El gran apagón....de la responsabilidad

No merecemos este trato. Podemos comprender los errores y las catástrofes, pero necesitamos que se nos explique qué ocurre

May 2, 2025 - 10:09
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El gran apagón....de la responsabilidad

Las catástrofes ocurren. Los errores no se pueden evitar del todo. Incluso la negligencia y la desidia –la tendencia a la horizontal, a estar tumbado- son inherentes a la naturaleza humana. La ley del mínimo esfuerzo es tan científica como la de la gravedad.

Además, estamos en una sociedad compleja en la que todo se interrelaciona, por lo que el riesgo de que un fallo en un elemento cualquiera contamine a todo el sistema, produciendo el colapso, es grande. Los coches antiguos admitían reparaciones y chapuzas que cualquier conductor mínimamente espabilado podía ejecutar; hoy cualquier problemilla exige conectar “el ordenador” para que diagnostique. Vivimos en esa sociedad del riesgo de la que hablaba Ulrich Beck, que, aparte del riesgo objetivo que pueda producir, sobrevalora subjetivamente la seguridad y la certeza y exige del Estado protección. Y esto, como ya he comentado alguna vez, crea y alienta un Estado preventivo, que trata de neutralizar los peligros antes de que ocurran, con la merma de derechos individuales y de comodidad que cualquier usuario de la aviación civil o de cualquier servicio público o privado puede fácilmente comprobar.

El apagón de diez horas del lunes fue sin duda una de esas cosas que ocurren en esta sociedad del riesgo. Y da la impresión de que ocurren cada vez con más frecuencia: la dana, la pandemia, Fukushima, terremotos, volcanes, crisis financieras…Quizá es el precio que hay que pagar por el progreso, no sé; tendremos que aguantarnos, y de hecho, la gente soportó los inconvenientes con entereza y paciencia. Lo que me parece digno de comentario es la actuación de las autoridades en este trance. No merecemos este trato. Podemos comprender los errores y las catástrofes, pero necesitamos que se nos explique qué ocurre y que se haga rápidamente. Es más, tenemos derecho a ello. No hay nada más irritante que cuando te causan un daño y el responsable solo quiere escurrir el bulto. Como cuando el vuelo se retrasa o cancela y nadie te dice ni por qué ni qué va a ocurrir. Dar la cara, generalmente (salvo mala educación), es efectivo para calmar las aguas.

El presidente del Gobierno tardó seis horas en decir algo y las sucesivas intervenciones han consistido en echar balones fuera, desestimar las opciones que puedan perjudicar las posiciones políticas del gobierno, o incluso atacar a la oposición

Es altamente significativo del nivel de degradación al que ha llegado nuestra vida pública el desprecio al ciudadano y a la verdad que muestran las autoridades al enfrentarse a las catástrofes o errores. De nuestros gobernantes no esperamos solamente que respeten el Código Penal, que es lo que parece cuando las noticias se sitúan permanentemente en juicios por los más deleznables delitos. No, se supone que la gestión pública debe ser excelente y respetar algunos principios que pueden resumirse en los de honestidad, integridad, objetividad, rendición de cuentas, altruismo, transparencia y liderazgo del conocido Informe del Comité Nolan. Obviamente es pronto para conocer las causas, pero hubiéramos necesitado un poco más de transparencia, rendición de cuentas, altruismo y desde luego liderazgo. El presidente del Gobierno tardó seis horas en decir algo y las sucesivas intervenciones han consistido en echar balones fuera, desestimar las opciones que puedan perjudicar las posiciones políticas del gobierno, o incluso atacar a la oposición. Las intervenciones de Beatriz Corredor, una registradora de la propiedad al parecer experta en energía y casualmente ex ministra socialista, nombrada por le gobierno presidenta de una empresa privada, mejor olvidarlas por extemporáneas, inapropiadas y poco útiles. Es evidente que en todo esto ha habido un error de alguien o un ataque premeditado que ha causado daños no esperados. Algo ha fallado y alguien debe responder de ello. Por supuesto, entra dentro de lo previsible que el directivo público trate de escurrir el bulto. Como dice el politólogo Salvador Parrado las estrategias son tres: estrategias de presentación, como argumentos para limitar la culpa (“es cosa de las empresas privadas”) y referirse a sucesos externos (“no descartamos el hackeo”); y las que previsiblemente vendrán, como las estrategias organizativas (rotar al personal: esperen y verán) o las estrategias procesuales, como cambiar el procedimiento para hacerlo menos discrecional.

Rendición de cuentas

No es que sea partidario de esos códigos de honor como el del bushido japonés, pero un poco de vergüenza torera no vendría mal, como ya decía hace muchos años “reinando” otro partido. Algún sacrificio humano en forma de dimisión siempre tranquiliza y hace creer que los errores tienen consecuencias. Aunque lo importante, en esta sociedad que ya sabemos compleja, no es quedarnos psicológicamente tranquilos, sino tomar nota de lo que falla para poder corregirlo: que haya una verdadera rendición de cuentas de esas causas profundas del error que, muy probablemente no serán solo técnicas, sino que involucrarán, me temo, circunstancias como que una empresa privada gestione un servicio esencial; que esa empresa, encima, esté politizada con nombramientos en su cúpula de personas que no reúnen la cualificación adecuada y, todavía peor, que las decisiones técnicas que se hayan adoptado estén de algún modo relacionadas con la ideología del gobierno que controla esa empresa privada, como por ejemplo el rechazo a las nucleares o su predilección por las renovables. No soy capaz de saber si es así o no, pero como ciudadano esta es la rendición de cuentas que realmente me importa.

Esos pequeños respetos al ciudadano que representan la información a tiempo, tomar las riendas de los problemas o pedir perdón son a veces tan importantes en la práctica como el Derecho penal. No en vano decía Thomas de Quincey en El asesinato como una de las bellas artes: «Si uno comienza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del Día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente».