La vida de Omm Seti, la egiptóloga que creyó ser la reencarnación de una amante del faraón

Mujer extraordinaria - Desde niña, tras sobrevivir a una caída, decía querer volver a casa y afirmaba reconocer estatuas y templos egipcios con una familiaridad inexplicable para quienes la rodeabanEl enigmático eclipse que habría convencido a los egipcios de no levantar más pirámides enormesUna investigación detecta posibles estructuras subterráneas bajo las pirámides de Egipto Con un cartel en la puerta que decía Prohibido molestar a los dioses, alguien consiguió que los inspectores del Servicio de Antigüedades se dieran media vuelta. Nadie quería interrumpir lo que pasaba dentro del templo: una mujer, sola, hablando en voz baja con paredes cubiertas de jeroglíficos. Decía estar cumpliendo con una promesa milenaria. Se sentaba entre los escombros y tomaba notas con parsimonia. Abydos, con sus bloques rotos y sus columnas carcomidas, era todo lo que necesitaba. Y también lo que más la desconcertaba. Esa mujer era Omm Seti. En su vida anterior se había llamado Dorothy Louise Eady, y aseguraba que el templo de Seti I era su verdadero hogar. Llegó allí en 1952, después de años de búsqueda, siguiendo las huellas de unos recuerdos que no parecían de esta vida. Entró sin pedir permiso, con una caja de incienso en la mano y los pasos firmes de quien, según decía, volvía a casa. Dormía junto al altar y celebraba los cumpleaños de Osiris e Isis con pan y vino, porque había leído cada inscripción y afirmaba saber cómo se hacían esos rituales.  Seti I Antes de eso, había hecho casi de todo. Con 27 años trabajó en una revista de relaciones públicas en El Cairo, escribiendo artículos contra el colonialismo. Allí conoció a Abd El Megid, un joven con el que se casó y tuvo un hijo. Lo llamó Seti, y eso fue suficiente para que el vecindario empezara a llamarla Omm Seti, que significa madre de Seti. Cuando su marido recibió una oferta para irse a Irak, ella prefirió quedarse, y la pareja se separó. La obsesión con Egipto tras una caída en la infancia Su llegada a El Cairo en 1933 no fue un punto de partida, sino una escala en un viaje que, según ella, llevaba siglos en curso. Su obsesión con Egipto había comenzado mucho antes, cuando tenía solo tres años. En Londres, una caída por las escaleras bastó para que el médico certificara su muerte. Una hora después, se despertó sentada sobre la cama, tan tranquila. Poco después, empezó a gritar que quería volver a casa, aunque nadie supiera a qué casa se refería. Teóricamente ya estaba allí. Lo entendieron cuando, en el Museo Británico, se lanzó a besar los pies de una estatua egipcia y afirmó que esa era su gente. Omm Seti fue destinada a Abydos Lo dijo también cuando reconoció el templo de Osiris en una foto de periódico. Lo soñaba casi cada noche: un edificio enorme, columnas blancas, árboles frutales por todas partes. A los 14 años se le apareció una figura vestida de blanco con capa azul. Aseguraba que e

Abr 20, 2025 - 12:48
 0
La vida de Omm Seti, la egiptóloga que creyó ser la reencarnación de una amante del faraón

La vida de Omm Seti, la egiptóloga que creyó ser la reencarnación de una amante del faraón

Mujer extraordinaria - Desde niña, tras sobrevivir a una caída, decía querer volver a casa y afirmaba reconocer estatuas y templos egipcios con una familiaridad inexplicable para quienes la rodeaban

El enigmático eclipse que habría convencido a los egipcios de no levantar más pirámides enormes

Una investigación detecta posibles estructuras subterráneas bajo las pirámides de Egipto

Con un cartel en la puerta que decía Prohibido molestar a los dioses, alguien consiguió que los inspectores del Servicio de Antigüedades se dieran media vuelta. Nadie quería interrumpir lo que pasaba dentro del templo: una mujer, sola, hablando en voz baja con paredes cubiertas de jeroglíficos. Decía estar cumpliendo con una promesa milenaria.

Se sentaba entre los escombros y tomaba notas con parsimonia. Abydos, con sus bloques rotos y sus columnas carcomidas, era todo lo que necesitaba. Y también lo que más la desconcertaba. Esa mujer era Omm Seti.

En su vida anterior se había llamado Dorothy Louise Eady, y aseguraba que el templo de Seti I era su verdadero hogar. Llegó allí en 1952, después de años de búsqueda, siguiendo las huellas de unos recuerdos que no parecían de esta vida. Entró sin pedir permiso, con una caja de incienso en la mano y los pasos firmes de quien, según decía, volvía a casa. Dormía junto al altar y celebraba los cumpleaños de Osiris e Isis con pan y vino, porque había leído cada inscripción y afirmaba saber cómo se hacían esos rituales. 

