¿Dónde vas, Núñez Feijóo?
Lo último que se esperaban dirigentes y votantes muy cafeteros del Partido Popular es que Alberto Núñez Feijóo adelantara deprisa y corriendo la convocatoria de un congreso del partido que nadie echaba de menos. Y encima el hombre adornó su anuncio con el desafortunado chascarrillo de decir "vamos a pasar del cónclave del papa al cónclave del PP". Parece que alguien del equipo de Feijóo pensó que era una buena idea escribirle un chiste al líder: se equivocó, no era una buena idea, no lo era porque Feijóo pertenece a esa clase de sosos que cuando cuentan un chiste hacen más visible y patética su sosería. No debe haber ni un solo votante del PP que eche de menos a un Feijóo más gracioso; en cambio, a casi todos les gustaría un Feijóo menos borroso, más contundente, más resuelto, con mayor determinación, ya fuera para pasar por las armas al presidente valenciano Carlos Mazón, ya para poner en su sitio a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. Lo que el PP necesita es un líder que verdaderamente lo sea: no quiere ello decir que Feijóo no pueda llegar a serlo, pues tal circunstancia bien podría suceder, sí, pero solo después, nunca antes, de convertirse en presidente del Gobierno de España, un escenario que está tardando en hacerse realidad mucho más tiempo del que la ansiedad de Génova había previsto. ¿Para qué sirve un congreso? Es prácticamente seguro que el cónclave, que se celebrará los primeros días de julio en Madrid, arrojará pocas o más bien ninguna novedad de calado, y no tanto porque en el PP falte masa gris para proponer y articular nuevas ideas o audaces estrategias como porque, por definición, los congresos de los partidos no acostumbran a prestar atención a las ideas: en los partidos atrapalotodo, como son el PP o el PSOE, las ideas son apenas un puñado, y más o menos siempre las mismas. Cuando un partido está en el poder, el congreso se limita a confirmar al líder y dar su aquiescencia a lo que este líder esté haciendo como presidente del Gobierno, sea una ley de amnistía que pocos veían con buenos ojos, sea meterse en una guerra que nadie quería. En el PP, como en el PSOE, las novedades ideológicas y estratégicas se suelen decidir más bien sobre la marcha, mientras se gobierna; es a posteriori cuando los congresos dan su nihil obstat, si es que el líder tiene a bien preguntárselo. La convocatoria del congreso del PP tiene un punto enigmático porque nadie sabe muy bien ni por qué ni para qué ha tomado Feijóo tal iniciativa, que no quiere decirse que vaya a perjudicarle porque el congreso pueda salir mal, sino que no acaba de verse en qué podría beneficiarle, ya que difícilmente va a salir del congreso más líder de como entró en él. Aunque nominalmente Feijóo es el papa, lo cierto es que ni él mismo ni los suyos se lo acaban de creer del todo, y así...
Lo último que se esperaban dirigentes y votantes muy cafeteros del Partido Popular es que Alberto Núñez Feijóo adelantara deprisa y corriendo la convocatoria de un congreso del partido que nadie echaba de menos. Y encima el hombre adornó su anuncio con el desafortunado chascarrillo de decir "vamos a pasar del cónclave del papa al cónclave del PP". Parece que alguien del equipo de Feijóo pensó que era una buena idea escribirle un chiste al líder: se equivocó, no era una buena idea, no lo era porque Feijóo pertenece a esa clase de sosos que cuando cuentan un chiste hacen más visible y patética su sosería. No debe haber ni un solo votante del PP que eche de menos a un Feijóo más gracioso; en cambio, a casi todos les gustaría un Feijóo menos borroso, más contundente, más resuelto, con mayor determinación, ya fuera para pasar por las armas al presidente valenciano Carlos Mazón, ya para poner en su sitio a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. Lo que el PP necesita es un líder que verdaderamente lo sea: no quiere ello decir que Feijóo no pueda llegar a serlo, pues tal circunstancia bien podría suceder, sí, pero solo después, nunca antes, de convertirse en presidente del Gobierno de España, un escenario que está tardando en hacerse realidad mucho más tiempo del que la ansiedad de Génova había previsto. ¿Para qué sirve un congreso? Es prácticamente seguro que el cónclave, que se celebrará los primeros días de julio en Madrid, arrojará pocas o más bien ninguna novedad de calado, y no tanto porque en el PP falte masa gris para proponer y articular nuevas ideas o audaces estrategias como porque, por definición, los congresos de los partidos no acostumbran a prestar atención a las ideas: en los partidos atrapalotodo, como son el PP o el PSOE, las ideas son apenas un puñado, y más o menos siempre las mismas. Cuando un partido está en el poder, el congreso se limita a confirmar al líder y dar su aquiescencia a lo que este líder esté haciendo como presidente del Gobierno, sea una ley de amnistía que pocos veían con buenos ojos, sea meterse en una guerra que nadie quería. En el PP, como en el PSOE, las novedades ideológicas y estratégicas se suelen decidir más bien sobre la marcha, mientras se gobierna; es a posteriori cuando los congresos dan su nihil obstat, si es que el líder tiene a bien preguntárselo. La convocatoria del congreso del PP tiene un punto enigmático porque nadie sabe muy bien ni por qué ni para qué ha tomado Feijóo tal iniciativa, que no quiere decirse que vaya a perjudicarle porque el congreso pueda salir mal, sino que no acaba de verse en qué podría beneficiarle, ya que difícilmente va a salir del congreso más líder de como entró en él. Aunque nominalmente Feijóo es el papa, lo cierto es que ni él mismo ni los suyos se lo acaban de creer del todo, y así...
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