Detrás de escena: la argentina que participó del documental del Papa con diez jóvenes revela cómo fue conocerlo
Milagros Acosta, de Santiago del Estero, fue convocada para Amén, Francisco Responde; dialogó con LA NACION sobre toda la experiencia y el impacto de su muerte
Cuando a Milagros Acosta, una joven santiagueña de 25 años, le preguntaron si se animaba a participar en un par de entrevistas, nunca imaginó que responder “Sí, dale” la iba a llevar a tomar un avión por primera vez en su vida, conocer al papa Francisco y hacer escuchar sus ideas a todo el mundo.
Milagros fue la única argentina que participó en Amén, Francisco Responde, el documental estrenado en 2023 en el que el ahora fallecido Papa conversó con diez jóvenes sobre distintos temas sensibles como abuso sexual, pornografía y masturbación, entre otros. A Milagros, como integrante de la organización Católicas por el Derecho a Decidir, la eligieron para hablar sobre el aborto y el lugar de las mujeres en la iglesia.
La joven, docente de nivel inicial, catequista y estudiante de comunicación social, charló con LA NACION sobre la experiencia de haber conocido a Francisco, regalarle un pañuelo verde –símbolo de la lucha por la legalización del aborto en la Argentina– y sus impresiones acerca de las respuestas del sumo pontífice.
–¿Cómo llegaste a formar parte del documental? ¿Cómo te eligieron?
–Es muy loco porque no es que tenía algún contacto, sino que básicamente yo era catequista, había conocido a la organización [Católicas por el derecho a decidir] y formaba parte de un grupo de jóvenes en el que buscaban a una joven que se animara a dar un par de entrevistas.
–¿Sabías que las entrevistas eran para grabar el documental con el Papa?
–No. Solo me habían dicho que era para hacer un encuentro de jóvenes de distintas partes del mundo donde expresar opiniones y luego hacer un posteo o un documental. En ningún momento nombraron al Papa. Dijeron que íbamos a pasar por un proceso de varias entrevistas; a mí me entusiasmaba, así que dije que sí. Pasaron aproximadamente tres meses hasta que me avisan que estaba dentro de los 16 finalistas. Contenta, acepto, y recién entonces me dicen que había una posibilidad de que estuviera el Papa y de viajar a Roma en compañía de otra persona. Dije “¡¿Qué?!" Elegí a mi mamá, imaginate lo que era para nosotras, mi mamá empleada doméstica y yo recién recibida de docente, no había chances de que eso sucediera. En la familia hacíamos chistes de que no podía ser verdad, que íbamos a viajar y nos iban a secuestrar. Pero bueno, todo era muy cierto.
–¿Y una vez allá, cómo fue el día de la filmación?
–Viajamos y durante una semana estuvimos en un hotel compartiendo el tiempo con los otros jóvenes, pero no podíamos hablar de las temáticas. Ninguno sabía de qué iba a hablar el otro. Recién lo descubrimos el día del encuentro. Ese día se grababa en una fábrica restaurada por jóvenes. El Papa salía del Vaticano y venía al encuentro. Éramos todos jóvenes con posturas disidentes, ninguno coincidía con la iglesia. Algunos eran creyentes, otros no.
–¿Tenían que mostrar qué iban a preguntar antes?
–Nunca nos dijeron qué podíamos preguntar y qué no, solo que nos concentráramos en las temáticas por las que habíamos sido elegidos. A cada uno de los que estábamos ahí nos habían elegido por una temática. Yo, por ejemplo, en todas mis entrevistas hablé sobre ser católica y feminista, cuestiones de género, del rol de la mujer. Podíamos hacer otras preguntas que surgieran en el momento también. Y así fue. Se generó mucha complicidad entre todos los jóvenes. Nos mirábamos, levantábamos la mano, escuchábamos al otro; si no coincidíamos, lo decíamos. Ha sido muy libre y muy lindo.
–¿Y qué recordás del momento en el que conociste al Papa?
–Ese día, antes de ir a la fábrica, estábamos todos muy ansiosos en el hotel. Nadie sabía qué iba a preguntar el otro y yo estaba nerviosa porque pensaba que lo mío era lo más fuerte. De camino a la fábrica, nos enteramos de que todas las calles estaban cortadas para que llegara el Papa, había un montón de seguridad y ahí caímos en la cuenta de lo que habíamos ido a hacer. Nos sentamos en ronda, con muchas cámaras, y nos preguntábamos entre nosotros cuándo venía, cómo habría que saludarlo, si había un protocolo que seguir, si podríamos sacarnos una selfie, si había que besarle el anillo o no. Hasta que llega, caminando muy despacito, se hace un silencio y dice: “Me han dicho que me prepare porque ustedes son más fuertes que la piel de Judas”. Nos reímos, le dimos la bienvenida y cada cual lo saludó como le parecía.
–¿Vos cómo lo saludaste?
