Aramat, de Ana Ballabriga y David Zaplana

Incapaz de concebir un hijo, un matrimonio acude a un vientre de alquiler en Ucrania. Sin embargo, cuando la guerra estalla, la empresa de fertilidad pierde el contacto con la madre gestante, lo que hace que la madre adoptante emprenda un viaje hacia territorio hostil con la intención de salvar a la embarazada. En Zenda... Leer más La entrada Aramat, de Ana Ballabriga y David Zaplana aparece primero en Zenda.

May 4, 2025 - 05:43
 0
Aramat, de Ana Ballabriga y David Zaplana

Incapaz de concebir un hijo, un matrimonio acude a un vientre de alquiler en Ucrania. Sin embargo, cuando la guerra estalla, la empresa de fertilidad pierde el contacto con la madre gestante, lo que hace que la madre adoptante emprenda un viaje hacia territorio hostil con la intención de salvar a la embarazada.

En Zenda ofrecemos las primeras páginas de Aramat (Contraluz), de Ana Ballabriga y David Zaplana.

***

TAMARA

1

Despierta.

Oye, ¿me escuchas?

Venga, despierta.

Has dormido mucho, demasiado tiempo.

Dicen que no es recomendable despertar a alguien de una pesadilla, pero ya ha terminado y tú serías capaz de seguir durmiendo y ponerte a soñar con otra cosa.

Así, eso es, abre los ojos.

Esta pesadilla es importante. Debes recordarla.

Vamos, respira, tranquila, no te agobies.

Sé que parecía real, muy real. Pero solo era un sueño.

O quizá no.

No, no te levantes, no vayas a la cocina; olvídate de la comida por un momento. No la necesitas.

Ahora respira, relájate y escucha.

Escucha bien lo que voy a contarte.

Es una historia.

Una historia de mujeres, de guerra, de amor, de aventuras, de dichas y desgracias.

Una historia que estremece y emociona.

Es la historia de tu vida.

Es la historia de dos madres.

Es tu historia.

Te llamas Tamara y eres tasadora de arte. Tienes cuarenta y tres años, estás casada y vas a ser madre, aunque no estás embarazada. ¿Cómo es posible? Luego entraremos en eso, no te preocupes. Te defines como atea, aunque en realidad eres agnóstica. Digamos que no crees en Dios, pero has tenido algunas experiencias extraordinarias o sobrenaturales; al menos, inexplicables desde el punto de vista racional o científico. Por ejemplo, tus sueños. Sí, tus sueños. Te encanta dormir y soñar, pero, algunas veces, esos sueños son demasiado reales… ¿Cierto?

Está bien, ponte de pie, sal de la habitación, no querrás despertar a Agustín. Haz unas sentadillas o el saludo al sol, lo que te parezca, sé que no puedes estar quieta mu cho tiempo. Tendrás que aprender, aunque aún falta para eso. En esta vida todo es aprendizaje, te guste o no.

Mientras estiras el cuerpo, podemos, si quieres, hablar de tu pesadilla. De primeras no recuerdas nada, solo el desasosiego, la tensión de los músculos, el rechinar de los dientes. Poco a poco, te viene la imagen final, un pozo negro por el que caes sin remedio, a gran velocidad, sin para caídas ni protección… Sí, es el típico sueño, pero hay más.

¿Ya vas recordando?

Estás en un ascensor desvencijado que sube muy rápido, con un traqueteo constante y los estridentes chirridos de los mecanismos. La velocidad aumenta y sientes que tu cuerpo se encoge, que se aplasta contra el suelo. Una campana metálica marca el fin del viaje y sales despedida hacia el techo.

No sabes cómo, pero ahora estás en una cocina modesta.

Los armarios amarillentos muestran desconchados de antiguas batallas. La mesa y las sillas cuentan la crónica de la vida cotidiana, un concierto de recuerdos bañados con chocolate Alenka y grasa de cerdo frita que evocan las tradiciones custodiadas por la matriarca.

Nunca has visto esta cocina, pero te resulta familiar. Piensas que puede ser un déjà vu o un efecto del sueño. En el fondo sabes que no es así, sabes que hay una parte real que no terminas de entender.

Un chasquido te saca de tus pensamientos y te lleva de la cocina al salón.

Las paredes están cubiertas por un papel con motivos florales y diversas fotografías enmarcadas: caras pecosas, un hombre que ya no está, una ciudad deshabitada.

Un cuadro de la Virgen preside la mesa de comedor; su mirada materna abraza el espacio con un aura de paz. A su lado, una antigua alacena alberga restos de vajillas heredadas de generaciones anteriores.

En una esquina, una vieja radio resiste como símbolo de las noticias pasadas; un puñado de vinilos esperan que un viejo tocadiscos los elija para guiar el siguiente baile; una lámpara de pie proyecta sombras danzantes en las paredes y crea una atmósfera acogedora; junto a ella, un si llón orejero invita a sentarse y leer junto a una estantería, dispensadora de libros desgastados que susurran promesas de aventuras infinitas.

Te recuerda a la película Good Bye, Lenin! Algo se remueve en tu interior. Un país comunista que ha dejado de serlo. Ya vas asociando ideas. Ya empiezas a compren der dónde estás.

Un silencio inquietante envuelve la escena; un silencio tan intenso que te provoca alucinaciones auditivas: pitidos que atraviesan tus oídos, susurros ininteligibles que tu mente trata de descifrar.

Reparas en la silla.

Sientes una punzada de dolor en el estómago.

Está situada en el centro del salón y hay alguien sentado en ella, de espaldas a ti.

El dolor se convierte en una bola de adrenalina que sube desde el plexo solar hasta la garganta. Te provoca una arcada.

Bajas la mirada. Esa persona tiene las manos y las piernas atadas. No sabes quién es, pero sientes con el corazón (o con el alma, quién sabe) que es alguien cercano, alguien importante.

—¡Hola! —exclamas con miedo—. ¡Hola!

Ante la falta de respuesta, tarareas una canción. Te ayuda a olvidar el miedo, ese miedo que te atenaza, que te encoge el cuerpo y te bloquea la garganta. Con mucho esfuerzo, arrastras los pies y alargas una mano hacia la persona sentada. Aún estás a varios metros de distancia, parece que nunca vas a llegar, parece que, con cada paso, te alejas. Sin embargo, tu mano ya casi roza su pelo.

En ese momento, cesan los pitidos y los susurros, que dejan paso al silencio. Pero el silencio se rompe con un ruido atronador, una explosión, el sonido de una bomba. El suelo tiembla como un terremoto, tu cuerpo se tambalea, tu mano se agita en el aire a unos centímetros de su cabeza. Intentas controlarla, haces un último esfuerzo para alcanzar a la persona, pero las baldosas desaparecen bajo tus pies. El pozo negro, sí, caes por el pozo negro del que hablamos al principio. Así termina la pesadilla.

Es cierto, te recuerda a otro sueño recurrente que tienes a menudo. Pero el otro lo sientes como una premonición; este, sin embargo, es una realidad. Solo necesitas saber cómo interpretarla.

En el fondo ya lo sabes, pero te cuesta asumirlo.

[…]

—————————————

Autores: Ana Ballabriga y David Zaplana. Título: Aramat. Editorial: Contraluz. Venta: Todos tus libros.

La entrada Aramat, de Ana Ballabriga y David Zaplana aparece primero en Zenda.