Un disparo por la espalda lo dejó en silla de ruedas, transformó el dolor en fortaleza y hoy es comunicador y participó en El Eternauta

Esta nota comienza con un “Alerta Spoiler”. En caso de no haber visto El Eternauta, pueden pasar al segundo párrafo. Un grupo de personas ha quedado atrapada en un tren bajo una nevada mortal. Todavía están vivos; tienen las ventanas cerradas, pero no pueden moverse. Más allá, los cuerpos de las personas, con ropa de verano, yacen inmóviles. Entonces se produce el encuentro con Ricardo Darín, en la piel de Juan Salvo. Los pasajeros del tren detenido le gritan que no los deje morir ahí. Un primer plano muestra a un hombre con anteojos, de cara consternada que parece suplicarle ayuda al Eternauta. El hombre sentado que aparece en pantalla unos segundos es nuestro protagonista: Juan Pablo Regalado. View this post on Instagram A post shared by Che Netflix (@chenetflix)Dos años atrás no tenía idea de que formaría parte de la adaptación en formato serie de la icónica historieta argentina, comandada por el director Bruno Stagnaro. Pero la propuesta le llegó por medio de la agencia en donde se había anotado. Buscaban a una persona en silla de ruedas y Juan Pablo cumplía con ese requisito. Todavía no sabe si hubo otros candidatos, pero él se ganó el papel. Aunque tenía que viajar a Córdoba por un compromiso manejó más de 700 km. hasta su casa, en zona sur, y de ahí a San Isidro y Villa Urquiza, cuando supo algunos datos de la producción entendió que se venía algo grande y él no se lo quería perder. Luz, cámara, acción“Recuerdo que hacemos la escena —porque era un bolo, no era extra— después el director Stagnaro, dice: bueno, quiero a Juan Pablo acá. Y en un momento tenía que mirar un punto en la cámara con gesto de preocupación, con toda la gente atrás. Hoy, digo: mirá, él quería ese plano”. Juan Pablo Regalado, cara de adolescente eterno, tiene 48 años. Desde su casa en Avellaneda, cuenta que acaba de llegar de un evento y al día siguiente estará ocupado con trabajo y entrevistas. Un pollo se cocina a fuego lento, pollo que comerá después de medianoche. La primera observación es que su energía no parece agotarse. Su bio de Instagram, @regaladojuanpablo, dice que es locutor, periodista, actor y usuario de silla de ruedas que habla sobre temas de accesibilidad. Está sorprendido por la repercusión que tiene en estos días un llamado que hizo como oyente al programa Vuelta y Media de Urbana Play, que se transformó en algo parecido a una entrevista. El motivo es que su vida cambió el 16 de diciembre de 2002: durante el robo de su auto, le pegaron un tiro por la espalda. Antes del robo era una persona. Después se transformó en otra: alguien que supo procesar el dolor gracias a su resiliencia y a un optimismo inquebrantable.Antes del disparoCursaba la escuela secundaria pero iba a ese lugar por repetir tercer año en otro, por culpa de una sola materia previa de segundo, así que decidió pasar a un bachillerato pedagógico -donde esa materia no contaba- y terminó quinto año en una escuela media de Villa Domínico. Ahí conoció a su amigo Fernando, que tenía un programa de radio y enseguida se sumó, fue su primera experiencia con el micrófono y ya no quiso soltarlo. Sabía que lo suyo iba por la locución, preparó su ingreso a la carrera en el CoSal, pero no lo consiguió ni al primer intento, ni si,si, tampoco al segundo. Por entonces ya trabajaba en una agencia de viajes. De saco y corbata, cuenta que tenía 18 pero parecía de 12 años y pasaba por estudiante en los transportes públicos. Todos los días, después del trabajo, iba a una radio de Capital hasta la 1 de la madrugada. Aun con un horario laboral full time, grababa a la mañana un servicio informativo para radios del interior. Sabía que su constancia daría sus frutos, aprovechaba las herramientas que había adquirido en la carrera y esperaba su oportunidad para poder vivir de lo que le apasionaba. A principios del año 2000, era capaz de ir de Olivos a La Plata y cruzar a la madrugada Puente Pueyrredón para volver a su casa. Con ese ritmo acelerado, su familia le decía que frenara un poco. Mientras el país sufría la gran crisis de 2001, Juan Pablo había conseguido el trabajo ideal. Una cadena de supermercados promocionaba su “Julio Regalado” y él, entre otros locutores, tenían que hacer animación para promover la venta de ciertos productos. “Imagínate esto: julio regalado, yo regalaba”. Cumplía horarios aún más extenuantes que en la radio pero le gustaba lo que hacía y ganaba muy bien. Sentía que podía vender cualquier cosa si se lo proponía, desde tecnología hasta tortugas de peluche. Un fin de semana logró comprarse su primer auto, un Vivace usado, en buen estado. Después del disparo: un secuestro y otros eventos desafortunados Mil veces pensó en ese momento, en qué hubiera pasado si llegaba a otra hora o los ladrones elegían otra víctima. Su memoria vuelve al instante pero no hay enojo sino aceptación y agradecimiento por estar vivo.“A mi me dispararon en diciembre del 2002, cerca de las fiestas. El auto se lo llevaron y yo tirado en el piso, desangrándom

