos asocian con el lujo, los pistachos molidos y las colas frente a confiterías de diseño empezó, en realidad, como una forma de no caerse redondo al romper el ayuno. Lo que el califa necesitaba para seguir al mando con el estómago tranquilo se ha convertido, siglos después, en el sabor de moda en medio planeta. Aunque ahora venga envuelto en chocolate y se venda por tabletas, en el fondo sigue siendo lo mismo: un dulce pensado para resistir.

Abr 20, 2025 - 12:48
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El nuevo postre viral que provoca colas enormes nació para calmar el hambre de un califa

El nuevo postre viral que provoca colas enormes nació para calmar el hambre de un califa

Fenómeno en plataformas - La receta original, recogida en el siglo XIII en Bagdad, consistía en tiras de pan empapadas en mantequilla, endulzadas con azúcar y adornadas con frutos secos

Chocolate hecho en Dubái en casa: tres recetas para ponerte a prueba con su relleno de pistacho

El califa Mu'awiya I no buscaba inventar un postre, solo necesitaba aguantar mejor el ayuno. Aunque gobernaba un imperio que llegaba de España a Asia Central, lo que realmente le preocupaba al final del día era cómo llenar el estómago sin perder el juicio. De aquella necesidad nació algo dorado, delicado y, por supuesto, dulce. Ese dulce primitivo es considerado por muchos como el antecesor del knafeh, una de las preparaciones más icónicas de la repostería árabe actual.

Hoy, más de un milenio después, su idea ha terminado convertida en un éxito viral que rompe récords de ventas en aplicaciones de comida y provoca colas en tiendas de lujo. La moda del chocolate de Dubái con knafeh no empezó con influencers: empezó con hambre.

Un antojo califal con vocación energética

La leyenda sitúa ese primer antojo imperial durante el Ramadán. El califa, fundador de la dinastía omeya, pidió un alimento que le ayudase a sobrellevar las jornadas de ayuno. Lo que le ofrecieron fue una masa calórica y contundente: un amalgama cocinada en sartén sobre brasas, empapada en mantequilla o aceite, recubierta de frutos secos y azucarada al extremo.

Lejos de ser un invento exclusivo de la corte, este plato ganó popularidad entre los comerciantes y peregrinos, que lo transportaron a lo largo de las rutas comerciales y religiosas de Oriente Medio.

Ese primer dulce tenía poco que ver con el que hoy aparece en los vídeos de TikTok: eran panes planos cortados como tallarines, mezclados con manteca y pistachos. La receta quedó registrada siglos más tarde en el Kitab al-Tabikh, un recetario del siglo XIII escrito en Bagdad por Hasan al-Baghdadi, que recoge preparaciones consideradas hoy precursoras del knafeh.

Según explica el arabista Daniel Newman, las versiones medievales de esta preparación eran sencillas en forma pero contundentes en energía: “Eran panes planos cortados en tiras, como fideos, luego sumergidos en mantequilla o aceite, con la adición de azúcar y frutos secos, como los pistachos”.

Ese fue solo el comienzo. Durante el Imperio otomano, un médico de la corte llamado Muhammad bin Mahmud Shirvani tradujo el manuscrito original al turco y, de paso, modificó ligeramente la receta. Añadió información dietética y cambió el método de cocción.

Como explica Newman, “la receta se aproxima mucho a la versión moderna, con una masa vertida en hilos sobre una superficie caliente, después retirada y espolvoreada con almendras, agua de rosas y pistachos triturados”. Esa versión, elaborada y refinada en la corte otomana, se considera el paso definitivo hacia el knafeh contemporáneo.

El queso llegó tarde, pero acabó siendo imprescindible

Durante siglos, esta preparación fue compartida tanto en banquetes como en calles bulliciosas. Se escribía sobre ella en Siria, Egipto, incluso al-Ándalus. Pero el ingrediente estrella de la versión que se ha viralizado ahora, el queso, tardó siglos en añadirse.

No aparece en los libros de cocina hasta 1885, en una publicación editada en Beirut. Aunque hay menciones más antiguas a preparaciones similares con crepes rellenos, lo cierto es que la receta con queso consolidado llegó tarde al repertorio árabe.

Esa versión —la más cercana a la actual— se fue refinando hasta convertirse en el dulce pegajoso y brillante que hoy recorre el mundo en tabletas de chocolate, pasteles o incluso batidos. Lo que no ha cambiado es su origen práctico.

Como recuerda la nutricionista Hala Barghout, el objetivo inicial era energético: “El knafeh es rico en carbohidratos y grasas, proporciona un impulso rápido de energía tras un día largo de ayuno”.

Ese dulce que hoy muchos asocian con el lujo, los pistachos molidos y las colas frente a confiterías de diseño empezó, en realidad, como una forma de no caerse redondo al romper el ayuno. Lo que el califa necesitaba para seguir al mando con el estómago tranquilo se ha convertido, siglos después, en el sabor de moda en medio planeta. Aunque ahora venga envuelto en chocolate y se venda por tabletas, en el fondo sigue siendo lo mismo: un dulce pensado para resistir.

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