Dentro del estreno en España del movimiento Revoltes de la Terra: acampada y protesta contra las baterías

Inspirado en el francés Soulèvements de la Terre, su primera acción de este fin de semana en Tarragona ilustra la divisiones ecologistas en torno a la electrificiación de la movilidadLa imputación a activistas de Futuro Vegetal por organización criminal: “Protestan desnudas y bañadas en líquido rojo” Toda esta historia arranca en un olivar. Lo primero que nos dicen es que tapemos las matrículas. Algunos lo hacen con cinta adhesiva. Otros recurren a telas, pañuelos, banderas, mapas y accesorios para el coche. Lo importante, dicen, es que no puedan ser identificadas en imágenes aéreas. Llegar ahí tiene su complejidad. Hasta el viernes no se sabrá la ubicación exacta del lugar. Sólo unos pocos activistas conocen las coordenadas. Los móviles deben ir apagados o en modo avión. Los coches que llegan el jueves por la noche para ayudar a preparar el campamento, han de respetar protocolos de seguridad. Ya en las inmediaciones, intentando dar con alguno de los organizadores para llegar al terreno y visto el ambiente, surge una pregunta obvia: ¿Cuál ha sido el punto de contacto con ellos? “Digamos que funcionan como una cebolla, y nosotras hemos hablado con una de las capas”, contesta una activista del coche que ha salido desde Madrid el jueves por la mañana. A las siete en punto del viernes habrá una asamblea para organizar la logística, nos dicen al recibirnos finalmente en un lugar de acampada provisional. A las siete de la mañana del viernes, ya desayunadas, varias decenas de personas en círculo escuchan las instrucciones. A lo largo del día hay que montar la cocina, los baños, los lavabos, la barra donde se servirán bebidas por la noche y una carpa y escenario que han remolcado desde Andalucía dos hermanos que se dedican al circo social. El campamento improvisado En ese campamento improvisado en un olivar de Mont-roig del Camp (Tarragona), se estrena en público Revoltes de la Terra, un nuevo movimiento inspirado en el francés Soulèvements de la Terre (SLT). Nutrido en buena medida de la cultura asociativa del independentismo catalán, Revoltes de la Terra nace para ser una “constelación de luchas” por un interés común: la defensa del territorio y el anticapitalismo, explican sus impulsores.  El método de protesta de SLT—movimiento que el Gobierno francés quiso disolver al considerarlo “ecoterrorista”— mezcla lo lúdico y festivo con la acción directa. Por un lado, la vertiente más “festivalera”: un campamento donde se organizan actividades, talleres, conciertos e incluso zonas infantiles. Por otro, la más disruptiva: la protesta, con desobediencia civil, ocupación de terrenos privados —generalmente para frenar o sabotear proyectos industriales— y potenciales disturbios con la policía.   Protesta de Revoltes de la Terra En el lugar de la acampada, un terreno cedido por los vecinos de Mont-roig a los activistas, más de mil personas se llegan a congregar el viernes, día en que la ubicación deja de ser secreta. Allí convergen militantes de grupos ecologistas como los de Extinction Rebellion —al menos una veintena de activistas de este colectivo acuden al encuentro— o de Ecologistas en Acción, movimientos por la vivienda, ecoaldeas, agrupaciones campesinas, centros sociales okupados, partidos políticos, organizaciones de jóvenes independentistas y sindicatos, entre otros.  El foco de la acción con la que se estrena este movimiento ecologista catalán es la fábrica de componentes para baterías de coches eléctricos que la multinacional surcoreana Lotte proyecta instalar en un terreno cercano al olivar de las revueltas de la tierra. Entre la urbanización Club Mont-roig y la fundación Más Miró —una masía en la que veraneó el artista Joan Miró—, la planta de Lotte Energy Materials espera producir cada año 30.000 toneladas de elecfoil, finas láminas de cobre para baterías eléctricas. El clima es favorable para esa producci

May 6, 2025 - 05:44
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Dentro del estreno en España del movimiento Revoltes de la Terra: acampada y protesta contra las baterías

