En la década de 1950 la poliomielitis era el monstruo de las pesadillas de todo padre. Cada verano el virus paralizaba y mataba a miles de niños en todo el mundo. El miedo era tan contagioso como la propia enfermedad: piscinas vacías, parques desiertos y campañas de recaudación de fondos con la urgencia de una guerra. En ese escenario, dos científicos de origen humilde y ambición descomunal se lanzaron a una carrera que cambiaría la historia. Sus nombres era Jonas Salk y Albert Sabin. Pero, como en toda buena historia de héroes, no podían ser aliados. Salk y Sabin protagonizaron uno de los duelos más feroces, irónicos y humanos de la medicina moderna. Sus armas: dos vacunas rivales, dos filosofías...
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