7 grandes poetas de Entre Ríos
Portada: Juan L. Ortiz. Este viernes, dentro de la sección No son todos los que están, presentamos la lista de siete grandes poetas de la provincia argentina de Entre Ríos cuya obra bien podría ser considerada como clásica o influyente en las generaciones actuales de poetas de su país. Pasen y lean. Estos son los... Leer más La entrada 7 grandes poetas de Entre Ríos aparece primero en Zenda.

Portada: Juan L. Ortiz.
Este viernes, dentro de la sección No son todos los que están, presentamos la lista de siete grandes poetas de la provincia argentina de Entre Ríos cuya obra bien podría ser considerada como clásica o influyente en las generaciones actuales de poetas de su país. Pasen y lean. Estos son los que están esta semana, y los que no, ya llegarán.
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EMMA BARRANDÉGUY
Emma Barrandéguy fue una periodista, poeta, novelista y dramaturga nacida en Gualeguay, Entre Ríos, en 1914. Se traslada a Buenos Aires en la década del 30. Allí trabaja en el diario Crítica y fue traductora para las editoriales El Ateneo y Emecé, entre otras cosas, pero siempre regresando a la provincia. Durante el tiempo que vive en Buenos Aires, su relación con el mundo literario e intelectual de Entre Ríos no cesa. De hecho, mientras trabaja en la redacción de Crítica vende vales adelantados para promocionar la obra de Juan L. Ortiz, quien suele visitarla en su casa porteña de calle Lavalle 357. Frecuentó grupos feministas, queer, gays, comunistas y literatos. Se incorpora al Partido Comunista Argentino, pero más tarde se aleja debido a la postura del Partido con respecto a la homosexualidad y la liberación de la mujer. Su poesía reunida está recogida en Pescar por fin tu corazón inquieto, publicado por Caballo Negro Editora en 2019.
El apaciguamiento de las cosas
Todo está en calma.
Doy una última mirada al cuarto:
si muriera esta noche
mínimas serían las dificultades que siguieran.
No hay nadie ya despierto
y he concluido la última anotación
de lo que haré mañana.
Todo está encarpetado,
no hay ningún ángulo que sobresalga.
Casi no hay objetos redondos.
Los piolines en su sitio
y los suicidas sonriendo tras los vidrios.
Este poema es lo único que da
la clave de la madeja:
“Los monstruos, bien peinados, por dentro”.

Emma Barrandeguy
ARNALDO CALVEYRA
Arnaldo Calveyra fue un poeta, novelista, cuentista y dramaturgo nacido en Mansilla, en la provincia de Entre Ríos, Argentina, en 1929. Fue condecorado por el gobierno francés con la Ordre des Arts et des Lettres. Se licenció en Letras en la Universidad Nacional de La Plata y a comienzos de la década del sesenta una beca de investigación lo llevó a París, donde fijó su residencia desde entonces, dedicado a la docencia y la literatura. En Francia publicó buena parte de su obra en la prestigiosa editorial Actes Sud. Autor de libros como Cartas para que la alegría, El hombre del Luxemburgo, La cama de Aurelia, Si la Argentina fuera una novela, Diario del fumigador de guardia, Diario de Eleusis (AH, 2006), El cuaderno griego (AH, 2010), Allá en lo verde Hudson (AH, 2012), Novela (AH, 2014) y el libro póstumo Diario francés (AH 2017). Adriana Hidalgo editora publicó su Poesía reunida en 2008 con una segunda edición aumentada en 2012. Murió en París en 2015.
Canción del marinero inmigrante
Vine una, dos veces,
aquí me quedé,
me conquistaron las veredas de Ensenada:
desparejas, era como
caminar en cubierta sobre un mar huracanado
ir perdiendo la memoria
es dejar un día de crear distancia,
ya no ser artefacto del mar
una vez, en una costa del sur,
logré escribir sobre una ola,
y fuimos varios en leerla,
la palabra palabra
por ese entonces era joven
y capaz de apagar un faro con un dedo,
las rocas aullaban escondites,
para las sirenas yo no era un marinero
de un mar cualquiera
me tendía a dormir
y las gaviotas lo borraban al sol
con dos alas,
impresión perpetua
de estarme vistiendo
para una fiesta
pequeña mandrágora de mi bolsillo,
fui yo quien abrazó al mansuela
del que todos se apartaban
en el puerto de Sydney
pero nunca lloré:
una vez que se empieza,
¿qué razones hay para dejar de llorar?
de un tío irlandés
heredé la palabra oblivion,
la encontré entre varios objetos
a mí destinados
a la muerte de ese human being,
amaneceres en hilachas,
días y noches en que el cielo
hiede a rata muerta
América la ofrecida, me digo
mirando el yuyal incesante
morir será
encender una lámpara
en la casa desconocida.
