Ciudades ansiosas: por qué cuidar el entorno urbano es clave para la productividad

Forbes México. Ciudades ansiosas: por qué cuidar el entorno urbano es clave para la productividad Mientras nuestras urbes crecen en población y actividad económica, también lo hacen el estrés, la ansiedad y la fatiga crónica entre sus habitantes. Ciudades ansiosas: por qué cuidar el entorno urbano es clave para la productividad Forbes Staff

Abr 21, 2025 - 12:50
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Ciudades ansiosas: por qué cuidar el entorno urbano es clave para la productividad

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Ciudades ansiosas: por qué cuidar el entorno urbano es clave para la productividad

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Las ciudades mexicanas han sido, históricamente, sinónimo de oportunidad. Son el corazón de la innovación, el emprendimiento y la movilidad social. En sus calles confluyen los sueños de millones de personas que buscan progresar, crear y construir un mejor futuro. Sin embargo, hoy, quienes habitamos estas ciudades, quienes las caminamos y las imaginamos, también compartimos una experiencia menos visible: el desgaste emocional que conlleva vivir y trabajar en entornos urbanos cada vez más hostiles para la salud mental.

Mientras nuestras urbes crecen en población y actividad económica, también lo hacen el estrés, la ansiedad y la fatiga crónica entre sus habitantes. El ritmo de vida acelerado, los largos traslados, la escasez de espacios verdes, la presión constante por rendir y el acceso limitado a una vivienda adecuada se han vuelto parte del paisaje cotidiano. Lo preocupante es que estos factores no solo afectan el bienestar individual, sino que están generando pérdidas económicas considerables que comprometen la competitividad del país.

Cada día que una persona intenta cumplir objetivos laborales mientras lidia con ansiedad o depresión representa una pérdida silenciosa de productividad. Este fenómeno, que durante años estuvo fuera del radar de las políticas públicas, hoy emerge como uno de los grandes desafíos de las economías urbanas del siglo XXI.

Hablar de salud mental en las ciudades ya no es un lujo, sino una urgencia. Abordarlo desde una perspectiva urbana no es una ocurrencia aislada, sino una estrategia inteligente. La forma en que están diseñadas nuestras ciudades, la calidad de sus servicios y el acceso a condiciones dignas de vida influyen directamente en el bienestar emocional de quienes las habitamos. Construir ciudades que cuidan la mente se convierte, así, en una decisión ética y económica de largo alcance.

Salud mental y productividad: un vínculo ineludible

En México, se estima que cerca del veinte por ciento de la población trabajadora padece ansiedad severa, mientras que alrededor del quince por ciento vive con algún grado de depresión. Tres de cada cuatro personas reportan fatiga relacionada con el estrés laboral. Estas cifras no solo dan cuenta de una crisis emocional, también explican una pérdida creciente de productividad que afecta a sectores clave de la economía.

Una de las respuestas institucionales más destacadas ha sido la implementación de la Norma Oficial Mexicana NOM-035, que obliga a las empresas a identificar y prevenir factores de riesgo psicosocial. Las organizaciones que han adoptado esta norma reportan mejoras notables: incremento en la satisfacción laboral, disminución en la rotación de personal y mayor compromiso del equipo.

Además, se ha documentado que trabajadores con síntomas depresivos pueden perder en promedio veinticinco días de trabajo al año, mientras que aquellos con ansiedad severa pierden aproximadamente diez días. Cuando se consideran estos datos a escala nacional, el impacto económico se vuelve significativo.

A nivel global, organismos internacionales estiman que la ansiedad y la depresión provocan la pérdida de más de doce mil millones de días de trabajo al año, con un costo cercano a un billón de dólares en productividad. En el caso de México, algunos estudios sugieren que las pérdidas por presentismo y ausentismo relacionadas con la salud mental podrían representar hasta el uno punto dos por ciento del producto interno bruto.

