Anne Goscinny: “Mi padre hizo sonreír al planeta”

Como el Pequeño Nicolás, “el Cervantes de la historieta” era en parte argentino; así lo recuerda la hija del creador de Astérix y Lucky Luke, entre otros personajes, guardiana de la obra

Abr 30, 2025 - 18:53
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Anne Goscinny: “Mi padre hizo sonreír al planeta”

PARIS.– Para muchos, René Goscinny es “el Cervantes de la historieta”. Con su inmenso talento, el celebérrimo padre del Pequeño Nicolás, de Astérix, de Lucky Luke y de Iznogoud divirtió y sigue divirtiendo a generaciones de humanos, capaces de relatar con absoluta precisión las aventuras de esos, sus inmortales héroes de papel. Pero, lo que es más fascinante aun —y que muchos de esos admiradores ignoran— es que, quien fuera sin duda el autor de comics francés más importante del siglo XX fue, en gran parte, un “Cervantes argentino”.

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Eso es lo que afirma su propia hija, Anne Goscinny, en una entrevista exclusiva con LA NACION, realizada en vísperas de la publicación en LA Argentina de la colección completa de El Pequeño Nicolás por ediciones El Zorzal. En ella evoca la feliz infancia de su padre, transcurrida en Argentina, donde llegó a los cuatro años con su familia, escapando del nazismo.La colección completa de El Pequeño Nicolás ya se puede encontrar en la Feria del Libro

La desaparición trágica y prematura de René Goscinny, en noviembre de 1977, a los 51 años, privó a millones de sus fieles de un narrador excepcional, cronista agudo de su tiempo. Su hija, que solo tenía nueve años en aquel momento se convirtió, tras la muerte de su madre, en la heredera y guardiana de esa obra monumental. Desde entonces, Anne Goscinny, exitosa autora de novelas y libros para adolescentes, logra la improbable hazaña de ocuparse con talento de ambas cosas.

-¿Es verdad que, para usted, el pequeño Nicolás es argentino?

-Sí, porque creo que, con El pequeño Nicolás mi padre cuenta sus recuerdos de infancia, así como Jean-Jacques Sempé también contó los suyos, que se sitúan en la región de Burdeos. Y si partimos del principio de que una de las facetas de El pequeño Nicolás si inspira en la infancia de mi padre, ese personaje es argentino.

-Sempé siempre decía que la historia de El pequeño Nicolás era en realidad un ejercicio de resiliencia, por parte de su padre y de él mismo. Y, sin embargo, tengo la impresión de que su padre era alguien mucho más feliz que Sempé, que fueron dos hombres con dos historias familiares completamente diferentes.

-Mi padre tuvo una infancia muy feliz, en efecto. Con unos padres que lo amaban infinitamente. Lo que no fue en absoluto el caso de Jean-Jacques Sempé, criado por alguien que no era su padre, que lo maltrataba, que le pagaba, lo mismo que la madre, según lo que el mismo contó en el prólogo de uno de sus álbumes, que se llama Infancia. También hay una entrevista donde él cuenta sobre los sufrimientos que padeció de niño. Mi padre tuvo una infancia dorada con unos padres que lo amaban y que, en Argentina, estaban lejos de la guerra. También regresaba a Francia cada dos o tres años para reencontrarse con su familia, viajaba en barco. Fue en verdad una infancia extraordinaria.René Goscinny, de chico, en Buenos Aires

-Tal vez de ahí viene el lado travieso del Pequeño Nicolás, ¿no es así?

-Sí, la vida del Pequeño Nicolás nunca está teñida de melancolía o de desgracias o de esperanzas frustradas. Es un niño muy feliz y muy alegre, como era mi propio padre.

-¿Cómo recuerda a su papá? Porque usted era muy joven cuando falleció. ¿Cuál era su relación con él? ¿Estaba muy presente o alejado debido a su trabajo? ¿Le contaba las historias que escribía, que dibujaba?

-Mi padre murió cuando yo tenía 9 años, en 1977. En aquel momento no era lo mismo que ahora, desde luego. No había redes sociales, ni imágenes todo el día en la televisión, ni TikTok. A los 9 años, la muerte era algo abstracto. De modo que, cuando mi padre murió fue un caos que se abatió sobre nosotros, sobre mi madre en particular. Antes de eso, yo tenía un padre muy enamorado de su mujer y de su hija. No era un padre híperpresente, pero era muy atento, muy cuidadoso de esa felicidad familiar que le llegó tarde, porque tenía 42 años cuando yo nací, un año después de casarse.

-¿Hablaba mucho de Argentina, Anne? ¿El país estaba muy presente en su vida?