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ANA TERESA FABANI
Ana Teresa Fabani fue una poeta argentina nacida en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en 1922. Sufrió de tuberculosis desde los 19 años y pasó largas temporadas en sanatorios de Córdoba y Buenos Aires, donde escribió gran parte de su producción literaria. Es reconocida como una de las figuras más notables de la literatura entrerriana de la década de los años 40. En vida publicó tan sólo un libro, el poemario Nada tiene nombre (1949), y de manera póstuma se editó su única novela, Mi hogar de niebla (1950). Murió el 21 de junio de 1949, a los 27 años, y su imagen fue incluida en el Salón Mujeres Entrerrianas de la Casa de Gobierno de la Provincia de Entre Ríos en 2017.
Perdida en esta sombra estoy ahora
sin saber dónde voy ni donde he ido.
No me acuerdo tampoco si he crecido
después de conocerme o si de ahora
soy de esta soledad que en mí ha nacido.
Oí pasos sigilosos que han venido
por detrás de mi sombra hora por hora
y escuché llamar nombres que he querido.
Pero ahora ya sé que no es mi oído
el que escuchó ni es voz que tenue llora
la que se oyó. Es hálito perdido
que, como yo perdida en sombra ahora,
va por el aire y en el aire asido
como la cavidad rota de un nido
roza a mi soledad. Y juntos oran.
*
Solo el ángel que nunca se ha dormido
está en mi corazón pero callado
como si fuera un pájaro acostado
sobre las hojas secas de su nido.
Apenas como el aire, como el viento,
como la flor será, pero lo siento
cuando el dolor se rompe en mi costado.
Hoy solo se ha quedado el ángel mío
y nada más habrá. Sobre la arena
su sombra ya será la sombra apenas
de una nube que pasa sobre un río.
***
ESTELA FIGUEROA
Estela Figueroa es una poeta nacida en Santa Fe, Argentina, en 1946. Entre sus publicaciones destacan Máscaras sueltas (1985), El libro rojo de Tito (1988), A capella (1991), Un libro sobre Bioy Casares (2006) o La forastera (2007). Ha realizado trabajos para cine y teatro y coordinados talleres literarios en el Pabellón de menores de la cárcel de Las Flores, donde editó la revista Sin alas. Dirige la revista La Ventana, que publica la Dirección de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral. En este ámbito universitario también coordina el Taller Literario, tarea que se vio plasmada en la edición de tres libros y fichas de poesía, versiones teatrales de aguafuertes de Roberto Arlt y la escritura y emisión de dos radionovelas. Colabora en el diario El Litoral y sus poemas han sido traducidos a varios idiomas y han aparecido en diversas publicaciones internacionales. El hada que no invitaron: obra poética reunida 1985-2016 publicado por la editorial Bajo la Luna en 2016 incluye sus libros de poesía hasta la fecha junto con Profesión: sus labores, que permanecía inédito.
Los huesos de mi padre
Hace más de veinte años que murió
y no renovamos el derecho de sus huesos
a permanecer en el nicho.
De mi parte fue intencional.
A mi padre no le gustaba estar encerrado.
Ojalá un sepulturero los haya vendido
y haya comido algo especial con su mujer y sus hijos
o se haya tomado unos vinos
en rueda de amigos.
Y con esos huesos un joven estudie medicina
-esos huesos largos y bien formados-
sin pensar en la muerte.
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JUAN L. ORTIZ
Juan Laurentino Ortiz, más conocido como Juanele, fue un poeta y traductor argentino nacido en 1896 en Puerto Ruiz, un pequeño poblado en las cercanías de Gualeguay, provincia de Entre Ríos. Se le considera una de las figuras poéticas fundamentales de su país. Es hijo menor de una familia de diez hermanos. Pasa su primera infancia en Mojones Norte, donde su padre era capataz de una estancia. Realiza sus estudios primarios en Villaguay y luego se instala en Gualeguay, en donde se recibe de maestro. Los primeros libros de Ortiz fueron impresos y distribuidos por él mismo entre amigos y lectores conocidos, por lo que su obra tuvo poca difusión y no fue hasta 1933 que alentado por su amigo Carlos Mastronardi, editó su primer poemario, El agua y la noche, con poemas escritos entre 1924 y 1932. Es autor de otros libros de poemas como El alba sube… (1937), El ángel inclinado (1938), La rama hacia el este (1940), El álamo y el viento (1948), El aire conmovido (1949), La mano infinita (1951), El alma y las colinas (1956) o De las raíces y del cielo (1958). Murió en Paraná en 1978.
Sí, mi amiga
Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo
a pesar de esas llamas dulces contra junio…
Estamos bien… sí…
Miro una danzarina en su martirio, es cierto,
con los locos brazos, ay, negando la ceniza
y el crepúsculo íntimo…
Estamos bien… Cummings que se va, muy pálido,
al país que nunca ha recorrido,
mientras Debussy enciende el suyo, submarino…
Estamos bien… Pero tiemblo, mi amiga, de la lluvia
que trae más agudamente aún la noche
para las preguntas que se han tendido como ramas
a lo largo de la pesadilla de la luz,
con la vara que sabes y la arpillera que sabes,
en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música…
Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen…
Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,
cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?