Dentro del estreno en España del movimiento Revoltes de la Terra: acampada y protesta contra las baterías

Inspirado en el francés Soulèvements de la Terre, su primera acción de este fin de semana en Tarragona ilustra la divisiones ecologistas en torno a la electrificiación de la movilidad

La imputación a activistas de Futuro Vegetal por organización criminal: “Protestan desnudas y bañadas en líquido rojo”

Toda esta historia arranca en un olivar. Lo primero que nos dicen es que tapemos las matrículas. Algunos lo hacen con cinta adhesiva. Otros recurren a telas, pañuelos, banderas, mapas y accesorios para el coche. Lo importante, dicen, es que no puedan ser identificadas en imágenes aéreas.

Llegar ahí tiene su complejidad. Hasta el viernes no se sabrá la ubicación exacta del lugar. Sólo unos pocos activistas conocen las coordenadas. Los móviles deben ir apagados o en modo avión.

Los coches que llegan el jueves por la noche para ayudar a preparar el campamento, han de respetar protocolos de seguridad.

Ya en las inmediaciones, intentando dar con alguno de los organizadores para llegar al terreno y visto el ambiente, surge una pregunta obvia: ¿Cuál ha sido el punto de contacto con ellos? “Digamos que funcionan como una cebolla, y nosotras hemos hablado con una de las capas”, contesta una activista del coche que ha salido desde Madrid el jueves por la mañana.

A las siete en punto del viernes habrá una asamblea para organizar la logística, nos dicen al recibirnos finalmente en un lugar de acampada provisional. A las siete de la mañana del viernes, ya desayunadas, varias decenas de personas en círculo escuchan las instrucciones. A lo largo del día hay que montar la cocina, los baños, los lavabos, la barra donde se servirán bebidas por la noche y una carpa y escenario que han remolcado desde Andalucía dos hermanos que se dedican al circo social.

El campamento improvisado

En ese campamento improvisado en un olivar de Mont-roig del Camp (Tarragona), se estrena en público Revoltes de la Terra, un nuevo movimiento inspirado en el francés Soulèvements de la Terre (SLT). Nutrido en buena medida de la cultura asociativa del independentismo catalán, Revoltes de la Terra nace para ser una “constelación de luchas” por un interés común: la defensa del territorio y el anticapitalismo, explican sus impulsores. 

El método de protesta de SLT—movimiento que el Gobierno francés quiso disolver al considerarlo “ecoterrorista”— mezcla lo lúdico y festivo con la acción directa. Por un lado, la vertiente más “festivalera”: un campamento donde se organizan actividades, talleres, conciertos e incluso zonas infantiles. Por otro, la más disruptiva: la protesta, con desobediencia civil, ocupación de terrenos privados —generalmente para frenar o sabotear proyectos industriales— y potenciales disturbios con la policía.  

Protesta de Revoltes de la Terra

En el lugar de la acampada, un terreno cedido por los vecinos de Mont-roig a los activistas, más de mil personas se llegan a congregar el viernes, día en que la ubicación deja de ser secreta. Allí convergen militantes de grupos ecologistas como los de Extinction Rebellion —al menos una veintena de activistas de este colectivo acuden al encuentro— o de Ecologistas en Acción, movimientos por la vivienda, ecoaldeas, agrupaciones campesinas, centros sociales okupados, partidos políticos, organizaciones de jóvenes independentistas y sindicatos, entre otros. 

El foco de la acción con la que se estrena este movimiento ecologista catalán es la fábrica de componentes para baterías de coches eléctricos que la multinacional surcoreana Lotte proyecta instalar en un terreno cercano al olivar de las revueltas de la tierra. Entre la urbanización Club Mont-roig y la fundación Más Miró —una masía en la que veraneó el artista Joan Miró—, la planta de Lotte Energy Materials espera producir cada año 30.000 toneladas de elecfoil, finas láminas de cobre para baterías eléctricas. El clima es favorable para esa producción, según la compañía, y el lugar es estratégico: hacia el norte, en Martorell (Barcelona), queda la fábrica de Seat. En el sur, en Sagunto (Valencia), Volkswagen impulsará una planta de baterías.