May 13, 2025 - 08:55
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Un disparo por la espalda lo dejó en silla de ruedas, transformó el dolor en fortaleza y hoy es comunicador y participó en El Eternauta

Esta nota comienza con un “Alerta Spoiler”. En caso de no haber visto El Eternauta, pueden pasar al segundo párrafo.

Un grupo de personas ha quedado atrapada en un tren bajo una nevada mortal. Todavía están vivos; tienen las ventanas cerradas, pero no pueden moverse. Más allá, los cuerpos de las personas, con ropa de verano, yacen inmóviles. Entonces se produce el encuentro con Ricardo Darín, en la piel de Juan Salvo. Los pasajeros del tren detenido le gritan que no los deje morir ahí. Un primer plano muestra a un hombre con anteojos, de cara consternada que parece suplicarle ayuda al Eternauta. El hombre sentado que aparece en pantalla unos segundos es nuestro protagonista: Juan Pablo Regalado.

Dos años atrás no tenía idea de que formaría parte de la adaptación en formato serie de la icónica historieta argentina, comandada por el director Bruno Stagnaro. Pero la propuesta le llegó por medio de la agencia en donde se había anotado. Buscaban a una persona en silla de ruedas y Juan Pablo cumplía con ese requisito. Todavía no sabe si hubo otros candidatos, pero él se ganó el papel. Aunque tenía que viajar a Córdoba por un compromiso manejó más de 700 km. hasta su casa, en zona sur, y de ahí a San Isidro y Villa Urquiza, cuando supo algunos datos de la producción entendió que se venía algo grande y él no se lo quería perder.

Luz, cámara, acción

“Recuerdo que hacemos la escena —porque era un bolo, no era extra— después el director Stagnaro, dice: bueno, quiero a Juan Pablo acá. Y en un momento tenía que mirar un punto en la cámara con gesto de preocupación, con toda la gente atrás. Hoy, digo: mirá, él quería ese plano”. Juan Pablo Regalado en medio de la filmación de El Eternauta

Juan Pablo Regalado, cara de adolescente eterno, tiene 48 años. Desde su casa en Avellaneda, cuenta que acaba de llegar de un evento y al día siguiente estará ocupado con trabajo y entrevistas. Un pollo se cocina a fuego lento, pollo que comerá después de medianoche. La primera observación es que su energía no parece agotarse.

Su bio de Instagram, @regaladojuanpablo, dice que es locutor, periodista, actor y usuario de silla de ruedas que habla sobre temas de accesibilidad. Está sorprendido por la repercusión que tiene en estos días un llamado que hizo como oyente al programa Vuelta y Media de Urbana Play, que se transformó en algo parecido a una entrevista. Los días de filmación sabían que había alguien en silla de ruedas y siempre había un productor con él, acá en maquillaje durante la filmación de una campaña.

El motivo es que su vida cambió el 16 de diciembre de 2002: durante el robo de su auto, le pegaron un tiro por la espalda. Antes del robo era una persona. Después se transformó en otra: alguien que supo procesar el dolor gracias a su resiliencia y a un optimismo inquebrantable.

