Daniel Ibáñez, fotógrafo del Papa: “A León XIV le queda grande el papado y él lo sabe”

Los fotógrafos acreditados permanentemente ante la Santa Sede se cuentan con los dedos de una mano, e Ibáñez es el único español

May 11, 2025 - 06:23
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Daniel Ibáñez, fotógrafo del Papa: “A León XIV le queda grande el papado y él lo sabe”

Daniel Ibáñez (Palencia, 1992) aterrizó en Roma en 2013, pocos meses después de la elección del Papa Francisco. Un contrato de prácticas y cierto encanto por la Ciudad Eterna hicieron que los seis meses inicialmente previstos se convirtieran pronto en un año. Y otro. Y otro. En aquellas redacciones de la Via della Conziliacione pronto le cayó una cámara entre las manos y desde entonces no ha dejado de poner el ojo en el Papa. En una Roma abarrotada de periodistas internacionales venidos a cubrir el cónclave, apenas unas decenas de ellos lucen una acreditación especial. Los fotógrafos acreditados permanentemente ante la Santa Sede se cuentan con los dedos de una mano, e Ibáñez −como le conocen en San Pedro− es el único español. En un café del Borgo Pío cuenta a Vozpopuli la dificultad de atrapar la sombra de Francisco, que fue espontáneo hasta para morirse, y con cierta ilusión pronostica por dónde irán los tiros de León XIV: “Como en los equipos de fútbol, cuando llega un nuevo entrenador siempre hay nuevas esperanzas”.

¿Cómo ha sido perseguir con la cámara al Papa Francisco?

Francisco era una persona imprevisible. Mira, me acuerdo ahora de una historia que me emocionó mucho. Un año, el día de la fiesta de San Agustín, fui a la parroquia romana de San Agustín para hacer unas fotos. Aquel parecía un trabajo sencillo. Cuando llegué iba hablando por teléfono con un amigo y le colgué rápido porque el coche del Papa Francisco estaba aparcado en la puerta. Ese era él: te lo podías encontrar en cualquier momento en cualquier lugar.

Difícil fijar la mirada en una persona tan espontánea…

Parecerá un tópico, pero trabajar siguiendo al Papa me ha permitido escapar de la rutina. Si lo esperábamos por una puerta, salía por la otra. He tenido muchas carreras de un lado a otro cargando con las cámaras porque decidía cambiar de ruta, bajarse del Papamóvil, etc. El protocolo de Francisco casi nos vuelve locos.

¿No ha sido agotador atrapar la sombra de Francisco?

Cuando uno trabaja para la Iglesia sabe que los domingos y las fiestas de guardar son días de mucho trabajo. En Semana Santa, por ejemplo, hemos trabajado muchísimo. Lo mismo en Navidad. Y a eso se suma la agenda cambiante de Francisco, que siempre lograba sorprendernos.

Han sido doce años intensos…

Creo que hay dos etapas en el pontificado del Papa. Para mí el punto de inflexión fue durante el coronavirus. La imagen de Francisco sólo en una plaza de San Pedro desértica, con el Santísimo entre las manos, bajo los truenos de Roma… creo que fuimos testigos de un momento histórico y desde ahí su papado ha ido hacia abajo, sobre todo por la enfermedad y la vejez. Durante estos doce años he visto a través de mi cámara cómo cambiaba sus piernas por un bastón; y cómo sustituyó aquel bastón por una silla de ruedas. He podido vivir de cerca el envejecimiento de Francisco.

Estos últimos meses, con un largo ingreso hospitalario de por medio, ya se notaba un cambio…

Claro. Francisco falleció el lunes de Pascua −que para los cristianos es una fecha de mucha esperanza− pero hay que rebobinar varios meses. Seguir a un Papa enfermo ha sido difícil porque lo hemos visto poco.

Sí se dejó ver, sin embargo, el domingo de Resurrección. ¿Tu última vez con Francisco?

Estuve en la plaza aquella mañana, muy cansado después de la Vigilia Pascual. Y una cosa me sobrecogió: una persona que ha comunicado tanto con su voz la había perdido. El Papa Francisco estaba ya impedido de poder hablar. Sólo le quedaba el gesto, y traté de captar eso.

Tendrás una última foto del Papa…

Yo no era consciente de que aquella sería la última aparición pública del Papa. Estaba mal, sí. Le vi muy cansado pero ya lo habíamos visto así antes. Sí recuerdo que estuve jugando con varios planos con las esculturas de la columnata. No quería la típica foto encuadrada. Entonces, con una mano de uno de los apóstoles fotografié a Francisco como agarrado por la mano de Dios. Era una mano que lo acogía.

Y el lunes…

Mira, no hay día más sagrado en el calendario de Roma que el lunes de Pascua. Después de ceremonias y una semana frenética, ese lunes es siempre un día para descansar. Yo tenía una barbacoa con amigos, una cena en casa de otro matrimonio… ¡Apagué hasta el móvil! Así que me desperté con calma y pensaba preparar el desayuno. Cuando mi mujer me dio la noticia me levanté de golpe y a los pocos minutos estaba ya en la plaza de San Pedro.