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TILO WENNER
Tilo Wenner fue un poeta y periodista nacido en General Galarza, Entre Ríos, en 1931 En 1976, la última dictadura militar argentina del Proceso de Reorganización Nacional lo secuestró, lo torturó, lo asesinó y quemó su último libro, Ejercicios para no llorar en vano. Entre 1952 y 1955 viajó por varios países latinoamericanos y europeos. En Francia entró en contacto directo con los movimientos culturales vanguardistas europeos. Es autor de libros de poemas como La pasión rota (1957), Cantos a mi amiga loca (1957), Kenia (1958), Magnético (1959), El pie del vacío (1960), Pájaro inteligible (1960), El libro de vidrio (1963), Algunas máquinas imperfectas (1969) o Límite real (1972).
Un día nos reuniremos
Un día nos reuniremos gran suma de minúsculas
despiertas y conmovidas
Entonces derribaremos las puertas del tiempo injusto
Y no habrá nadie entre nosotros que llore por causa
de los ídolos mimosos
Nadie entre nosotros que nos delate con su canto de sirena
a los señores de la infecundidad porque habremos cerrado
tanto nuestras filas que toda la ternura será nuestra
Entonces no habrá nadie entre nosotros con empacho divino
Los curanderos se comerán sus yerbas y se ahorcarán
con sus cintas de medir
Nadie rebelará nuestro poder porque seremos todo el poder
No volveremos nuestros rostros cuando los niños nos sonrían
iremos de nuevo a la escuela con ellos
Entonces no habrá entre nosotros ningún indeciso
Los reclutadores se quedarán sin sueños en el infierno
que les dejaremos por herencia
No nos sentaremos a medianoche en la cama a preguntarnos
sueño o estoy despierto?
Los mesías del valle no podrán ir a las montañas
porque ellas también serán libres
No dejaremos crecer las alas de ningún pichón de águila
Destetaremos los terneros mañosos
Un día nos reuniremos y romperemos todos los contratos
de la providencia, siempre oportuna en desviar el agua
y el aire de nosotros
No habrá invitados especiales entre nosotros
Decidiremos el mundo entre todos

Ricardo Zelarayán.
RICARDO ZELARAYÁN
Ricardo Zelarayán fue un poeta nacido en Paraná, provincia de Entre Ríos, en 1924. Se definía como un poeta que no era escritor. Publicó La piel de caballo (1986), Lata peinada (2008) y sólo dos libros de poemas: La obsesión del espacio (1972) y Roña criolla (1991), además de un volumen de cuentos infantiles: Traveseando (1984). De ser considerado un autor marginal, de culto y casi inédito, no publicado, fue revalorizado a fines de los años noventa y rescatado del olvido gracias a una serie de reediciones completas de su obra y a la difusión dada por la nueva generación de escritores argentinos. Su obra se destaca por el lenguaje coloquial. Se había radicado desde muy joven en Buenos Aires, allí se anotó para estudiar medicina, pero pronto lo abandonó y se volcó al periodismo, a labores de redacción y traducción. Falleció en 2010.
Tal vez no importe tanto
Tal vez no importe tanto,
tu cara se borra sola.
Hay muchas caras en mi vida
que viven borradas
quién sabe hasta cuándo.
Se han borrado poco a poco,
pero en el momento menos esperado,
y a veces en el menos indicado,
vuelven a aparecer por un brevísimo instante
para sumergirse enseguida
en el “¿dónde estarás ahora?”
con un intenso sobresalto
de mi parte…
Hay días mucho más chicos que otros.
Y hay días muertos,
descolgados,
inútiles,
días que crecen y mueren sin esperanza.
El rostro borrado aparece de pronto
y es, al mismo tiempo, el mismo
y otro,
siempre dispuesto a borrarse
para aparecer otra vez
pero, ¿cuándo?
La música corre como el agua
pero se borra en el aire.
Es difícil acordarse del invierno
en verano
y del verano en invierno,
evocar una melodía remota
a la deriva en el tiempo pasado.
Es difícil salvar del olvido
un rostro, una cara
que se ha borrado
y que aparece
el día y el momento menos pensado.
Si uno pudiera manejar la cosa,
es decir matar definitivamente ese rostro en la memoria,
o evocarlo a voluntad,
todo sería distinto.
El vientito del despecho
ha lijado los relieves,
los límites de la superficie recortada,
de los diferentes rostros de Ella.
Uno se salva de a ratos
pero en el momento inesperado…
Ella aparece con un rostro olvidado
que enseguida desaparece, etc. etc.
La cara, el recorte amoroso…
mas no el cuerpo
(el cuerpo decapitado
del rostro borrado).
Tal es el trabajo de salvación
por el momento:
evocar a voluntad
o borrar para siempre.
Incluso borrar el recuerdo
de haber borrado un rostro,
o todos los sucesivos rostros de Ella.
Cuando un rostro comienza a borrarse
(y por lo visto estoy diciendo rostro y no cara
porque rostro tiene más relieve que cara)
ojo, me digo, porque si los ojos de Ella se borran
algo comienza a terminarse
o algo, también, comienza a secas.
Es el comienzo de un nuevo rostro
que tal vez se borrará a su turno
y así sucesivamente.
Y lo de los rostros también se extiende a los lugares
que permanecen borrados
para reaparecer un instante de cualquier día,
no elegido,
y todos los días hay instantes que nacen y mueren vacíos.
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