Balance de la #VoltaLleida
Algunos recuerdos de la reciente Volta a Lleida en bici de montaña y enlaces a Strava, crónicas de cada etapa y álbum de fotos.

Pedalear en Semana Santa siempre plantea la incógnita del tiempo. Más si cabe si no bajas hacia el sur de la península, sino que, como ha sido mi caso, te empeñas en hacerlo por el norte. Además, como guinda del pastel, si te atreves con puertos por encima de los dos mil metros en plenos Pirineos la consecuencia es que hay días para disfrutar, pero también días para penar.
La vuelta perimetral a la provincia de Lleida, como ya lo fue la que hice hace años por Girona, ofrece la diversidad de pedalear por la Plana, el Prepirineo y el Pirineo. Esta circunstancia, la diversidad, cada vez la valoro más en rutas de varias semanas. Por ejemplo, siempre digo que la Transpirenaica es muy bonita. Eso sí, hasta que, al quinto día, el paisaje empieza a repetirse. Bonito, pero cada día es más de lo mismo.
Así pues, con los condicionantes del tiempo (algo lógico, claro está), esta ruta de 14 días de pedaleo parece una opción muy interesante si quieres un recorrido al margen de las rutas cicloturistas clásicas. Soy consciente también de que, con los años, incluyo más tramos de asfalto y me meto menos en fregaos complicados técnicamente por el monte. No obstante, que me venga con la Orbea Oiz, con su doble suspensión y sus ruedas gordas, me ofrece una versatilidad que aprecio mucho.
Te comparto esta lista de recuerdos que se quedan conmigo, el rutómetro final, con enlaces a las etapas en Strava y a las crónicas escritas durante la ruta, y al álbum completo de fotos.
La subida al Port de la Bonaigua
Sí, por carretera, pero el buen día que hacía, el tramo del bosque de Gerdar o las nieves de las zonas altas, incluyendo el chocolate caliente del Café del Port, convirtieron la subida en un verdadero placer. Un poco más de 1.100 metros de desnivel convertidos en puro gozo. Cosas extrañas pasan.
Las nueve Iglesias románicas del Valle del Boí
Pasar el día pedaleando sin prisa alguna con el único plan de visitar las nueve Iglesias y el centro de interpretación del románico es una experiencia que te recomiendo encarecidamente. Incluso puedes añadir la subida al embalse de Cavallers, como hice yo. Conste que luego pensé que podía haber subido hacia el Estany de Llebreta, dentro del Parque Nacional de Aigüestortes y el Estany de Sant Maurici. Todo no puede ser; ahí radica también la paz.
(Por cierto, no sé por qué extraño motivo, estaba yo trastornado diciendo en posts anteriores que eran siete las iglesias).
La dantesca bajada del Port del Cantó hasta Sort
No sé muy bien qué adjetivo emplear, pero sí o sí, hay que incluir este descenso. «Dantesco» puede sonar excesivo. Los dos grados bajo cero y la nieve que caía en la cima del Port del Cantó no anticipaban nada bueno. Veinte kilómetros para intentar no repetirlos. Y conste que el detallazo de que me llevaran en coche desde Sort hasta mi final de etapa fue de diez.
El canal de Balaguer en la niebla
Los tres primeros días pedaleé muchos kilómetros junto a distintos canales. El agua, sobra decirlo, es clave para la agricultura. Si el de Pinyana me puso en contacto con la historia de estas infraestructuras, el de Balaguer, camino del embalse de Utxesa, tuvo el punto mágico de los cisnes enamorados.
La pasadora de Bescaran
Las historias de fugitivos (judíos, sobre todo) que huían hacia el sur de la ocupación nazi en Europa son comunes en muchas partes de los Pirineos. Desde Andorra, un paso habitual se llevaba a cabo por La Rabassa para bajar luego por Bescaran. Pedalear por allí me hizo rememorar una novela cuya protagonista, una mujer pasadora, era de este pueblo.
Las vistas al valle de Ruda en la bajada del Port de la Bonaigua
Si la subida al Port de la Bonaigua me encantó, las vistas al valle de Ruda (donde, por cierto, nace el rio Garona) en el primer tramo del descenso bordaban la perfección de lo que podemos tener en mente como paisaje alpino: un valle glaciar, bosques de pino negro, nieve en las cumbres y un verde amable en el fondo.
La historia detrás de los hoteles familiares de Torà y Ribera de Cardós
Son dos negocios que van pasando de generación en generación y que dan fe de la resiliencia frente a diversas contingencias. Por eso es importante hablar con quienes te atienden y comprender la diferencia. Dos enfoques de negocio con matices, pero con el mismo orgullo de por medio.
La vista del Cadí-Moixeró desde Arsèguel
Si el valle de Ruda impacta, el telón de fondo nevado del Cadí-Moxieró al subir hasta Arsèguel no se queda atrás. Parece tan cerca que adquiere cierto punto de irrealidad. Además, la iglesia de Santa Coloma aporta un contraste fantástico.
Rutómetro final y enlaces a etapas en Strava