-Ah, sí, era sin duda lo que estaba más presente en su vida. Ibamos casi todos los años a Argentina, tomábamos el avión para ir y volvíamos en barco, pasando por Río. Mis mejores recuerdos con él están en Buenos Aires porque allí no trabajaba, tenía tiempo para ocuparse de mí, veía a sus amigos de infancia y nos los presentaba. Recuerdo por ejemplo al director del Colegio Francés, el señor Crespin. Para mí era la felicidad absoluta. Luego íbamos a pasar dos o tres semanas a Punta del Este. Alquilábamos un departamento, yo tenía una niñera que se ocupaba de mí, que todavía vive en Buenos Aires y tenía una hija de mi edad. La quería mucho. Recuerdo la plaza San Martín, con todos los niños jugando. Mi padre me había enseñado la canción del “Arroz con Leche”: ‘Si la conoces, harás amigos‘, me había dicho. Esos momentos me permitían tener acceso a la infancia de mi padre.El pequeño nicolás, de René Goscinny

-Usted es una escritora reconocida, talentosa. El año pasado publicó un libro muy conmovedor sobre un amigo desaparecido. ¿Qué siente entonces al verse forzada a hablar todo el tiempo de su padre, en lugar de hablar de usted? ¿No es duro? ¿No es pesado?

-Es una buena pregunta. No es pesado, es alegre, porque mi padre hizo sonreír al planeta. Estoy muy orgullosa de ser la hija de ese hombre. Pero, en verdad, está lo que se dice a los periodistas y luego está lo que reservo para mi psicoanalista, en la intimidad de su consultorio. Ese es otro discurso.

-De acuerdo, entendido. ¿Y cuál es el personaje que prefiere de su padre? Yo tengo un cariño particular por Iznogoud —el califa que quiere ser califa—, que me parece un antihéroe fascinante.

-Creo que el Pequeño Nicolás es el personaje por el que tengo más cariño, porque creo que mi padre se contó mucho a sí mismo en él. El Pequeño Nicolás me enseña mucho sobre las relaciones que tenía mi padre con sus padres, por ejemplo. Astérix, Lucky Look o Iznogoud son realmente cómics, mientras que El Pequeño Nicolás es un texto muy diferente de los cómics. En los anteriores mi padre habla en burbujas, encerrado en cuadros, mientras que en El Pequeño Nicolás puede expresarse más libremente. Y yo estoy muy unida a este medio de expresión, que es el de los escritores. Creo que el hecho de saber que el Pequeño Nicolás es un poco de él provoca en mí una ternura maternal.

-¿Cada vez que debe tomar una decisión editorial respecto a la obra de su padre, debe consultar con los herederos de los derechos de sus asociados? ¿Por ejemplo de Sempé o de Uderzo? ¿Es un trabajo pesado?

-Ese el trabajo de quien recibe el derecho moral. Debemos velar por los personajes que nos han sido legados. Entonces, como los otros personajes o El Pequeño Nicolás son obras de colaboración, me corresponde continuarla, asociando mis competencias a las de los herederos de las obras en cuestión.René Goscinny creó Astérix, Lucky Luke y El Pequeño Nicolás entre otros inolvidables personajes de historieta

-¿Es complicado?

-El ejercicio del derecho moral es algo muy complicado. No hay que simplificarlo. Velar por una obra mítica, como Astérix o como El Pequeño Nicolás, es estar siempre un poco al borde de un precipicio. Además, velar por esa obra es a menudo para darla a otra obra. Por ejemplo, se ve bien que Astérix ha dado origen a muchas películas. Que de hecho son otra cosa que el original. Lo mismo sucede con las obras que surgen de El Pequeño Nicolás. Así que me encuentro haciendo equilibrio en un hilo con un abismo bajo los pies, tratando de no caer.

-¿Y qué la guía para tomar las decisiones sobre un filme o una nueva obra?

-El oído absoluto.

-¿Es decir?

-El oído absoluto es esa capacidad que tienen algunos músicos de reconocer las notas a la perfección. En mi caso, pueden darme cualquier palabra y diré si esa palabra está o no en la obra de mi padre. Cuando leo una adaptación de la obra de mi padre puedo decir de inmediato “esto es disonante, esto no funciona, el léxico no es el correcto, esa palabra no está en la obra”. Y el léxico es el primer paso hacia la fidelidad.

-Pero, ¿cuánto tiempo le tomó tener esa capacidad? Porque era tan pequeña cuando el falleció no conocía toda su obra.

