Así ataca la bacteria que está afecta a la mitad de la población: todos los síntomas
Una de las infecciones bacterianas más comunes es la causada por Helicobacter pylori, una bacteria que, a pesar de haberse identificado oficialmente en 1983, lleva conviviendo con nuestra especie desde tiempos remotos. De hecho, se han hallado rastros de ella en restos humanos de hace más de 1.700 años, lo que sugiere que ha estado … Continuar leyendo "Así ataca la bacteria que está afecta a la mitad de la población: todos los síntomas"

Una de las infecciones bacterianas más comunes es la causada por Helicobacter pylori, una bacteria que, a pesar de haberse identificado oficialmente en 1983, lleva conviviendo con nuestra especie desde tiempos remotos. De hecho, se han hallado rastros de ella en restos humanos de hace más de 1.700 años, lo que sugiere que ha estado presente durante gran parte de nuestra evolución. Esta bacteria en forma de espiral se aloja en el sistema digestivo y ha sido objeto de numerosos estudios debido a su alta prevalencia ya que afecta a cerca del 50% de la población mundial.
Aunque muchas personas pueden estar infectadas sin saberlo, en algunos casos esta bacteria es responsable de afecciones severas del aparato digestivo. La infección se adquiere normalmente en la infancia, se transmite por vía oral, ya sea mediante contacto oral-oral o fecal-oral, y es habitual entre personas que comparten entornos cerrados, como familias.
Helicobacter pylori
Una vez que entra en el organismo, Helicobacter pylori coloniza la mucosa del estómago y del duodeno, generando inflamación y dañando progresivamente los tejidos. En muchos casos, la presencia de esta bacteria puede pasar desapercibida durante años, pero cuando produce síntomas, estos suelen estar relacionados con trastornos como gastritis crónica, úlceras gástricas y duodenales, e incluso ciertos tipos de cáncer, como el cáncer de estómago y el linfoma MALT.
Síntomas
Uno de los aspectos más preocupantes es que esta infección es la principal causa de la úlcera gastroduodenal, estando presente en aproximadamente el 90-95% de los casos de úlcera duodenal y en el 70% de las úlceras gástricas. Aunque no siempre provoca molestias, en algunas personas puede derivar en síntomas digestivos como ardor o dolor en la parte superior del abdomen, sobre todo con el estómago vacío.
Otros síntomas que pueden indicar la presencia de esta bacteria incluyen sensación de saciedad precoz, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, eructos frecuentes, hinchazón abdominal y pérdida de peso involuntaria. También es posible observar un oscurecimiento de las heces, signo que podría estar relacionado con sangrado digestivo.
En los casos más graves, si la infección produce úlceras que sangran, pueden aparecer complicaciones como anemia y fatiga crónica. En este contexto, es fundamental prestar atención a signos de alarma como dolor abdominal persistente, dificultad para tragar, vómitos con sangre o heces de color negro, ya que podrían indicar un problema más serio.
Según expertos como el doctor Blas José Gómez Rodríguez, de la Fundación Española del Aparato Digestivo, sólo entre un 10% y un 25% de las personas infectadas desarrollan síntomas. Esto significa que, aunque la infección esté ampliamente distribuida, la mayoría de los afectados nunca llegan a experimentar molestias.
Diagnóstico y tratamiento
A pesar de ello, dado su potencial para causar enfermedades graves, se recomienda realizar pruebas diagnósticas si hay sospecha de infección. Entre las pruebas más utilizadas se encuentra el test del aliento, que detecta la presencia de la bacteria a partir del aire espirado tras ingerir una pastilla de urea marcada. Esta técnica es rápida, eficaz y no invasiva.
También existen otros métodos diagnósticos como la prueba de antígenos en heces, que busca restos de la bacteria en las deposiciones, o el test serológico, que analiza la sangre para detectar anticuerpos generados frente a la infección. En casos específicos, se puede recurrir a una biopsia del tejido gástrico, obtenida mediante endoscopia, aunque se trata de una prueba más invasiva.
Es importante tener en cuenta que ciertos medicamentos como los inhibidores de la bomba de protones (por ejemplo, el omeprazol) o los antibióticos pueden alterar los resultados de las pruebas. Por ello, los especialistas recomiendan suspender estos tratamientos al menos dos semanas antes de realizar los análisis.
En caso de confirmarse la infección por Helicobacter pylori, el siguiente paso es iniciar un tratamiento para erradicar la bacteria. Generalmente, se emplean combinaciones de antibióticos junto con inhibidores de ácido para aumentar la eficacia del tratamiento y reducir la inflamación del estómago. La duración de la terapia puede variar según la pauta utilizada, pero suele durar entre 10 y 14 días.
Para la elección del tratamiento, se evalúan factores como la resistencia a los antibióticos, posibles alergias o la tolerancia a los efectos secundarios influyen en la selección del esquema terapéutico. Lo ideal sería realizar un cultivo del germen para conocer su perfil de sensibilidad, pero esta prueba es costosa, invasiva y complicada de llevar a cabo en la práctica clínica habitual.
Por esta razón, se suelen utilizar tratamientos empíricos basados en pautas generales que han demostrado ser efectivas en la mayoría de los casos. Una vez finalizado el tratamiento, es fundamental realizar nuevas pruebas para confirmar que la infección ha sido eliminada completamente. Si la bacteria persiste, es necesario repetir el tratamiento con un enfoque diferente.
En definitiva, aunque Helicobacter pylori es una infección muy común y generalmente silenciosa, conviene no subestimar su presencia. Con un diagnóstico adecuado y un tratamiento eficaz, es posible prevenir complicaciones serias y cuidar la salud digestiva.