Crónica de un desamor: el día en que el emérito plantó a Revilla ante el juzgado
El expresidente cántabro llegó al acto de conciliación como un monaguillo travieso sin haber hecho acto de contrición ni propósito de enmienda El rey emérito planta la conciliación y Revilla le lanza un mensaje desde el juzgado: “Tiene que repatriar todo el dinero” Todo lo que rodea la batalla judicial del honor del rey emérito contra el lenguaraz súbdito Revilla parece tener más ingredientes de comedia de enredo que de épica judicial. Juan Carlos de Borbón comparte abogada con el novio de Ayuso. A Revilla le representa un monárquico catalán que está afiliado al Partido Regionalista de Cantabria y, por si no hay suficiente anécdota, el juez es hermano de una exsenadora del Partido Popular, Amaya Landín. El político cántabro se ha convertido en la diana real, pero la estrategia de la demanda está generando el efecto contrario. Actúa como un altavoz, porque en cada escalón judicial se evocan sustantivos como corrupción, evasión fiscal, paraísos fiscales y hasta Suiza, que destila una innegable connotación negativa a menos que se cite como coletilla de la guardia real del Papa. No es el caso. Estamos ante una especie de telenovela en la que nadie se atreve a defender públicamente al antagonista, el emérito, quien paradójicamente está perdiendo el crédito que le quedaba intentando defenderlo en los tribunales como si fuese un personaje herido por la fiera prensa rosa. La puerta de los juzgados de Santander no acostumbra a salir en las televisiones. Aquí no hay paseíllo de imputados ni empujones, vítores y abucheos. Por eso el primer asalto de la batalla de eméritos Borbón-Revilla ha generado una expectación desconocida. “Si es que ya no le traes anchoas ni sobaos”, voceó con sorna un ciudadano cuando un emocionado Revilla apareció en escena y el ejército de cámaras y micrófonos, que llevaba más de una hora esperando, le alcanzó como un tsunami. Fue un momento de éxtasis. El veterano político no tenía previsto intervenir pero el propósito se diluyó cuando se encendieron los focos y entonces caminó hacia la luz. “Por todos los sitios que voy yo no he encontrado a nadie que no haya venido a abrazarme, a darme ánimos, a decirme que están conmigo”, proclamó ante la avalancha de periodistas. También aprovechó para socializar culpas ante la demanda de Juan Carlos de Borbón, que le reclama 50.000 euros por derecho al honor: “Lo que yo he dicho es lo que habéis publicado vosotros, los medios de comunicación”. “¡Usted tranquilo, señor Revilla”, gritó una señora. No hacía falta la recomendación porque el expresidente cántabro llegó al acto de conciliación como un monaguillo travieso sin haber hecho acto de contrición ni propósito de enmienda. Es más, antes de entrar volvió a insistir en que el rey emérito debería pedir “perdón de verdad” y “repatriar el dinero que está por ahí”. La sala de vistas número 9 se quedó pequeña. Los actos de conciliación, un trámite previo, nunca suscitan tanto interés. Revilla entró escoltado por tres militantes regionalistas y una ausencia: la de su sucesora como candidata electoral, Paula Fernández. Dos veteranos, Ramón Ruiz y Antonio Pérez, conocido como Tonino. El tercero, Felipe Piña: la nueva generación del Partido Regionalista de Cantabria que dirige la agrupación de Santander y que aspiró a la alcaldía en las últimas elecciones. José María Fuster, Miguel Ángel Revilla y Felipe Piña llegan al juzgado. “Comparecencia número 1.071”, anunció la letrada de Sala con Revilla sentado en la primera fila. Fue un acto breve. La abogada del Borbón, Guadalupe Sánchez, se limitó a confirmar que se ratificaban en la solicitud de que Revilla reconociese la falsedad de las declaraciones y se retratactase. En los mismos programas en donde las dijo. Curiosamente, a estas alturas de proceso no se conoce el contenido exacto de la demanda. Ni la acusación ni la defensa han filtrado el documento. A continuaci

El expresidente cántabro llegó al acto de conciliación como un monaguillo travieso sin haber hecho acto de contrición ni propósito de enmienda
El rey emérito planta la conciliación y Revilla le lanza un mensaje desde el juzgado: “Tiene que repatriar todo el dinero”
Todo lo que rodea la batalla judicial del honor del rey emérito contra el lenguaraz súbdito Revilla parece tener más ingredientes de comedia de enredo que de épica judicial. Juan Carlos de Borbón comparte abogada con el novio de Ayuso. A Revilla le representa un monárquico catalán que está afiliado al Partido Regionalista de Cantabria y, por si no hay suficiente anécdota, el juez es hermano de una exsenadora del Partido Popular, Amaya Landín.
El político cántabro se ha convertido en la diana real, pero la estrategia de la demanda está generando el efecto contrario. Actúa como un altavoz, porque en cada escalón judicial se evocan sustantivos como corrupción, evasión fiscal, paraísos fiscales y hasta Suiza, que destila una innegable connotación negativa a menos que se cite como coletilla de la guardia real del Papa. No es el caso. Estamos ante una especie de telenovela en la que nadie se atreve a defender públicamente al antagonista, el emérito, quien paradójicamente está perdiendo el crédito que le quedaba intentando defenderlo en los tribunales como si fuese un personaje herido por la fiera prensa rosa.
