08 La Seu d’Urgell – Ribera de Cardós
Etapa recortada tras un descenso del Port del Cantó en el que he sufrido demasiado por la nieve, la lluvia y el frío. En Sort tuve la “suerte” de encontrar buena gente. ¿Un guiño para comprar lotería de Navidad este año?

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Ojo, que ayer fue Viernes Santo. Y en La Seu es día grande, con su tradicional procesión del Santo Entierro. Ya desde el día anterior el centro estaba lleno de avisos para que se retiraran los coches aparcados. Cuando me di una vuelta por la catedral, además del anuncio del año jubileo 2025 (ya te lo conté hace unos días), lo que destacaba de forma prominente era la procesión del Santo Entierro.
A media tarde me voy al casco histórico a ver el ambiente. Nada, desierto. Están velando armas, supongo. Casi todos los comercios, incluidos bares, están cerrados. Localizo uno abierto, el Cafè dels Escoberts, al que le eché el ojo ayer. Cuál es mi sorpresa cuando veo que me sirven el café en una taza que me suena. Es la del café Desalms, donde estuve en Lleida recordando una escena de una novela de Rafa Melero. Se ve que no solo era una cafetería, sino que se dedican también a la «torrefacció artesana de cafés» y a distribuir a otros bares. Este Cafè dels Escoberts ofrece, además, un surtido de primer nivel de galletas, croissants y bizcochos. Tiene terraza bajo los soportales de la calle mayor y cinco mesas dentro bien apañadas.
Tras pasar un buen rato en este café, me dedico a repasar las siete etapas hasta hoy. Me queda la duda de si hice bien cambiando el fin de etapa de Sant Llorenç de Morunys porque no parece que al final nevó. Hasta ahora no me ha caído ni una gota mientras he estado pedaleando, aunque ha llovido lo suyo. No sé si a partir de ahora voy a seguir con la misma suerte. Pinta feo. Por otra parte, sigo arrastrando mocos. No sé si es una alergia o algo mas. Dicho todo esto, siento que mis sesenta años pesan. Debería mejorar la forma si quiero continuar con este tipo de rutas. Ya lo intenté con un entrenador, pero acabé fracasando. ¿Repito? Y en estas estaba…
De repente, ya se ve cierto jaleo. Comienza la porfía por el mejor lugar para ver la procesión. Y eso que no sé si hay más gente de espectadora o procesionando. Santo diossss, qué marabunta. Allí iban los armados luciendo palmito y abriendo el cortejo, acompañados por nada más y nada menos que diez pasos. Según parece, es la procesión más importante del Pirineo y sus orígenes se remontan al año 1603. Me quedo un rato. Cuando me marcho, con todavía cuatro pasos por desfilar, creo que me voy bien servido de Santo Entierro urgelenc.
Después de tres noches en La Seu, hoy me interno aún más si cabe en zona pirenaica. Y, como ya te he anticipado, las previsiones del tiempo no son nada halagüeñas. Voy a intentar salir pronto para ver si consigo evitar la lluvia hasta donde pueda.
A las siete estoy desayunando y veinte minutos después ya estoy sobre la bici. En vez de ir por el Camino Natural de Les Mines, decido ir derecho por la C-14 hasta coger en Adrall el desvío para Sort. Tengo que subir el largo puerto del Cantó, que se eleva hasta los 1.721 metros de altitud.
La carretera –el famoso eje pirenaico, la N-260– es muy frecuentada por moteros y también por ciclistas, aunque hoy, quizá por la amenaza del mal tiempo, la he encontrado bastante solitaria. El puerto en sí son nada más y nada menos que 25 kilómetros. Al principio hay algún que otro tramo por encima del 10%. En cualquier caso, excepto esta primera parte, se puede decir que es un puerto tendido. El tramo duro termina más o menos hacia el kilómetro 15, luego de haber dejado atrás la Parroquia d’Hortó, un municipio desaparecido en 1968, al fusionarse con otros tres y conformar el nuevo término municipal de Ribera de Urgellet. Supongo que serán las cosas de la eficiencia administrativa. O eso querrán, digo yo.
Cómo decía, el tramo más duro queda al comienzo. Hacia arriba se ve el cielo amenazante y es obvio que me voy a mojar. Cojo ritmo y me voy animando.
