Un país ha encontrado la solución a prueba de bombas, literalmente, a los grandes apagones eléctricos: Ucrania
Ocurrió hace unas horas. Entre las múltiples llamadas que ha recibido el gobierno español de países preocupándose por la situación de emergencia tras el apagón nacional, una no pasó desapercibida. Zelensky, presidente de Ucrania, llamó a Pedro Sánchez, y no solo para mostrarle su apoyo, sino para prestarle toda la ayuda necesaria. Al fin y al cabo, si alguien sabe de apagones, esa es la nación del este. Han aprendido a sobrevivir a oscuras y a prueba de bombas rusas. La devastación del sistema eléctrico. Desde el inicio de la invasión a gran escala en febrero de 2022, Rusia ha dirigido buena parte de sus ataques contra la infraestructura energética ucraniana. El pasado verano, Ucrania había perdido y en tan solo tres meses más de nueve gigavatios de capacidad de generación, más de un tercio de la que poseía antes de la guerra. Según datos de Ukrenergo, esto equivaldría a la demanda total de países como los Países Bajos en horas punta, o incluso a la suma de Eslovaquia, Letonia, Lituania y Estonia. En Directo al Paladar No tires la piel del aguacate: la cáscara es oro verde para ti y también para tu casa El invierno. Todas las centrales térmicas estatales estaban destruidas y todas las hidroeléctricas habían sufrido daños por misiles o drones. La estrategia de los ataques rusos era clara: no se buscaba únicamente destruir capacidad militar, sino quebrar el alma de una sociedad mediante la oscuridad forzada, interrumpiendo lo más esencial: la calefacción, el agua corriente, los ascensores, las comunicaciones, los quirófanos o la simple posibilidad de mantener una vida civil organizada. Hoy, y según la Agencia de la ONU para los Refugiados, más del 60% de la capacidad de generación eléctrica del país ha sido destruida o inutilizada. En un país donde el invierno no es solo una estación sino una amenaza existencial, quedarse sin energía es quedarse sin calefacción, sin agua, sin comunicaciones. Para millones, la electricidad representa el último baluarte entre la dignidad y la supervivencia precaria. Sobrevivir a apagones. Contaba el pasado mes de julio la BBC que los apagones en Ucrania se habían convertido en una presencia tan constante como la guerra misma. En ciudades como Odesa, Kyiv o Zaporizhzhia, la electricidad era un lujo intermitente, un recurso que aparece y desaparece bajo el zumbido de los generadores o el silencio sepulcral de la red caída. En ese contexto, la electricidad dejó de ser solo una comodidad para convertirse en el umbral entre la vida y la muerte. Casos como el de Tetiana, madre de un niño con graves discapacidades, que vive esa verdad cada día: su hijo depende de máquinas para respirar, alimentarse y recibir medicación. Sin suministro estable, su vida pende de un hilo. En su hogar, los apagones prolongados (a veces de doce horas diarias) obligan a alimentar constantemente un generador de gasolina que, además, debe detenerse cada seis horas para no sobrecalentarse. Cuando su hijo convulsiona, los minutos sin cobertura móvil o sin ambulancia se transforman en una tortura. En palabras al medio británico, “puede morir si no recibe oxígeno. Me faltan las palabras”. Así de delgada es la línea entre el caos y la supervivencia. Cortes programados. En agosto del año pasado se dio un cambio sustancial en la lucha de Ucrania a los apagones. Un lunes, centenares de misiles y drones rusos cayeron sobre la nación. Primero se cortó la electricidad, luego el agua. Ese día marcó el mayor ataque aéreo ruso contra la infraestructura energética ucraniana desde el inicio de la invasión a gran escala. El bombardeo continuó al día siguiente, elevando el número de muertos a doce y dejando sin suministro a millones de personas en todo el país. La compañía energética privada más grande de Ucrania, DTEK, tomó una decisión: aplicar cortes programados en múltiples regiones: Kyiv, Odesa, Dnipropetrovsk, Donetsk. En la periferia de la capital, los vecinos comenzaron a vivir con seis horas de apagón seguidas de dos horas con electricidad, en plena madrugada. Un ritmo que permitía planificar (aunque no