La puerta de los juzgados de Santander no acostumbra a salir en las televisiones. Aquí no hay paseíllo de imputados ni empujones, vítores y abucheos. Por eso el primer asalto de la batalla de eméritos Borbón-Revilla ha generado una expectación desconocida. “Si es que ya no le traes anchoas ni sobaos”, voceó con sorna un ciudadano cuando un emocionado Revilla apareció en escena y el ejército de cámaras y micrófonos, que llevaba más de una hora esperando, le alcanzó como un tsunami. Fue un momento de éxtasis. El veterano político no tenía previsto intervenir pero el propósito se diluyó cuando se encendieron los focos y entonces caminó hacia la luz. “Por todos los sitios que voy yo no he encontrado a nadie que no haya venido a abrazarme, a darme ánimos, a decirme que están conmigo”, proclamó ante la avalancha de periodistas.
También aprovechó para socializar culpas ante la demanda de Juan Carlos de Borbón, que le reclama 50.000 euros por derecho al honor: “Lo que yo he dicho es lo que habéis publicado vosotros, los medios de comunicación”.
“¡Usted tranquilo, señor Revilla”, gritó una señora. No hacía falta la recomendación porque el expresidente cántabro llegó al acto de conciliación como un monaguillo travieso sin haber hecho acto de contrición ni propósito de enmienda. Es más, antes de entrar volvió a insistir en que el rey emérito debería pedir “perdón de verdad” y “repatriar el dinero que está por ahí”.
La sala de vistas número 9 se quedó pequeña. Los actos de conciliación, un trámite previo, nunca suscitan tanto interés. Revilla entró escoltado por tres militantes regionalistas y una ausencia: la de su sucesora como candidata electoral, Paula Fernández. Dos veteranos, Ramón Ruiz y Antonio Pérez, conocido como Tonino. El tercero, Felipe Piña: la nueva generación del Partido Regionalista de Cantabria que dirige la agrupación de Santander y que aspiró a la alcaldía en las últimas elecciones.
“Comparecencia número 1.071”, anunció la letrada de Sala con Revilla sentado en la primera fila. Fue un acto breve. La abogada del Borbón, Guadalupe Sánchez, se limitó a confirmar que se ratificaban en la solicitud de que Revilla reconociese la falsedad de las declaraciones y se retratactase. En los mismos programas en donde las dijo. Curiosamente, a estas alturas de proceso no se conoce el contenido exacto de la demanda. Ni la acusación ni la defensa han filtrado el documento.
A continuación intervino el abogado del político cántabro, su gran amigo José María Fuster Fabra, quien profundizó en el concepto de mentira: cuando se dice algo en contra de lo que se sabe o lo que se cree. Es decir, que buscó el indulto en la RAE: Revilla no puede mentir cuando cree que está diciendo la verdad. Puede pensar que el emérito es un evasor fiscal “porque muchos medios de comunicación lo ratificaron”, excusó. “Categóricamente Revilla no mintió, no va a reconocer que mintió porque es verdad”, concluyó.
La letrada titubeó un momento y decidió hacer una segunda vuelta que contribuyó a amenizar el espectáculo para los medios de comunicación presentes. En la réplica, la abogada de Juan Carlos de Borbón consideró que la intervención del letrado de Revilla había tenido “una finalidad más mediática que jurídica” y aludió a algunas sentencias del Supremo y del Constitucional que refuerzan su argumento del derecho al honor del emérito. Citó el auto del magistrado Manuel Marchena que archiva la querella que presentó un grupo de juristas, filósofos y periodistas, encabezado por José Antonio Martín Pallín, contra Juan Carlos de Borbón por cinco delitos contra la Hacienda Pública, al considerar que los hechos no son delictivos bien porque han prescrito o porque se realizó una 'regularización tributaria'.
En la contrarréplica, Fuster se declaró “profundamente monárquico” como catalán y español. “Yo lo que estoy defendiendo aquí es que el señor Revilla no mintió”. Dicho esto, antes del punto final Revilla pidió la palabra. La letrada volvió a titubear y finalmente le dejó hablar. El expresidente de Cantabria quiso aclarar que se había dicho una “inexactitud” porque él no está aforado. “Soy un ciudadano de a pie que no tiene ningún privilegio por voluntad propia, porque mi partido y yo así lo solicitamos”, concluyó con firmeza.
La salida fue otra gran escena de tensión y expectación. Una legión de medios de comunicación -solo algunos accedieron a la sala por cuestiones de aforo- le esperaban en la entrada de los juzgados. Cuando finalmente apareció al otro lado de la puerta dos señoras insistieron en entrar. “No lo estropee, señora, que es solo un momento”, le pidió sin éxito un cámara. Le robaron la escena.
A la masa de periodistas se unieron algunos ciudadanos que también levantaban sus móviles para hacer fotos y videos contagiados del entusiasmo mediático. Hubo también algunos fans de Revilla que quisieron acompañarlo en los juzgados. Francisco Iguacel es de Teruel pero está pasando unos días en San Vicente de la Barquera, a pocos kilometros de Santander. “He decidido acercarme a expresarle mi apoyo, sin que esto signifique tampoco agravio para su majestad”, comentaba ataviado con una gorra de la Armada que llevaba bordado el nombre de Juan Sebastián Elcano.
La demanda del padre de Felipe VI ha puesto un foco sobre Revilla de mayúsculas proporciones. Probablemente había más microfonos en el juzgado que en las regatas de Sanxenxo. A sus 82 años es protagonista de unas circunstancias únicas que han despertado un enorme interés que trasciende fronteras. Revilla pasa a la historia como epílogo del mito juancarlista de la transición, una película vital con un final decepcionante.
Ha pasado casi una hora. El político cántabro sigue atendiendo a los medios y habla para los micrófonos de 'La Familia de la Tele' mientras otros reporteros hacen cola para esperar pacientemente turno. Un coche enfila la avenida de los juzgados. El copiloto saca la cabeza por la ventanilla y grita: “Que devuelva lo que ha robado el hijo de fruta”.