–Yo le pregunté si le podía dar dos besos y me dijo “Sí, sale 50 pesos cada beso”. O sea, generó confianza, chistes, cercanía. Nos dijo “Vienen a hablar con un Papa, qué aburrido ¿no?”. Generó apertura y confianza y empezamos a hablar sin miedo. Creo que él no sabía o no se imaginaba las preguntas que le íbamos a hacer porque estaba muy confianzudo y lo hemos expuesto a un montón de cuestiones de las cuales de muchas se sorprendió, pero tenía una escucha muy atenta y activa, no por compromiso, sino por realmente querer escuchar al joven y eso para mí es muy valioso.
–¿Cómo recibió el pañuelo cuando se lo diste?
–Primero yo le doy mi testimonio y el por qué se lo doy. Y cuando se lo entrego, lo recibe, me dice “Gracias” con una sonrisa y me abraza. Eso ha sido todo para mí, lo más significativo. Como católica con estas ideas que parecen contradictorias, pero que para mí tienen coherencia, siendo que es el Papa y no va a decir que está a favor del aborto, con ese gesto de algún modo ha acentuado mucho el acompañamiento a la mujer que aborta. Me quedo con el abrazo, el beso, la cercanía, el humanismo. Siento que él se dio cuenta de que yo no era una persona que estaba fingiendo, que lo hice desde la honestidad y lo genuino de todo lo que representa ese pañuelo para nosotras en la Argentina.
–¿Te satisficieron las respuestas del papa?
–No, no. Algunas sí, que hoy rescato porque es un papa, qué se le puede pedir, pero creo que lo revolucionario es el encuentro con jóvenes que no pensaban como él y que, de todas formas, decidió documentarlo y que se difunda. Para mí eso ya es un montón, pero las respuestas que me ha dado por supuesto que no me han generado satisfacción. Los gestos de recibir el pañuelo, su reconocimiento a la mujer dentro de algunos espacios de la iglesia o decir “Cuando la mujer toma el mando, todo sale bien” los tomo y pienso “Bueno, algo ha dicho”, pero por supuesto que yo como católica y feminista considero que hay estructuras dentro de la iglesia que deben cambiar radicalmente. Y para eso falta un montonazo. Ahí nace mi esperanza por seguir soñando con una iglesia realmente de puertas abiertas para todos, todas y todes.
–¿Qué sentiste al enterarte de su fallecimiento?
–Me conmovió, claro. No quería que muera porque frente al contexto político y económico actual era el único que hablaba sobre crisis climática, diversidad, el otro, la humanidad, justicia social. No quería que muriera porque sin él, ¿quién va a hablar? También recordé la empatía que sentí cuando lo conocí, cómo caminaba despacio, su voz baja. La verdad es que, desde que anunciaron su muerte, no he parado de dar entrevistas y recién el domingo me tomé un rato para pensar, hacer el duelo y comprender que, si bien me sentía triste, también pude decir “Wow, todo lo que ha hecho”. Ver la alegría del pueblo, que parece contradictorio, pero creo que esa alegría es que nos devolvió la esperanza de soñar con una iglesia inclusiva, respetuosa, que reconoce la diversidad. Ahí me siento incluida yo también. Me siento muy bendecida por haber tenido ese encuentro.
–¿Seguís formando parte de Católicas por el Derecho a Decidir?
–Sí. Ahora coordino un grupo a nivel federal, de hecho. Formamos materiales y promotores de educación sexual integral y doy talleres de ESI. Eso es un montón porque donde se piensa que no hay necesidad o existen tabúes, he tenido las puertas de algunas iglesias abiertas para dar talleres. Mi lado de catequista sigue, pero en otros espacios, con otra llegada y eso a mí realmente me llena de orgullo.
–¿Cómo ves la situación de las mujeres hoy en la iglesia argentina en comparación al momento en el que se grabó el documental? ¿Cambió algo?
–El Papa ha dicho en el documental y en muchos lugares “Pregunten menos y asistan más”, pero se sigue delegando a la mujer al lugar del pecado. Antes el perdón era solo dado por un obispo, hoy lo puede dar un párroco, o sea, alguien mucho más cercano. Eso sí siento que ha impactado, pero se sigue viendo a la mujer como pecadora. Nosotras, desde nuestra teología feminista y lo que llamamos una lectura de la Biblia de la sospecha, trabajamos con la libertad de conciencia y el derecho a decidir.
–¿Cuáles son tus expectativas del porvenir de la Iglesia ante la elección de un nuevo Papa ?
–Espero que continúe el legado de Francisco porque, si bien no hizo cambios radicales, sí son muy significativos los gestos que ha tenido y me parecen fundamentales para sostener la esperanza. Rezo para que el próximo Papa continúe su legado, pero si no, también creo en que el poder de la juventud, la sociedad y el pueblo lo va a continuar de todas formas.