Los vecinos y agricultores de la región denuncian que la zona del Camp de Tarragona está ya muy castigada. La provincia acoge explotaciones energéticas (entre ellas, las centrales nucleares Vandellós II y Ascó), focos turísticos como Salou o el parque temático de Portaventura, complejos petroquímicos y una refinería de Repsol.

La sequía que asfixió en 2024 al Camp de Tarragona arruinó los cultivos de avellanas y de oliva. “Los avellanos han muerto casi al 100%, y los olivos al 80%”, lamentan desde Revolta Pagesa. También lo han sufrido los algarrobos y los almendros de secano. “Llevamos tres años sin regar del pantano Riudecanyes”, se queja Ramón Rojo, portavoz de esta asociación.

“El agua tiene que venir primero a la agricultura antes de que pongan más químicas y más industrias”, zanja. Se calcula que Lotte empleará cada día unos 2.000 metros cúbicos de agua en la producción de elecfoil.

El sábado, día central de la protesta, los participantes se multiplican: 3.000 personas se movilizan contra Lotte, entre activistas, plataformas de vecinos de Mont-roig y colectivos como Revolta Pagesa o Unió de Pagesos, el principal sindicato agrícola catalán. La acción consiste en ocupar el terreno, plantar árboles y hacer una cadena humana. La policía finalmente no aparecerá, para decepción de muchos activistas, acostumbrados a protestas más “cañeras”, como las llaman. Entre esos activistas están Mahaut y Simon, unos franceses que militan en SLT. “Pero para ser la primera acción, está muy bien”, valoran.

¿Contradicciones?

La multitud marcha, campo a través, hasta el terreno donde se construirá la fábrica. Son varias horas a pie, aunque algunos conducen tractores. Varios de ellos, jóvenes agricultores, se sumaron también a las tractoradas que a lo largo del 2024 se manifestaron, en parte, contra las medidas del Pacto Verde Europeo. 

Rojo no encuentra en ello ninguna contradicción: “Estamos aquí para defender el suelo agrario, para defender la agricultura y el Camp de Tarragona, para que no haya más contaminación de la que ya tenemos”.

Revolta Pagesa ha protagonizado disputas recientes con los grupos ecologistas, a raíz del freno a la constitución de la Agencia de la Natura de Catalunya y a la reintroducción del lince ibérico. Las tensiones entre el mundo rural y el ecologismo son frecuentes, y la Ley de Restauración de la Naturaleza fue uno de los grandes frentes de batalla del año pasado.

Un momento de la acción.

Los levantamientos de la tierra en Francia surgen en 2021 de la experiencia de las Zonas a Defender —establecimientos de resistencia en que se instalan activistas locales y venidos de otros lugares para luchar contra determinados proyectos industriales, como ampliaciones de aeropuertos o construcción de carreteras— y los KlimaCamps, campamentos de formación en la que los activistas enseñan y aprenden métodos para exigir justicia climática.

Soulèvements de la Terre rompe con el ecologismo más urbano y con aquellas formas de protesta de Extinction Rebellion o Fridays For Future, que se centran en pedir a las autoridades un cambio para atajar la crisis climática. “Pero ese cambio no va a venir de ahí”, sentencia el francés Camille Teixó, que participa en Soulèvements de la Terre. En ese ambiente, Teixó cuenta que “había un punto de desesperación, y la gente salía a la calle a pasear su impotencia”. La idea de SLT, y de Revoltes de la Terra, es justamente devolver al activismo climático el espíritu de victoria y “conectar con la potencia colectiva”.

Residente en Catalunya desde hace años, el activista habla catalán con los impulsores de Revoltes de la Terra. También maneja el castellano a la perfección. Admira el tejido asociativo de Catalunya, y admite que gran medida de lo logrado en la composición de Revoltes de la Terra bebe de la cultura independentista. Pero precisamente la idea de esta composición de colectivos es “superar las diferencias ideológicas”, matiza. 

