El duque prisionero que engañó al rey nadando entre truchas y dio origen al día de las bromas en Francia

El relato, recogido en el siglo XIX por Quitard, mezcla elementos reales y cómicos hasta difuminar los límites entre la historia y la invención popularCuando el poder se paga con vino: la ejecución más curiosa de la realeza británica en las Guerras de las Rosas Era como un pez y no lo sabían. Se les escapó entre las manos, resbaladizo, astuto y sin dejar más rastro que unas huellas mojadas en la piedra. Mientras los soldados bostezaban, alguien se deslizaba lejos, ajeno al frío y al miedo. Aquella madrugada, en pleno siglo XVII, el río Meurthe no solo arrastró corrientes. También arrastró una burla monumental. Una huida disfrazada de trucha. La historia apareció en el siglo XIX, casi como una curiosidad entre muchas otras: según relató Pierre-Marie Quitard en su Dictionnaire des proverbes et des locutions proverbiales de la langue française, un duque que pudo ser Nicolás de Lorena consiguió escapar del castillo de Nancy, donde estaba retenido por orden de Luis XIII, cruzando a nado el río Meurthe el 1 de abril. Una madrugada para reírse del rey Quitard cuenta que lo hizo “nadando entre truchas”, un detalle que terminó por darle un aire casi cómico a la huida. No está claro si fue una maniobra estudiada o simplemente una coincidencia bien aprovechada, pero ese episodio terminó encajando a la perfección con una tradición que, por ese entonces, ya empezaba a tomar forma: el poisson d’avril, el día de las bromas en Francia. Se trata de una costumbre popular que se celebra cada 1 de abril, y que consiste en gastar engaños, bromas y burlas —algunas muy elaboradas— a familiares, amigos o incluso a desconocidos. Es el equivalente francés del Día de los Inocentes. Uno de sus rasgos más característicos es pegar un dibujo de un pez en la espalda de alguien sin que lo note, lo que da nombre a la fecha: pez de abril. En Francia se coloca un pez en la espalda de la víctima de las bromas Lo curioso no es que escapara, sino que lo hiciera, según el escritor, justo ese día. Porque en Francia, desde hacía un tiempo, el 1 de abril empezaba a asociarse con bromas y engaños. La antigua costumbre de intercambiar regalos durante el cambio de año, cuando este aún comenzaba el 25 de marzo, había degenerado con el tiempo en una excusa para gastar bromas. Después de que el edicto de Roussillon de 1564, impulsado por Carlos IX, fijara el 1 de enero como inicio oficial del calendario, hubo quienes siguieron entregando presentes a finales de marzo, aunque ya sin mucho convencimiento. Esos obsequios acabaron convirtiéndose en bromas, primero discretas y luego cada vez más elaboradas. Ahí encajó el príncipe como un guante. La imagen de un noble que escapa disfrazado, mojado y riéndose del rey desde el otro lado del río tenía todos los ingredientes para alimentar la imaginación popular. Aunque Quitard no asegura en ningún momento que este fuera el origen real del poisson d’avril - que viene a ser una especie de Día de los Inocentes en Francia -, sí lo recoge como una de las explicaciones más pintorescas. Y eso bastó para que quedara grabada. La versión alternativa de la huída del príncipe Hay incluso una versión menos heroica y más mundana del mismo episodio. Según otros relatos recogidos también por Quitard, y dando por cierto que era Nicolás, el príncipe no habría cruzado el río a nado, sino disfrazado de campesino, con una cesta grande de estiércol a la espalda, acompañado por la princesa Claude, que también iba disfrazada. Salieron por una de las puertas de la ciudad, sin chapuzones ni dando saltos al vacío desde un torreón, pero con el mismo desenlace: se burlaron de los guardias y lograron marcharse para siempre. Una campesina que solía llevar leche a palacio reconoció a la princesa, avisó a los soldados y estos pensaron que era una broma. Es decir, como se reinterpretó años más tarde, les hicieron un pez de abril en toda regla. E

Mar 31, 2025 - 19:05
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El duque prisionero que engañó al rey nadando entre truchas y dio origen al día de las bromas en Francia

El duque prisionero que engañó al rey nadando entre truchas y dio origen al día de las bromas en Francia

El relato, recogido en el siglo XIX por Quitard, mezcla elementos reales y cómicos hasta difuminar los límites entre la historia y la invención popular

Cuando el poder se paga con vino: la ejecución más curiosa de la realeza británica en las Guerras de las Rosas

Era como un pez y no lo sabían. Se les escapó entre las manos, resbaladizo, astuto y sin dejar más rastro que unas huellas mojadas en la piedra. Mientras los soldados bostezaban, alguien se deslizaba lejos, ajeno al frío y al miedo. Aquella madrugada, en pleno siglo XVII, el río Meurthe no solo arrastró corrientes. También arrastró una burla monumental. Una huida disfrazada de trucha.

