La fragilidad de la confianza
En un mundo en el que las crisis (económicas, ambientales, geopolíticas) y los desafíos que plantean las nuevas tecnologías socavan la confianza, es necesario rescatar este concepto indispensable para disfrutar de una vida plena. La entrada La fragilidad de la confianza se publicó primero en Ethic.

Vivir es una prueba permanente de confianza. En nosotros, en los otros, en las instituciones, en los códigos y las leyes que nos rigen, en los sistemas de trabajo, en el futuro. Del latín confidare, confiar implica que una determinada esperanza (concreta, por ejemplo, en un amigo; o genérica, por ejemplo, en la justicia) es confirmada. El filósofo John Locke decía que la confianza era el vinculum societatis, el «cemento de la sociedad». Lo común no existiría sin el apoyo y la confianza mutuos. Es decisiva para las relaciones humanas y para el orden y progreso político, social y económico. Se basa, en el decir de Francis Fukuyama, en «normas de reciprocidad y redes de compromiso cívico».
Puesto que nadie puede conocerlo todo ni anticipar sin margen de error el resultado de nuestras acciones, puesto que a todo acto corresponde un nivel de incertidumbre y de riesgo, la confianza se vuelve imprescindible. La vida se vive sin garantías. Pero esta es, asimismo, un sentir psicológicamente complejo, frágil y difícil de reparar una vez dañado. Quién confía, en quién, cuándo, de qué modo y en qué grado son cuestiones que se modulan por factores sociales, económicos, psíquicos, políticos, religiosos (en los billetes de dólar aún sigue imprimiéndose el lema In God we trust, «Confiamos en Dios»). La confianza se deposita «en uno mismo, en un círculo cercano, en el prójimo, en las organizaciones a las que se pertenece, en las estructuras sociales, políticas y económicas y en el futuro, el planeta y la sociedad», como recoge el informe Lazos de confianza para futuros resilientes, elaborado por Espacio Futuro, el think tank de Santalucía.
Confiar implica saberse vulnerable y, puesto que tiene que ver con los conocimientos, experiencias y habilidades acumuladas, el grado de confianza varía en función de nuestra etapa vital, al igual que lo hace aquello en que la depositamos. Las expectativas, los miedos, las perspectivas de un adolescente (que tiene su vida por delante) no son las mismas que las de la edad adulta (que reclama «narrativas globales que favorezcan el sentido de sociedad», según el grupo de expertos de Espacio Futuro), o de un sénior (que ya ha gozado de gran parte de esta). La confianza que reciba un niño durante su crianza constituirá uno de sus más preciados dones. Y el propósito vital en la edad adulta está más perfilado que en edades más tempranas. Cada tramo de la vida requiere su propia confianza.
La confianza se deposita en uno mismo, en el prójimo, en las estructuras sociales, políticas y económicas, en el planeta y la sociedad
Mezcla de instinto y de razonamiento, la confianza se articula, en primera instancia, con la autoestima. Es intangible, por lo que carece de un sistema de medida. Y nos hace vulnerables, al mostrar nuestras inclinaciones y preferencias. Pero «es precisamente alrededor de las fragilidades y vulnerabilidades compartidas donde surgen los vínculos de confianza y de cuidado más duraderos», como recoge el informe.
La confianza forma parte de la condición humana. Su carencia provoca la sensación de soledad, y exige al otro más o espera menos de lo que debiera. Aristóteles advirtió de que la confianza es contraria al temor. «Quien no se confía pese al riesgo de ser traicionado […] se priva de toda interacción que no sea puntual y superficial», asegura el neurólogo y psiquiatra Carlos Castilla del Pino.
¿Qué hace que confiemos o no en alguien, en algo? La ética nos dice que se es digno de ella cuando existe una armonía entre las palabras y las obras. Hermanada con la coherencia, la confianza emana de un recto obrar o, lo que es lo mismo, de la práctica de la virtud, de la verdad, de cumplir nuestras obligaciones y promesas, de respetar a los demás. Se empareja también con la lealtad: la confianza en personas o instituciones reside en la fiabilidad que ofrecen de responder a nuestras expectativas, y parte siempre de uno mismo. Quien confía, espera.
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