No obstante, también se ha demostrado que cada peso invertido en programas de bienestar emocional puede generar entre cuatro y nueve pesos de retorno en productividad. Acciones como ofrecer apoyo psicológico, promover horarios laborales más flexibles o rediseñar espacios de trabajo más humanos tienen un efecto directo en el rendimiento y la retención de talento.

Sin embargo, la solución no puede limitarse a las oficinas. La salud mental también se forja en el espacio público, en la calidad del aire que respiramos, en la posibilidad de caminar por un parque, en la seguridad del vecindario o en el tiempo que toma llegar al trabajo. Las políticas urbanas, por tanto, se convierten en aliadas fundamentales del bienestar emocional.

Cuando la ciudad también cuida

La Ciudad de México ha comenzado a reconocer este vínculo entre entorno urbano y bienestar. Programas como Sembrando Parques han permitido rehabilitar zonas históricamente excluidas del desarrollo urbano, ofreciendo nuevos espacios verdes en lugares donde antes predominaban el concreto y la inseguridad. El Bosque de Chapultepec y el Parque Cantera, por ejemplo, se han convertido en verdaderos refugios de salud emocional para millones de personas. El contacto regular con la naturaleza ayuda a reducir la ansiedad y mejora la percepción de bienestar.

Otra medida significativa es el Cablebús, un sistema de transporte público que conecta zonas periféricas con el resto de la ciudad, reduciendo el tiempo de traslado de manera considerable. Llegar al trabajo en menos de la mitad del tiempo, en condiciones dignas y seguras, contribuye no solo al rendimiento laboral, sino también a una mejor calidad de vida.

Este tipo de inversiones reflejan un enfoque urbano que va más allá de la funcionalidad. Son políticas que entienden a la ciudad como un ecosistema integral, donde el entorno incide directamente en la salud de quienes lo habitan. Una ciudad que cuida a su gente es también una ciudad que fortalece su economía al atraer talento y estimular la innovación.

En el sur del país, Mérida ha consolidado un modelo urbano centrado en el bienestar. Durante más de una década, ha mantenido los más bajos niveles de criminalidad del país, promoviendo la seguridad como base de una comunidad próspera. Sus calles limpias, sus espacios públicos bien mantenidos y una convivencia social armónica la han posicionado como una de las ciudades más atractivas para vivir, trabajar e invertir.

Este modelo ha permitido que Mérida no solo se perciba como una ciudad segura, sino también como una urbe con altos niveles de cohesión social y calidad de vida. Como resultado, ha logrado atraer población joven, capital privado y nuevos proyectos de desarrollo económico.

El nuevo paradigma: bienestar como motor económico

Los ejemplos de Ciudad de México y Mérida demuestran que el bienestar emocional ya no es un tema periférico en la planificación urbana. Las ciudades que aspiran a ser competitivas deben pensarse como plataformas de salud mental colectiva, donde las decisiones de política pública reflejen un compromiso con la calidad de vida.

La ansiedad no se combate únicamente con medicamentos. También se previene mediante espacios verdes accesibles, transporte eficiente, vivienda digna y entornos seguros. El diseño urbano, cuando se orienta al bienestar de las personas, se convierte en una infraestructura de resiliencia emocional.

México necesita avanzar hacia ciudades que no solo crezcan en tamaño, sino que maduren en humanidad. Ciudades que reconozcan que cuidar la mente de sus habitantes es tan importante como generar empleos o atraer inversión. El futuro de nuestra economía también depende de la salud mental de quienes la impulsan.

Transformar nuestras urbes en aliadas del bienestar no es solo deseable, es necesario. Porque un trabajador sano mentalmente será más creativo, más eficiente y más comprometido. Y ese trabajador florece cuando la ciudad, más que un escenario de estrés, se convierte en un espacio de posibilidad y dignidad compartida.

Sobre el autor:

*Luis Antonio Ramírez García es especialista en Política Pública por la Universidad de Georgetown

Las opiniones expresadas en este artículo son a título personal y no representan necesariamente a ninguna organización.

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