La historia apareció en el siglo XIX, casi como una curiosidad entre muchas otras: según relató Pierre-Marie Quitard en su Dictionnaire des proverbes et des locutions proverbiales de la langue française, un duque que pudo ser Nicolás de Lorena consiguió escapar del castillo de Nancy, donde estaba retenido por orden de Luis XIII, cruzando a nado el río Meurthe el 1 de abril.

Una madrugada para reírse del rey

Quitard cuenta que lo hizo “nadando entre truchas”, un detalle que terminó por darle un aire casi cómico a la huida. No está claro si fue una maniobra estudiada o simplemente una coincidencia bien aprovechada, pero ese episodio terminó encajando a la perfección con una tradición que, por ese entonces, ya empezaba a tomar forma: el poisson d’avril, el día de las bromas en Francia.

Se trata de una costumbre popular que se celebra cada 1 de abril, y que consiste en gastar engaños, bromas y burlas —algunas muy elaboradas— a familiares, amigos o incluso a desconocidos. Es el equivalente francés del Día de los Inocentes. Uno de sus rasgos más característicos es pegar un dibujo de un pez en la espalda de alguien sin que lo note, lo que da nombre a la fecha: pez de abril.

En Francia se coloca un pez en la espalda de la víctima de las bromas

Lo curioso no es que escapara, sino que lo hiciera, según el escritor, justo ese día. Porque en Francia, desde hacía un tiempo, el 1 de abril empezaba a asociarse con bromas y engaños. La antigua costumbre de intercambiar regalos durante el cambio de año, cuando este aún comenzaba el 25 de marzo, había degenerado con el tiempo en una excusa para gastar bromas.

Después de que el edicto de Roussillon de 1564, impulsado por Carlos IX, fijara el 1 de enero como inicio oficial del calendario, hubo quienes siguieron entregando presentes a finales de marzo, aunque ya sin mucho convencimiento. Esos obsequios acabaron convirtiéndose en bromas, primero discretas y luego cada vez más elaboradas.

Ahí encajó el príncipe como un guante. La imagen de un noble que escapa disfrazado, mojado y riéndose del rey desde el otro lado del río tenía todos los ingredientes para alimentar la imaginación popular. Aunque Quitard no asegura en ningún momento que este fuera el origen real del poisson d’avril - que viene a ser una especie de Día de los Inocentes en Francia -, sí lo recoge como una de las explicaciones más pintorescas. Y eso bastó para que quedara grabada.

La versión alternativa de la huída del príncipe

Hay incluso una versión menos heroica y más mundana del mismo episodio. Según otros relatos recogidos también por Quitard, y dando por cierto que era Nicolás, el príncipe no habría cruzado el río a nado, sino disfrazado de campesino, con una cesta grande de estiércol a la espalda, acompañado por la princesa Claude, que también iba disfrazada. Salieron por una de las puertas de la ciudad, sin chapuzones ni dando saltos al vacío desde un torreón, pero con el mismo desenlace: se burlaron de los guardias y lograron marcharse para siempre.

Una campesina que solía llevar leche a palacio reconoció a la princesa, avisó a los soldados y estos pensaron que era una broma. Es decir, como se reinterpretó años más tarde, les hicieron un pez de abril en toda regla. Ese malentendido dio al matrimonio el tiempo justo para escapar.

La escapatoria del príncipe, según algunos relatos, incluía un cruce del río Meurthe nadando entre truchas

Lo mejor de esta historia es que nunca pretendió ser creíble. De hecho, ni siquiera se presenta como verdad comprobada, sino como parte de un abanico de versiones posibles sobre el origen de una tradición que combina regalos, engaños y peces en la espalda. El poisson d’avril francés se consolidó así, entre anécdotas dudosas y costumbres heredadas de la Roma antigua, donde ya existía la práctica de dar étrennes, presentes de año nuevo, en honor a la diosa Strena.

Por lo tanto, lo que comenzó como una tradición festiva para despedir marzo acabó transformándose en una excusa colectiva para el humor. Y si, de paso, se puede colar una historia con un príncipe nadando entre truchas, mucho mejor.

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