El cambio de hora no solo te fastidia a ti: tu perro también lo está pasando regular
Nuevo horario - Aunque los perros no dependan de alarmas, su reloj interno se sincroniza con los hábitos humanos, por lo que cualquier modificación horaria puede provocar desconcierto en su día a día¿Cuándo no pasear a tu perro puede ser beneficioso? Dormir una hora menos no parece gran cosa… hasta que todo empieza a ir un poco raro. Te despiertas antes de tiempo, llegas tarde a casi todo y te pasas el día dudando de si es hora de comer o no. Ese pequeño jet lag trastoca las rutinas con más fuerza de la que se le atribuye. No hace falta cruzar un océano para sentir que el cuerpo y el reloj no se entienden, y si eso ya descoloca a humanos, todavía más a un perro que aparece frente al comedero mucho antes de que caiga la tarde. Este pasado fin de semana, con el salto al horario de verano, millones de relojes se adelantaron una hora y, aunque parezca una anécdota menor, para muchos animales eso es suficiente para que el día se descompense por completo. Cuando una hora de menos lo pone todo del revés No necesitan despertadores, pero su reloj interno no falla. Los perros, sobre todo, ajustan sus hábitos a los horarios de sus cuidadores, así que cualquier variación se nota más de lo que parece. El estudio llevado a cabo por la Universidad de Toronto lo dejó bastante claro: el principal factor que marcaba el ritmo de los canes no era la luz, sino la actividad humana. Como explicaba Ming Fei Li, doctorando participante en la investigación, “el factor número uno que afectó a su hora de despertarse fue la actividad humana”. El experimento se centró en perros de trineo y de compañía, y todos llevaban sensores que medían su movimiento. Los resultados fueron claros: incluso los más activos y expuestos al entorno natural tardaron en adaptarse. Los perros notan que algo cambia Esa dependencia hacia las rutinas ajenas también se traduce en comportamientos curiosos. Algunos animales se muestran más inquietos, se adelantan a la hora de comer o protestan si el paseo llega tarde. Es un pequeño ajuste, pero lo suficiente para activar sus alarmas. Lavania Nagendran, también investigadora en el estudio canadiense, subrayó la conexión emocional al afirmar que “los perros están muy, muy vinculados a los humanos; es una prueba de lo bien sincronizados que están nuestros patrones”. Aunque los efectos no suelen prolongarse más allá de unos días, hay comportamientos que conviene observar. Inquietud repentina, cambios en el apetito o alteraciones en el sueño pueden ser señales de que el animal necesita algo de ayuda para adaptarse. No es necesario hacer grandes cosas: basta con mantener las rutinas lo más estables posible y ajustar los horarios poco a poco, en vez de cambiar todo de golpe. En casos puntuales, repartir las comidas en varias tomas puede reducir la ansiedad. También es útil reforzar comportamientos tranquilos. Si un perro mantiene la calma durante esos días de transición, conviene premiarlo, no solo con comida, también con caricias o juegos. No porque haya que educarlo de nuevo, sino porque eso ayuda a que relacione el nuevo horario con algo positivo. La actividad física, por su parte, sigue siendo fundamental. Sacarlos más a menudo o introducir juegos nuevos es una buena manera de rebajar la energía acumulada. También los gatos tienen algo que decir sobre el horario de verano En el caso de los gatos, la reacción no es muy distinta, aunque ellos lo expresan de otra manera. No van a ladrar ni a saltar como locos si algo se retrasa, pero sí pueden maullar más o mostrarse especialmente insistentes. Sobre todo si el retraso afecta a su comida.

Nuevo horario - Aunque los perros no dependan de alarmas, su reloj interno se sincroniza con los hábitos humanos, por lo que cualquier modificación horaria puede provocar desconcierto en su día a día
¿Cuándo no pasear a tu perro puede ser beneficioso?
Dormir una hora menos no parece gran cosa… hasta que todo empieza a ir un poco raro. Te despiertas antes de tiempo, llegas tarde a casi todo y te pasas el día dudando de si es hora de comer o no. Ese pequeño jet lag trastoca las rutinas con más fuerza de la que se le atribuye.
No hace falta cruzar un océano para sentir que el cuerpo y el reloj no se entienden, y si eso ya descoloca a humanos, todavía más a un perro que aparece frente al comedero mucho antes de que caiga la tarde. Este pasado fin de semana, con el salto al horario de verano, millones de relojes se adelantaron una hora y, aunque parezca una anécdota menor, para muchos animales eso es suficiente para que el día se descompense por completo.
Cuando una hora de menos lo pone todo del revés
No necesitan despertadores, pero su reloj interno no falla. Los perros, sobre todo, ajustan sus hábitos a los horarios de sus cuidadores, así que cualquier variación se nota más de lo que parece. El estudio llevado a cabo por la Universidad de Toronto lo dejó bastante claro: el principal factor que marcaba el ritmo de los canes no era la luz, sino la actividad humana.
Como explicaba Ming Fei Li, doctorando participante en la investigación, “el factor número uno que afectó a su hora de despertarse fue la actividad humana”. El experimento se centró en perros de trineo y de compañía, y todos llevaban sensores que medían su movimiento. Los resultados fueron claros: incluso los más activos y expuestos al entorno natural tardaron en adaptarse.
Esa dependencia hacia las rutinas ajenas también se traduce en comportamientos curiosos. Algunos animales se muestran más inquietos, se adelantan a la hora de comer o protestan si el paseo llega tarde. Es un pequeño ajuste, pero lo suficiente para activar sus alarmas. Lavania Nagendran, también investigadora en el estudio canadiense, subrayó la conexión emocional al afirmar que “los perros están muy, muy vinculados a los humanos; es una prueba de lo bien sincronizados que están nuestros patrones”.
Aunque los efectos no suelen prolongarse más allá de unos días, hay comportamientos que conviene observar. Inquietud repentina, cambios en el apetito o alteraciones en el sueño pueden ser señales de que el animal necesita algo de ayuda para adaptarse.
No es necesario hacer grandes cosas: basta con mantener las rutinas lo más estables posible y ajustar los horarios poco a poco, en vez de cambiar todo de golpe. En casos puntuales, repartir las comidas en varias tomas puede reducir la ansiedad.
También es útil reforzar comportamientos tranquilos. Si un perro mantiene la calma durante esos días de transición, conviene premiarlo, no solo con comida, también con caricias o juegos. No porque haya que educarlo de nuevo, sino porque eso ayuda a que relacione el nuevo horario con algo positivo. La actividad física, por su parte, sigue siendo fundamental. Sacarlos más a menudo o introducir juegos nuevos es una buena manera de rebajar la energía acumulada.
También los gatos tienen algo que decir sobre el horario de verano
En el caso de los gatos, la reacción no es muy distinta, aunque ellos lo expresan de otra manera. No van a ladrar ni a saltar como locos si algo se retrasa, pero sí pueden maullar más o mostrarse especialmente insistentes. Sobre todo si el retraso afecta a su comida.
A diferencia de los perros, no dependen de los paseos, pero sí se organizan en torno a rutinas muy concretas. Una alteración brusca puede generar cierto nerviosismo, especialmente si no hay un reajuste gradual.
Aunque el cambio de hora parezca una formalidad más, para muchos animales significa una interrupción real en sus costumbres. Y cuando esas costumbres dependen tanto del reloj humano, un simple desfase puede bastar para descolocar su día entero. Por eso, tenerlo en cuenta es un pequeño gesto que puede evitar muchas molestias. Al final, se trata de adaptar lo justo para que todo vuelva a su sitio sin que nadie tenga que andar contando horas.