Estos días de capilla ardiente y funerales ha quedado claro que todos los que coincidieron con Francisco guardan un recuerdo especial en su corazón…

Yo escribí al Papa Francisco después de varias catequesis sobre los jóvenes. Me sentí muy interpelado y decidí escribirle una carta. Apenas un mes después recibí una llamada de un número desconocido: era Francisco. Al principio pensé que era la broma de un amigo, pero no; era un argentino que me invitaba a la Misa en Santa Marta. Yo no pude responderle, me quedé sin palabras. En la oficina pensaron que me estaba dando un ataque al corazón. Con muchísimo cariño el propio Papa Francisco me explicó por qué puerta acceder y cómo llegar hasta la capilla de Santa Marta. Me acuerdo que llamé a mi novia y también pensó que era una broma, hasta que se lo corroboró un compañero del trabajo.

Aquella Misa fue el primero de varios encuentros personales…

Todo fue un gran regalo. En aquella Misa me senté en la última fila, tratando de pasar desapercibido. Pero el Maestro de Ceremonias me dijo que tenía que leer la Primera Lectura −en itañol, esa mezcla que tanta gracia le hacía a Francisco− y me llevaron hasta el primer banco. Le llevé varias de mis fotografías y las agradeció mucho.

Y entonces te lanzaste…

Después de Misa pudimos saludarle personalmente. Cuando me iba, después de charlar unos breves minutos, volví sobre mis pasos y le pregunté: “Santo Padre, ¿le puedo dar un abrazo?”. No sé, es algo que no pasa todos los días. Él me dijo que si y nos fundimos en un abrazo. Ese recuerdo lo voy a guardar toda mi vida.

¿De ahí a la boda?

Como me casaba en Oporto un tiempo después, se nos ocurrió enviarle una invitación. Sabíamos que no iba a venir, pero queríamos que al menos rezase por nosotros. Tres días antes de nuestra boda, cuando ya estábamos en Portugal con los últimos preparativos, me llamaron de la Casa Pontificia para decirnos que el Papa Francisco quería recibirnos en una audiencia privada. ¡Nosotros sólo le pedíamos oraciones! Aquella audiencia en agosto de 2021, unos días después de casarnos, fue especial. Le llevamos una botella de vino blanco de una pequeña viña familiar, que servimos en nuestra boda, y cuando ya nos íbamos le pidió al mayordomo: “Estos amigos me han traído esta botella de agua bendita y hay que tomarla fresca, así que ponla pronto en la nevera”.

Tu trabajo consiste en mirar al Papa pero con Francisco te has encontrado con un pontífice que te miraba a ti…

Tengo una foto de sus ojos clavados en mi objetivo. En 2013, a los pocos meses de su elección, cruzamos las miradas y la foto está un poco movida de la emoción. Yo lo he tenido muy cerca en viajes apostólicos, vuelos papales, estos encuentros privados, etc. Y siempre me ha mirado con una sonrisa. Sin ser muy consciente, el objetivo a veces era yo.

Hablemos de León XIV. ¿Qué sensación te dio su salida al balcón de San Pedro?

Cuando escuché su nombre sonreí porque estaba en mis quinielas de los cardenales americanos. Con Bergoglio tuve que buscar rápidamente en internet, pero esta vez ya conocía al Papa. Con la fumata blanca pensé en todas las veces que me lo he cruzado estos años por Roma, vestido de sacerdote, con mucha sencillez. Es un hombre de pequeña estatura, que caminaba a menudo por estas calles. Siempre he visto en él una gran humildad, cuando ha ido de negro, y también cuando ha vestido de rojo.

Un hombre humilde revestido de blanco…

Es normal su emoción. A León XIV le queda grande el papado y él lo sabe. Nadie quiere ser Papa y nadie está preparado para serlo. Pero lo primero que hemos visto de él es muy potente: ha querido recuperar la gamuza y la estola, leyó un discurso muy preparado, tuvo un guiño al hablar brevemente en castellano, etc. En fin, parece el Papa adecuado para el momento que atraviesa la Iglesia.

Un Holy Father norteamericano…

Eso le da una visión muy interesante. Ha vivido en Estados Unidos, se ha hecho pastor en América del Sur, vivió una época en Roma y estos últimos años se ha forjado en la Curia. Su biografía promete. Ahora nos toca esperar y ver cuáles son sus primeros nombramientos, claro.

El mundo va a conocer a León XIV a través de sus palabras pero también a través de tus fotografías. ¿Qué esperas descubrir en el Papa?

Como en los equipos de fútbol, cuando llega un nuevo entrenador siempre hay nuevas esperanzas. Con la fumata blanca del otro día comienza la temporada. En lo personal estoy emocionado porque mi trabajo me va a permitir estar cerca de León XIV desde los primeros momentos de su pontificado. Estar cerca del Papa es estar cerca de Pedro.