-No conocía nada cuando lo hice. De hecho, yo leí su obra como se escucha una palabra que viene de otro lugar. Es decir, mi padre ya no podía hablar cuando descubrí su obra. De modo que la leí de una manera quizás un poco mística, buscando su personalidad y su voz cuando los lectores normales solo buscan la sonrisa. Para responder muy precisamente a su pregunta, creo que nací con la tinta de sus obras en las venas. No necesité aprender nada.Las portadas de los libros de la colección

-Pero, antes de usted, fue su madre quien se ocupó de esos derechos, ¿no es así?

-Fue ella, sí. Pero mi madre estaba muy enferma. Se enfermó un año antes de la muerte de mi padre, en 1976, y me dejó a principios del 94. Y si bien sus facultades no se vieron alteradas en absoluto por la enfermedad, no se podía cuidar y dedicar su vida a personajes de papel. Yo me involucré directamente cuando ella murió, cuando ya tenía 25 años. Pero antes asistí a muchas cosas, por ejemplo, a cantidad de problemas muy complicados con Astérix. Mi madre tuvo una vida espantosa. Tuvo mucha suerte de conocer a mi padre, estuvieron casados diez años. No es nada diez años. Y un año antes de que mi padre falleciera, tuvo un cáncer de sangre. Tener un cáncer de sangre en 1976 era la muerte a mediano plazo. El infortunio realmente cayó sobre esa mujer que era hermosa, divertida, inteligente y muy brillante. Fue realmente un personaje de... casi un personaje de novela.

-¿Y cómo hace para ocuparse de su pasión, que es la literatura, y de la obra de su padre? Debe ser casi un trabajo a tiempo completo. ¿Cómo logra escribir?

-En este momento, por ejemplo, no estoy escribiendo. Porque estoy bastante solicitada para el centenario de su nacimiento, que es el próximo año, en 2026. Pero soy autora de una serie para adolescentes, que se llama El Mundo de Lucrecia. Entonces me encierro en casa durante un mes al año, en el sur de Francia, y escribo el volumen que saldrá el año siguiente.

-Porque también tiene dos hijos…

Sí, tengo dos hijos que tienen 22 y 24 años, pero que no siempre fueron grandes. Es cierto que hubo años un poco rock’n’roll, cuando estaban en el colegio. Había que estar ahí para las tareas, para salir de vacaciones. Ahora estoy mucho más libre.

-¿Y para el lanzamiento del Pequeño Nicolás viajará a Buenos Aires?

-No creo. Pero me gustaría viajar en 2026, para el centenario del nacimiento de mi padre. Llevaré a mis hijos.

-¿Usted habla español?

No, desgraciadamente. Pero tengo un año para aprenderlo.

-¿Y su papá, cuando hablaba en francés, tenía acento argentino?

-No. Pero el fue a la escuela francesa de Buenos Aires. No tenía acento. Pero no sé muy bien qué lengua hablaba con sus padres. Porque mi abuela hablaba en ruso, mi abuelo hablaba polaco, entre los dos hablaban en yiddish. En la escuela hablaba francés y en la vida todos los días hablaba español.

-¿Con ustedes hablaba en francés?

-En francés. Pero sé que el español estaba siempre ahí, en todo el momento. El era un argentino. Creo, además, que había una dimensión afectiva suplementaria con Argentina. Porque, si la familia hubiese permanecido en París durante la guerra, hubiera sido deportada como los que se quedaron. Por eso creo que había una especie de reconocimiento a ese continente. Después, el país tuvo una historia muy complicada. Pero no entonces. Era un lugar mucho más apacible, más prometedor, más normal.

-Una última pregunta, Anne, ¿es verdad que el pantalón de Obélix, que es blanco y celeste a rayas verticales, se debe a que su padre era fanático de Racing, el equipo de fútbol argentino que tiene la misma camiseta?

-Se han dicho muchas cosas. También se dijo que eran los colores de la bandera de Israel. Tampoco sabía que era hincha de Racing. No tengo recuerdo de verlo sentado mirando un partido de fútbol. Pero sería una linda historia…

Para agendar

Jueves 1°, a las 17.30, presentación Presentación de El pequeño Nicolás, de René Goscinny y Jean-Jacques Sempé, con Canela, Chanti y Luis Pescetti. En la sala Adolfo Bioy Casares, Pabellón Blanco, de la Feria del Libro, La Rural.

El 3 de mayo, a las 19.30, narración de relatos de los libros de la colección El Pequeño Nicolás, escritos por René Goscinny e ilustrados por Jean-Jacques Sempé, para chicos de 5 a 12 años. En la sala Cuenta cuentos, de la Zona Infantil, en el Pabellón Amarillo de la Feria del Libro.