Seti I

Antes de eso, había hecho casi de todo. Con 27 años trabajó en una revista de relaciones públicas en El Cairo, escribiendo artículos contra el colonialismo. Allí conoció a Abd El Megid, un joven con el que se casó y tuvo un hijo. Lo llamó Seti, y eso fue suficiente para que el vecindario empezara a llamarla Omm Seti, que significa madre de Seti. Cuando su marido recibió una oferta para irse a Irak, ella prefirió quedarse, y la pareja se separó.

La obsesión con Egipto tras una caída en la infancia

Su llegada a El Cairo en 1933 no fue un punto de partida, sino una escala en un viaje que, según ella, llevaba siglos en curso. Su obsesión con Egipto había comenzado mucho antes, cuando tenía solo tres años. En Londres, una caída por las escaleras bastó para que el médico certificara su muerte.

Una hora después, se despertó sentada sobre la cama, tan tranquila. Poco después, empezó a gritar que quería volver a casa, aunque nadie supiera a qué casa se refería. Teóricamente ya estaba allí. Lo entendieron cuando, en el Museo Británico, se lanzó a besar los pies de una estatua egipcia y afirmó que esa era su gente.

Omm Seti fue destinada a Abydos

Lo dijo también cuando reconoció el templo de Osiris en una foto de periódico. Lo soñaba casi cada noche: un edificio enorme, columnas blancas, árboles frutales por todas partes. A los 14 años se le apareció una figura vestida de blanco con capa azul. Aseguraba que era Seti I, el faraón que construyó Abydos.

Desde entonces, estudió egiptología con Ernest Wallis Budge, el conservador del museo, y aprendió jeroglíficos antes de cumplir los 16. Además, afirmó haber recibido durante su juventud una serie de mensajes dictados por una entidad llamada Hor-Ra, a través de los cuales reconstruyó su vida anterior como sacerdotisa Bentreshyt en más de setenta páginas de jeroglíficos.

Durante años vivió cerca de las pirámides, trabajó con Selim Hassan, organizó su biblioteca, tradujo el Aegyptische Wörterbuch y bordó tapices con escenas del Nilo junto a la esposa del doctor. En las excavaciones de Giza y Dashur, escribió informes que después firmaban otros. Nunca protestó. Solo quería estar cerca de la piedra y la tinta.

Todos los egiptólogos reconocidos tomaban en serio a Omm Seti, pues todo lo que decía lo demostraba

Cuando por fin fue enviada a Abydos como delineante en 1956, se encontró con un montón fragmentos de piedra por catalogar. “Se me presentaron con un montón de fragmentos de piedras escritas, había más de 2.000, unas muy grandes y otras muy pequeñas”, explicó en una entrevista.

Su trabajo, decía, consistía en unir piezas como si se tratara de un puzle egipcio en tres dimensiones. Además, localizó el jardín del templo, justo donde recordaba haber jugado siglos atrás, cuando era Bentreshyt, la sacerdotisa que, según Hor-Re, se enamoró del faraón Seti I y se quitó la vida al descubrir que estaba embarazada.

Según Omm Seti, la Gran Esfinge de Guiza no fue construida por el faraón Kefrén

Las visitas nocturnas del faraón no cesaron. En 1972, según ella, le habló de un continente perdido. Dos años después, le describió sus viajes por otros mundos. En uno de ellos vio “cosas metálicas con ventanas y asientos en el interior, pero que no tenían ni alas ni ruedas”.

La egiptóloga, siempre creyendo en la palabra de su confidente invisible, afirmaba que el Osirión, una estructura cercana al templo, era mucho más antiguo de lo que suponían los arqueólogos. Y que la Gran Esfinge no había sido construida por Kefrén, sino por el mismísimo dios Horus.

Reconocimiento académico pese a sus creencias no convencionales

Estas ideas, alejadas de la ortodoxia, nunca empañaron su prestigio entre los expertos. Sus colegas no la consideraban una excéntrica, sino una mujer imprescindible, cuyo conocimiento del Egipto antiguo superaba al de muchos profesionales con títulos académicos.

Omm Seti no solo colaboró con arqueólogos de renombre, sino que publicó artículos especializados y libros como Abydos: Holy City of Ancient Egypt, en los que volcó su vasto conocimiento sobre religión egipcia. Fue también una figura influyente dentro del kemetismo, una corriente neopagana que busca revivir las creencias del antiguo Egipto.

Murió en 1981. Había preparado su tumba para que mirase al oeste, hacia el reino de Osiris. Allí, según ella, el Sol se alzaba cada mañana, dispuesto a cruzar el cielo sobre su barca sagrada. No fue enterrada en el cementerio copto de Abydos, sino en un lugar secreto del desierto, entre dos montes donde, según decía, se abría una puerta estelar.

Tal vez el médico de Londres, en 1907, sí tuvo razón la primera vez. Tal vez Dorothy murió entonces. Y quien se levantó sobre aquella cama, jugando con sus muñecas, ya era Omm Seti.

Este sitio utiliza cookies. Al continuar navegando por el sitio, usted acepta nuestro uso de cookies.