4 Cuartos (Torremolinos): «La sencillez bien entendida»
Gusta contar historias donde las cocinas se alejan de modas, prisas, redes sociales y todo lo que no sea desarrollar la pasión gastronómica. Paradójicamente, la historia de Kyle y Rocío (él en la logística y la atención, ella tras el delantal) comienza entre los sudores de una franquicia de comida rápida y un anhelo común formulado en voz alta: ¿Y si montamos nuestro propio restaurante? Ese deseo se llama 4 Cuartos y en agosto cumplirá 7 años de vida en la calle Casablanca de Torremolinos. Estamos ante una cocina de fusión, que mira mucho hacia Asia y donde el atún, materia prima alma máter en sus fogones, es tratado con buen gusto y versatilidad. Ya sea desde sus elaboraciones más básicas, como el tataki o el tartar, hasta lo que a nuestro juicio es la bandera de su oferta: el katsu sando . El sándwich se presenta muy bien equilibrado y bastante jugoso. Tan bueno que, en caso de no pedirlo de antemano al hacer la reserva, lo habitual es que no haya disponibilidad, puesto que sacan unidades limitadas al día, igual que ocurre con su crujiente de arroz, plato que asimismo representa su 'slow cooking' y se elabora con mimo. No se queda atrás el wonton de atún (ligeramente picante), redondeado con un cremoso de aguacate y un huevo de codorniz. Un bocado muy apetitoso. En general, de cocina salen platos notablemente equilibrados . Ocurre con otra de sus enseñas: el dim sum de rabo toro , al que le siente muy bien su crema de boletus. Nos sorprendió también la óptima textura de de los rollitos cremosos de langostinos . Vienen en gran armonía con la salsa agridulce que le acompaña. Es otra de las bonanzas de 4 Cuartos: los jugos que aderezan los platos están elaborados con bastante criterio y buena mano. La prueba de fuego, nunca mejor dicho, la pasala z amburiña al estilo japo flameada en mesa y rematada con lima. En un plato así toca medir bien las armonías, y a fe que se consigue: molusco y salsa no quedan sepultados bajo el sabor cítrico ni mucho menos. La carta es coqueta, manejable y alejada de literatura engañosa; aquí la sencillez se honra en su expresión más necesaria. También recoge clásicos como la rusa, el flamenquín o la pata de pulpo. Pero conviene dejarse llevar por Kyle en las sugerencias del día. Tal es el caso de las gyozas de pato en salsa al estilo Hoisin de fresas, torreznos, alioli y pepinillos. La carta de postres ofrece propuestas tradicionales. Como la tarta de queso, pero la recomendamos encarecidamente a sus amantes por estar hecha de cinco tipos diferentes... incluido el parmesano, que le confiere un toque muy característico. La de vinos es reducida, pero hace un recorrido por los principales viñedos nacionales. Nos sorprendieron los precios competitivos en una propuesta así, algo inferiores respecto a similares del sector que no ponen tanto énfasis en el producto ni en la ejecución. En la parcela constructiva dejamos también detalles a cuidar. Como alguna copa de vino no servida en mesa, una iluminación que por acogedora puede pecar de algo tenue y una sala interior (también tiene terraza) donde alguna mesa de comensales un poco ruidosos puede retumbar más de lo ideal. Pero, sin duda, estamos ante un lugar donde repetir y disfrutar con frecuencia.
Gusta contar historias donde las cocinas se alejan de modas, prisas, redes sociales y todo lo que no sea desarrollar la pasión gastronómica. Paradójicamente, la historia de Kyle y Rocío (él en la logística y la atención, ella tras el delantal) comienza entre los sudores de una franquicia de comida rápida y un anhelo común formulado en voz alta: ¿Y si montamos nuestro propio restaurante? Ese deseo se llama 4 Cuartos y en agosto cumplirá 7 años de vida en la calle Casablanca de Torremolinos. Estamos ante una cocina de fusión, que mira mucho hacia Asia y donde el atún, materia prima alma máter en sus fogones, es tratado con buen gusto y versatilidad. Ya sea desde sus elaboraciones más básicas, como el tataki o el tartar, hasta lo que a nuestro juicio es la bandera de su oferta: el katsu sando . El sándwich se presenta muy bien equilibrado y bastante jugoso. Tan bueno que, en caso de no pedirlo de antemano al hacer la reserva, lo habitual es que no haya disponibilidad, puesto que sacan unidades limitadas al día, igual que ocurre con su crujiente de arroz, plato que asimismo representa su 'slow cooking' y se elabora con mimo. No se queda atrás el wonton de atún (ligeramente picante), redondeado con un cremoso de aguacate y un huevo de codorniz. Un bocado muy apetitoso. En general, de cocina salen platos notablemente equilibrados . Ocurre con otra de sus enseñas: el dim sum de rabo toro , al que le siente muy bien su crema de boletus. Nos sorprendió también la óptima textura de de los rollitos cremosos de langostinos . Vienen en gran armonía con la salsa agridulce que le acompaña. Es otra de las bonanzas de 4 Cuartos: los jugos que aderezan los platos están elaborados con bastante criterio y buena mano. La prueba de fuego, nunca mejor dicho, la pasala z amburiña al estilo japo flameada en mesa y rematada con lima. En un plato así toca medir bien las armonías, y a fe que se consigue: molusco y salsa no quedan sepultados bajo el sabor cítrico ni mucho menos. La carta es coqueta, manejable y alejada de literatura engañosa; aquí la sencillez se honra en su expresión más necesaria. También recoge clásicos como la rusa, el flamenquín o la pata de pulpo. Pero conviene dejarse llevar por Kyle en las sugerencias del día. Tal es el caso de las gyozas de pato en salsa al estilo Hoisin de fresas, torreznos, alioli y pepinillos. La carta de postres ofrece propuestas tradicionales. Como la tarta de queso, pero la recomendamos encarecidamente a sus amantes por estar hecha de cinco tipos diferentes... incluido el parmesano, que le confiere un toque muy característico. La de vinos es reducida, pero hace un recorrido por los principales viñedos nacionales. Nos sorprendieron los precios competitivos en una propuesta así, algo inferiores respecto a similares del sector que no ponen tanto énfasis en el producto ni en la ejecución. En la parcela constructiva dejamos también detalles a cuidar. Como alguna copa de vino no servida en mesa, una iluminación que por acogedora puede pecar de algo tenue y una sala interior (también tiene terraza) donde alguna mesa de comensales un poco ruidosos puede retumbar más de lo ideal. Pero, sin duda, estamos ante un lugar donde repetir y disfrutar con frecuencia.
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