Unión desde la división

Como SLT, Revoltes de la Terra logra aliarse con el mundo rural. En Catalunya, estos ecologistas comparten con el campo la reivindicación identitaria. La unión desde la división. El primer día, el jueves por la noche, solo dos periodistas están presentes en el olivar. Ninguna pertenece a un medio de Catalunya. El único idioma de la acampada —en la que hay personas llegadas de todo el Estado español y de otros países, como Francia y Reino Unido— es el catalán. Sólo en la primera asamblea logística se facilita un punto de traducción simultánea al castellano. 

El viernes por la tarde, los portavoces de Revoltas de la Terra deciden hablar por primera vez con la prensa. Acuden al encuentro cuatro periodistas. Ninguna de las reporteras allí presentes habla catalán.

—Después de hacer vuestras declaraciones en catalán, ¿podríais contestar en castellano? — pregunto a los portavoces.

La persona que facilita el contacto con medios de comunicación rechaza la propuesta, pero sugiere que las preguntas se contesten en español.

Uf, per mi és que és un tema ideològic — contesta la coportavoz de Revoltes de la Terra Marta Roig, y niega también esa posibilidad. 

Electrificar la movilidad

El fantasma que recorre el campamento a lo largo del fin de semana es el objetivo de la protesta, que desvela una suerte de guerra contra la movilidad eléctrica. La transición energética es un tema espinoso que divide desde hace tiempo al movimiento ecologista. Cuando se inician estas conversaciones con los participantes en este encuentro, enseguida aparecen términos como “tecnosolucionismo”, por un lado, y “colapsismo” por el otro. Unos rechazan la apuesta por las renovables y la movilidad eléctrica para frenar la crisis climática; mientras que otros creen que no aprovechar estas tecnologías es una forma de resignación ante un escenario peor de calentamiento global, y una aceptación de sus consecuencias.  

“El problema es que aquí no se está cuestionando para nada la movilidad que está habiendo”, resume Eduard Alzina, coportavoz de Revoltes de la Terra. “Están proponiendo una solución a corto plazo que no es viable ni para todo el mundo. Toda esta industria requiere unos minerales y una explotación y una contaminación en el sur que tampoco es viable y que tampoco es verde y lo que hay que cambiar es el modelo de movilidad individual que existe hoy en día”. 

“Lo que nos ofrece el capitalismo verde europeo es llevarnos a un punto de no retorno. La única solución que nos ofrecen es resolver el capitalismo con más capitalismo”, arguye Marta Roig. “Es pintar de verde lo que ya hay”, coincide Camille Teixó. 

“Apostamos y defendemos un modelo social que prioriza a las personas y el territorio, que se encuentra en las antípodas del patrón neocapitalista predominante que encarnan a los grandes lobbies económicos”, sostiene por su parte el líder de Salvem Mont-roig, Jep Borrull.

Marcos pasea con su bici por el terreno de la protesta. Ha venido desde Cantabria para apoyar. Critica la “mal llamada transición energética” que a su juicio es en realidad una “transacción energética”. Arguye que la transición “no es cierta”. “No deja atrás el petróleo, el carbón, el gas, que es fundamental para hacer los juguetes tecnológicos punteros”, dice en referencia a las energías renovables. Cuenta que le sorprendió “para mal” que Red Eléctrica lograra recuperar la electricidad “tan pronto” tras el apagón del pasado lunes. Para él, se ha perdido una oportunidad de mostrar a la población las consecuencias de un colapso.

El concejal de la CUP en Valls (Tarragona) Pere Vidal, explica que “nos preparamos para lo peor y esperamos que pase lo mejor”, dice Vidal, quien considera que “la distopía ya está aquí”.

Para Albert Villena, uno de los 14.000 vecinos de Mont-roig, el coche eléctrico “no es el problema en sí”. Pero exige la participación ciudadana en un proyecto de esas dimensiones, con ese consumo de agua. “Una planta de este tipo es lo suficientemente importante como para que pueda votar todo el mundo. No puede ser una decisión política porque el Gobierno cree que es lo mejor para todos. Eso lo hacían los reyes absolutistas franceses, pero ahora ya no toca”.

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