descansar). Cargando con la energía. El resultado de la situación es que Ucrania ha aprendido a convivir con los apagones. Lo que antes habría paralizado al país, hoy se afronta con soluciones descentralizadas. En Kyiv, los llamados “puntos de invencibilidad” ofrecen carga eléctrica e internet a los ciudadanos durante los cortes. Pero muchos ni siquiera acuden a ellos: han hecho de las baterías portátiles un objeto tan imprescindible como el teléfono móvil o las llaves. La mayoría de los comercios, desde puestos callejeros hasta centros comerciales, disponen ya de sus propios generadores. De hecho y como decíamos, ese zumbido de sus motores se ha convertido en la banda sonora habitual de los apagones. En Xataka Mientras casi t

Ocurrió hace unas horas. Entre las múltiples llamadas que ha recibido el gobierno español de países preocupándose por la situación de emergencia tras el apagón nacional, una no pasó desapercibida. Zelensky, presidente de Ucrania, llamó a Pedro Sánchez, y no solo para mostrarle su apoyo, sino para prestarle toda la ayuda necesaria. Al fin y al cabo, si alguien sabe de apagones, esa es la nación del este. Han aprendido a sobrevivir a oscuras y a prueba de bombas rusas.
La devastación del sistema eléctrico. Desde el inicio de la invasión a gran escala en febrero de 2022, Rusia ha dirigido buena parte de sus ataques contra la infraestructura energética ucraniana. El pasado verano, Ucrania había perdido y en tan solo tres meses más de nueve gigavatios de capacidad de generación, más de un tercio de la que poseía antes de la guerra.
Según datos de Ukrenergo, esto equivaldría a la demanda total de países como los Países Bajos en horas punta, o incluso a la suma de Eslovaquia, Letonia, Lituania y Estonia.
El invierno. Todas las centrales térmicas estatales estaban destruidas y todas las hidroeléctricas habían sufrido daños por misiles o drones. La estrategia de los ataques rusos era clara: no se buscaba únicamente destruir capacidad militar, sino quebrar el alma de una sociedad mediante la oscuridad forzada, interrumpiendo lo más esencial: la calefacción, el agua corriente, los ascensores, las comunicaciones, los quirófanos o la simple posibilidad de mantener una vida civil organizada.
Hoy, y según la Agencia de la ONU para los Refugiados, más del 60% de la capacidad de generación eléctrica del país ha sido destruida o inutilizada. En un país donde el invierno no es solo una estación sino una amenaza existencial, quedarse sin energía es quedarse sin calefacción, sin agua, sin comunicaciones. Para millones, la electricidad representa el último baluarte entre la dignidad y la supervivencia precaria.
Sobrevivir a apagones. Contaba el pasado mes de julio la BBC que los apagones en Ucrania se habían convertido en una presencia tan constante como la guerra misma. En ciudades como Odesa, Kyiv o Zaporizhzhia, la electricidad era un lujo intermitente, un recurso que aparece y desaparece bajo el zumbido de los generadores o el silencio sepulcral de la red caída. En ese contexto, la electricidad dejó de ser solo una comodidad para convertirse en el umbral entre la vida y la muerte.
Casos como el de Tetiana, madre de un niño con graves discapacidades, que vive esa verdad cada día: su hijo depende de máquinas para respirar, alimentarse y recibir medicación. Sin suministro estable, su vida pende de un hilo. En su hogar, los apagones prolongados (a veces de doce horas diarias) obligan a alimentar constantemente un generador de gasolina que, además, debe detenerse cada seis horas para no sobrecalentarse. Cuando su hijo convulsiona, los minutos sin cobertura móvil o sin ambulancia se transforman en una tortura. En palabras al medio británico, “puede morir si no recibe oxígeno. Me faltan las palabras”. Así de delgada es la línea entre el caos y la supervivencia.

Cortes programados. En agosto del año pasado se dio un cambio sustancial en la lucha de Ucrania a los apagones. Un lunes, centenares de misiles y drones rusos cayeron sobre la nación. Primero se cortó la electricidad, luego el agua. Ese día marcó el mayor ataque aéreo ruso contra la infraestructura energética ucraniana desde el inicio de la invasión a gran escala.
