El espíritu de la Vera Cruz: cuando el tacto se convierte en oración

La Vera Cruz es quizás la hermandad que más acerca a los titulares a todo el que lo necesita, sobre todo a las personas que a través del tacto sienten a Cristo en todas sus extremidades. Esta corporación ha entendido que evangelizar no siempre pasa por la palabra o la vista : también se puede llegar al corazón a través de las manos. En sus visitas guiadas para personas con discapacidad visual, la Cruz se convierte en un sendero que se recorre con los dedos. Las llagas, la corona, la talla desnuda de Cristo, todo se convierte en un lenguaje de amor que traspasa los límites físicos. Tocarlo es orar. Rozarlo es creer. Sentirlo es, simplemente, estar ante Dios. La labor de la Vera Cruz no solo está en lo patrimonial o lo litúrgico; está en lo humano. En ese abrazo invisible que se extiende desde su capilla hasta quienes, por cualquier motivo, no pueden vivir la fe como los demás. Y ahí está el verdadero milagro: hacer accesible lo sagrado.   Derribar barreras para que todos puedan encontrarse con el Cristo que muere por amor y la Virgen que espera entre sombras con esperanza. Desde hace varios años, la hermandad organiza este emotivo acto en la Semana de Pasión, en la previa del besapiés, del vía crucis y de la subida al paso del crucificado. Se trata de una jornada profundamente especial, en la que el templo se transforma en un espacio de encuentro entre lo sagrado y lo humano. Por la mañana, visitan la capilla instituciones como la ONCE, la Fundación del Rocío de Triana y los mayores de San Juan de Dios. Por la tarde, el turno es de Apascide, la asociación que atiende a personas sordociegas, quienes sienten al Cristo de la Vera Cruz a través del tacto, descubriendo su rostro, su cuerpo herido, su entrega silenciosa. Y, por último, palpan con devoción al crucificado más antiguo de la Semana Santa sevillana. Lo hacen despacio, con reverencia, acariciando cada pliegue, cada herida, cada detalle que a otros se nos escapa. En ese instante, el Señor deja de ser imagen para convertirse en presencia viva. Para ellos, el tacto es mirada, es palabra, es fe. Tocarlo es encontrarse con Dios. Las emociones se desbordabann. Uno de ellos comentaba que no se limpiaría las manos durante todo el tiempo que pudiera porque tenía a Dios dentro de él. Otro no cesaba en llorar por sentirse muy protegido con Cristo. Había quien se acercaba con respeto, quien sentía curiosidad… Y uno de ellos, Javi, vecino del barrio y hermano de la hermandad, en el instante final del acto, cuando iba a rezarse una oración, no lo dudó. Se agarró con fuerza a la cruz y a la mano del Cristo de la Vera Cruz. Y sin que nadie lo viera, comenzó a hablarle. Porque sabía que lo estaba escuchando. Mientras tanto, los presentes de la hermandad, rompían a llorar, los que llevaban tiempo viendo este momento y los que nunca lo habían vivido. Comentaban que esto es la verdadera Semana Santa, y así es, una imagen de siglos, siendo tocada con total naturalidad por los que más necesitan tener a Dios muy cerca. Es el espíritu de la Vera Cruz.

Abr 10, 2025 - 00:26
 0
El espíritu de la Vera Cruz: cuando el tacto se convierte en oración
La Vera Cruz es quizás la hermandad que más acerca a los titulares a todo el que lo necesita, sobre todo a las personas que a través del tacto sienten a Cristo en todas sus extremidades. Esta corporación ha entendido que evangelizar no siempre pasa por la palabra o la vista : también se puede llegar al corazón a través de las manos. En sus visitas guiadas para personas con discapacidad visual, la Cruz se convierte en un sendero que se recorre con los dedos. Las llagas, la corona, la talla desnuda de Cristo, todo se convierte en un lenguaje de amor que traspasa los límites físicos. Tocarlo es orar. Rozarlo es creer. Sentirlo es, simplemente, estar ante Dios. La labor de la Vera Cruz no solo está en lo patrimonial o lo litúrgico; está en lo humano. En ese abrazo invisible que se extiende desde su capilla hasta quienes, por cualquier motivo, no pueden vivir la fe como los demás. Y ahí está el verdadero milagro: hacer accesible lo sagrado.   Derribar barreras para que todos puedan encontrarse con el Cristo que muere por amor y la Virgen que espera entre sombras con esperanza. Desde hace varios años, la hermandad organiza este emotivo acto en la Semana de Pasión, en la previa del besapiés, del vía crucis y de la subida al paso del crucificado. Se trata de una jornada profundamente especial, en la que el templo se transforma en un espacio de encuentro entre lo sagrado y lo humano. Por la mañana, visitan la capilla instituciones como la ONCE, la Fundación del Rocío de Triana y los mayores de San Juan de Dios. Por la tarde, el turno es de Apascide, la asociación que atiende a personas sordociegas, quienes sienten al Cristo de la Vera Cruz a través del tacto, descubriendo su rostro, su cuerpo herido, su entrega silenciosa. Y, por último, palpan con devoción al crucificado más antiguo de la Semana Santa sevillana. Lo hacen despacio, con reverencia, acariciando cada pliegue, cada herida, cada detalle que a otros se nos escapa. En ese instante, el Señor deja de ser imagen para convertirse en presencia viva. Para ellos, el tacto es mirada, es palabra, es fe. Tocarlo es encontrarse con Dios. Las emociones se desbordabann. Uno de ellos comentaba que no se limpiaría las manos durante todo el tiempo que pudiera porque tenía a Dios dentro de él. Otro no cesaba en llorar por sentirse muy protegido con Cristo. Había quien se acercaba con respeto, quien sentía curiosidad… Y uno de ellos, Javi, vecino del barrio y hermano de la hermandad, en el instante final del acto, cuando iba a rezarse una oración, no lo dudó. Se agarró con fuerza a la cruz y a la mano del Cristo de la Vera Cruz. Y sin que nadie lo viera, comenzó a hablarle. Porque sabía que lo estaba escuchando. Mientras tanto, los presentes de la hermandad, rompían a llorar, los que llevaban tiempo viendo este momento y los que nunca lo habían vivido. Comentaban que esto es la verdadera Semana Santa, y así es, una imagen de siglos, siendo tocada con total naturalidad por los que más necesitan tener a Dios muy cerca. Es el espíritu de la Vera Cruz.