Cruzo Avellanet, que son cuatro casas a ambos lados de la carretera repartidas en dos núcleos. Tampoco Pallerols de Cantó es mucho pueblo, si bien presume de iglesia con su torre del campanario, de época moderna y acabada en un tejado piramidal con alero. Las casas son de piedra y muestran tejados de pizarra. Vale, como en casi todas partes. Eso sí, el pueblo se menciona ya en documentos del siglo X. Y también fue municipio, como la Parroquia de Hortó, pero en 1973 cayó también en las ansias de concentración de la época y se anexó al de Montferrer y Castellbò. Paro a comer una barrita a resguardo de la lluvia.
Sí, llueve de vez en cuando y la temperatura cae en picado. Veo tres grados en el Garmin, pero voy más o menos bien. El calor del esfuerzo físico de la ascensión contrarresta el frío. La lluvia es más o menos llevadera. De momento.
Se corona un primer collado al que sigue un tramo llano antes de afrontar el pequeño repecho final para hacer cima. Pedalada a pedalada, alcanzo el mirador de la Creu de Guils del Cantó. Poco después, a la izquierda, queda el acceso al pueblo de Guils del Cantó. Llueve con más fuerza. La temperatura sigue bajando. Poco antes de llegar arriba se pone a nevar. En el alto han parado una autocaravana y otro par de coches. Sus ocupantes salen a la intemperie y se ríen. Disfrutan con la nieve. Yo también paro. Me tengo que abrigar más.
Mis guantes están empapados. Añado una capa más de ropa con cierto esfuerzo porque me tiemblan las manos. Me pongo un chubasquero con capucha. El termómetro marca dos grados bajo cero. Me temo que los veinte kilómetros de bajada hasta Sort van a ser complicados. Nieva con fuerza. Soy incapaz de hacer foto alguna. Me tiemblan las manos. Ahí vamos.
Inicio la bajada. Las manos me duelen del frío. Sé que tras el desvío a Rubió, a la derecha una pista de tierra lleva en apenas 500 m al despoblado medieval de Santa Creu de Llagunes. Se considera el yacimiento arqueológico excavado en altura más grande de Catalunya, datado en el 1500 aC. Funcionó como núcleo de población desde la Edad de Bronce hasta la alta Edad Media.
Tiene una situación privilegiada, coronando la sierra de Santa Creu con unas vistas impresionantes al valle de Siarb, lo que posiblemente propició el asentamiento de población. Con mucho desnivel, hay un muro de cierre que delimita el área de población y, en uno de los lados de éste, adosada a la misma pared seca, se adivina una torre de defensa y vigilancia, de planta casi cuadrada y que posteriormente también se utilizó para la misma tarea durante la Guerra Civil española.
Había pensado visitarlo. Imposible. Durante varios kilómetros la temperatura, a pesar del descenso, se mantiene bajo cero. Van apareciendo los accesos a Llagunes, Soriguera y Villamur. La nieve de antes se convierte en aguanieve y luego en agua. Agua que me trago por la velocidad del descenso. Tengo que llegar a Sort cuanto antes. Sacudo las manos de vez en cuando. No las siento. Pedaleo con fuerza para intentar generar un poco de calor corporal. Como ya sé por experiencia, los cubrezapatillas aguantan el pie seco hasta cierto punto. Veinte kilómetros cuesta abajo para descender un poco más de mil metros con lluvia constante me calan los pies, por mucho cubrezapatilla que lleve. De todas formas, el problema no son los pies, son las manos. Las llevo como piedras.
Finalmente, llego a Sort. Tengo que ir derecho a un bar y rezar para que tenga secador de manos. Me bajo de la bici con una tiritona como no he tenido en mi vida. Entro en el primer bar que veo, El Corralet.
Quienes me ven ya se dan cuenta de que no voy muy fino. La chica que atiende me ofrece un té. Como es evidente, voy dejando un reguero de agua a mi paso. En el servicio hay secador de manos. Primer triunfo. Pero no se va la tiritona. Me dan una manta y unos guantes. Visito varias veces el secador de manos. Me duelen mucho al ponerlas bajo el aire caliente. Las veo de un extraño color sonrosado.
Poco a poco la tiritona va remitiendo. El problema es que estoy empapado y no hay forma de entrar en calor con la ropa que llevo. En la conversación con los dueños del bar y con la clientela -todos parecen conocerse- nos hacemos unas risas: ¡hay que ver cómo sois los de Bilbao¡ Voy volviendo a la vida. Otro té y un pincho de tortilla continúan con el efecto balsámico. Sigo acudiendo de vez en cuando a La Meca: el secador de manos.
En la mesa de al lado, con el dueño del bar, está su familia. Son ciclistas. Conversamos en torno a etapas épicas y cosas así. Entonces es cuando, al saber que todavía me quedan unos 25 kilómetros hasta Ribera de Cardós, un chico toma la decisión por mí: ni hablar, te acercamos en coche hasta allí. Segundo triunfo de la jornada: en vez de penar esta parte final, empapado y con el frío metido en el cuerpo, me monto en un coche con la bici atrás en el portabicis.
Durante los veinte minutos de trayecto voy charlando con el chico y con su pareja, ambos aficionados a la bici de monte. Tienen orígenes bolivianos. El bar en el que he estado es donde trabaja la hermana de ella. Me dejan en la puerta misma de mi hotel de hoy. Agradecimiento eterno. Ahora os cuento algo de Sort.
En los tiempos modernos Sort es conocida, en gran parte, por la administración de lotería La Bruixa d’Or. Se suele decir que su fundador, Xavier Gabriel, convirtió su local en un auténtico parque temático de la fortuna. Claro que el hombre fue espabilado y aunque la toponimia le sonreía (no todos los pueblos pueden llamarse Suerte), enseguida se dio cuenta de que había otra geografía que le podía reportar mayores ingresos: la de Internet. La Bruixa d’Or fue pionera en la venta de lotería online, lo que le permite llegar a un público mucho más amplio. Evidentemente, esta modalidad de venta representa un porcentaje muy elevado de su facturación total. En 2019, para que te hagas una idea, repartió, por ejemplo, el segundo, el tercer y un quinto premio de la Lotería de Navidad.
Por lo demás, Sort es la capital de la comarca del Pallars Sobirá. Siendo un pueblo relativamente pequeño, vive bastante pegado a sus actividades turísticas con el Noguera Pallaresa como referencia. Piragüismo y rafting conforman la oferta principal. Además, aquí se ha ubicado un museo interesante, «El Camí de la Llibertat». Hace unos días ya os hablaba de La pasadora, un libro de Laia Perearnau, cuya trama giraba alrededor de una chica que, como pasadora, ayudó a muchos judíos que huían del régimen nazi a cruzar la frontera por rutas que cruzaban los montes hasta llegar a Andorra. Este museo, inaugurado el 15 de julio del 2007, se ubica en la antigua prisión de Sort como partido judicial, situado en la plaza San Eloy. Rememora el paso por Sort de centenares de esas personas que huían de la Europa ocupada por los nazis durante los años de la Segunda Guerra Mundial.
Se calcula que entre 60 y 80 mil evadidos llegaron a España durante la Segunda Guerra Mundial, desafiando las elevadas cumbres, las adversas condiciones meteorológicas y la vigilancia en ambos lados de la frontera.La Cárcel de Sort fue, en muchos casos, el fin de aquellos que cruzaban el Pirineo y caían en manos de una España franquista colaboracionista con el Régimen Nazi.
Cómo puedes apreciar, Sort es un pueblo que puede darte suerte con la lotería o quitártela, como todos aquellos desdichados que acabaron en su cárcel. En mi caso, no tengo duda porque he sido muy afortunado al encontrar a gente encantadora en el bar El Corralet. A veces la suerte es simplemente encontrarte con gente que te ayude. Y cada vez que hago este tipo de rutas, sobre todo en solitario, la encuentro. Encuentro a la buena gente que hay repartida por todas partes.
Pues esta ha sido la peripecia de hoy. La etapa se ha quedado reducida a un monopuerto de 1.150 metros de desnivel. Subida llevadera y bajada para (no) olvidar.
Mañana, por cierto, te pongo al día de alguna cosa interesante relacionada con el hotel en el que me hospedo. Me he duchado, he hecho la colada, he comido y me he reconciliado con el mundo. Hasta mañana.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 516,7.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 7.563.