El bombardeo continuó al día siguiente, elevando el número de muertos a doce y dejando sin suministro a millones de personas en todo el país. La compañía energética privada más grande de Ucrania, DTEK, tomó una decisión: aplicar cortes programados en múltiples regiones: Kyiv, Odesa, Dnipropetrovsk, Donetsk. En la periferia de la capital, los vecinos comenzaron a vivir con seis horas de apagón seguidas de dos horas con electricidad, en plena madrugada. Un ritmo que permitía planificar (aunque no descansar).
Cargando con la energía. El resultado de la situación es que Ucrania ha aprendido a convivir con los apagones. Lo que antes habría paralizado al país, hoy se afronta con soluciones descentralizadas. En Kyiv, los llamados “puntos de invencibilidad” ofrecen carga eléctrica e internet a los ciudadanos durante los cortes. Pero muchos ni siquiera acuden a ellos: han hecho de las baterías portátiles un objeto tan imprescindible como el teléfono móvil o las llaves.
La mayoría de los comercios, desde puestos callejeros hasta centros comerciales, disponen ya de sus propios generadores. De hecho y como decíamos, ese zumbido de sus motores se ha convertido en la banda sonora habitual de los apagones.
Ejemplos. Contaba a la CNN Maksym Holubchenko, barista de 25 años en la capital, que su cafetería se mantiene abierta gracias a uno de esos generadores. Sin embargo, no da abasto para cubrir toda la demanda: en invierno puede mantener la operación, pero en verano deben apagar el aire acondicionado y partes de la cafetera para no sobrecargar el sistema. La adaptación no es cómoda, es simplemente el resultado de una necesidad urgente, y de una resistencia sin alternativas.
Para Inna, una mujer de 87 años de Odesa, la situación actual despierta ecos antiguos. “Ya sobreviví a la Segunda Guerra Mundial, así que tengo algo de experiencia... He comprado velas”, relataba. Su relato subraya una paradoja dolorosa: un país moderno, europeo, con ambiciones de integración plena en Occidente, forzado a retroceder tecnológicamente, a depender de lo rudimentario para afrontar lo esencial. Las velas, los termos, los cargadores portátiles, los calendarios marcados por cortes eléctricos… conforman una nueva normalidad nacida del asedio energético.
Ir al banco sin luz. Ante los apagones prolongados provocados por los ataques rusos a la infraestructura energética, el Banco Nacional de Ucrania también ha lanzado el proyecto Power Banking, una red de sucursales bancarias autónomas diseñadas para operar sin depender del suministro eléctrico.
Estas oficinas “inquebrantables” estarán equipadas con generadores, canales especiales de comunicación, cajeros automáticos operativos, personal adicional y efectivo disponible, permitiendo a los ciudadanos acceder a servicios esenciales como retiradas de dinero, pagos, transferencias, cambio de divisas y asesoría financiera incluso durante cortes prolongados. Además, se ha propuesto un sistema de “roaming nacional” entre cajeros, con límites unificados y sin comisiones entre bancos, iniciativa ya adoptada por entidades como Oschadbank, para garantizar el acceso equitativo al efectivo en todo el país.
Apagón como símbolo de resistencia. En definitiva, Ucrania aplica los cortes preventivos no solo para proteger las redes eléctricas, sino también para mitigar el riesgo de sobrecarga y colapso del sistema en su conjunto. Los generadores y las baterías portátiles se han vuelto parte del mobiliario esencial en los hogares, hospitales y comercios.
La guerra ha modificado incluso las costumbres domésticas: se planifica la jornada según los horarios con electricidad, se prioriza qué aparatos encender, se ajusta la vida a las ventanas de luz como si se viviera en otra época. Y esta adaptación forzosa, de momento, parece no haber quebrado el espíritu de la población, que sigue defendiendo la posibilidad de una vida autónoma frente al apagón impuesto por Rusia.
Imagen | Ministry of Defense of Ukraine, RawPixel
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La noticia
Un país ha encontrado la solución a prueba de bombas, literalmente, a los grandes apagones eléctricos: Ucrania
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Xataka
por
Miguel Jorge
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