Antes del disparo

Cursaba la escuela secundaria pero iba a ese lugar por repetir tercer año en otro, por culpa de una sola materia previa de segundo, así que decidió pasar a un bachillerato pedagógico -donde esa materia no contaba- y terminó quinto año en una escuela media de Villa Domínico. Ahí conoció a su amigo Fernando, que tenía un programa de radio y enseguida se sumó, fue su primera experiencia con el micrófono y ya no quiso soltarlo. De joven, cuando ni imaginaba qué le tocaría vivir

Sabía que lo suyo iba por la locución, preparó su ingreso a la carrera en el CoSal, pero no lo consiguió ni al primer intento, ni si,si, tampoco al segundo. Por entonces ya trabajaba en una agencia de viajes. De saco y corbata, cuenta que tenía 18 pero parecía de 12 años y pasaba por estudiante en los transportes públicos. Todos los días, después del trabajo, iba a una radio de Capital hasta la 1 de la madrugada. Aun con un horario laboral full time, grababa a la mañana un servicio informativo para radios del interior. Sabía que su constancia daría sus frutos, aprovechaba las herramientas que había adquirido en la carrera y esperaba su oportunidad para poder vivir de lo que le apasionaba. A principios del año 2000, era capaz de ir de Olivos a La Plata y cruzar a la madrugada Puente Pueyrredón para volver a su casa.

Con ese ritmo acelerado, su familia le decía que frenara un poco. Mientras el país sufría la gran crisis de 2001, Juan Pablo había conseguido el trabajo ideal. Una cadena de supermercados promocionaba su “Julio Regalado” y él, entre otros locutores, tenían que hacer animación para promover la venta de ciertos productos. “Imagínate esto: julio regalado, yo regalaba”. Cumplía horarios aún más extenuantes que en la radio pero le gustaba lo que hacía y ganaba muy bien. Sentía que podía vender cualquier cosa si se lo proponía, desde tecnología hasta tortugas de peluche. Un fin de semana logró comprarse su primer auto, un Vivace usado, en buen estado. Juan Pablo de vacaciones en Río de Janeiro.

Después del disparo: un secuestro y otros eventos desafortunados

Mil veces pensó en ese momento, en qué hubiera pasado si llegaba a otra hora o los ladrones elegían otra víctima. Su memoria vuelve al instante pero no hay enojo sino aceptación y agradecimiento por estar vivo.

“A mi me dispararon en diciembre del 2002, cerca de las fiestas. El auto se lo llevaron y yo tirado en el piso, desangrándome, le decía a mi familia: ‘vos llamá a tal, vos llamá al hospital, vos llamá a los bomberos”.

Entre 2002 y 2003 tuvo dos veces meningitis. “Estaba en esa época tan dolorido, me dolía todo tanto, que tenía bolsas de hielo en la cabeza para que no explotara. Fiebre total. No tenía tiempo de quejarme, de gritar o llorar. Ni siquiera de hablar. Como no quería sufrir, apenas comía o respiraba porque la inflamación no cedía”. No se resignó, ni siquiera cuando llegaba gente a saludarlo y él sabía que se estaban despidiendo. Tampoco se rindió mientras estaba internado. “Nunca, posta que nunca, pensé en morirme. Sí supe que me estaba muriendo, muchas veces”. Una vez soñó que le cerraban el ataúd, al mismo tiempo que le decían a su familia que no había mucho por hacer. “Yo me vi dentro del ataúd. Te puedo asegurar que me acuerdo hasta en el lugar del cementerio donde yo estaba. Veía que se cerraba y yo seguía golpeando”. No había estado en ese sector del cementerio de Avellaneda, pero sabía que su sueño era ahí.

A los dos años volvió a caminar y a trabajar con la locución en vivo. Tenía 28 años y quería disfrutar de la vida a fondo, se fue de viaje al sur. Pero en mayo de 2005 se habían puesto de moda los secuestros exprés, y él fue víctima de uno. Conservó la calma mientras vaciaban su cuenta en un cajero y se llevaban su auto, pero cuando lo llevaron hasta la Isla Maciel y lo obligaron a caminar de espaldas a un arma, otra vez pensó que estaba cerca del final. Cada vez que lo cuenta le preguntan: “¿qué hacés viviendo en Argentina?” Mientras varios de sus colegas emigraron, él eligió quedarse, en parte por sus amigos y familia, en parte por su trabajo y también por su amor al barrio que lo vio nacer.

En 2014 aparecieron secuelas. Fueron, en total, 32 operaciones de médula. Había entrado al hospital caminando con quien fuera su novia durante siete años. Pero a los meses, ella le dijo que se quería separar. Una chica que trabajaba en su sector, se interesó por ese tal Juan Pablo, por el que iban tantas personas a donar sangre. El escritor Hernán Casciari lo plasmó en un cuento, Cupido en hemoterapia. En una de las consultas, un neurocirujano se animó a darle el teléfono de ella para que estuvieran en contacto. La buscó en las redes, la llamó y al poco tiempo se pusieron de novios. El vínculo duró dos años.

Había vuelto a la silla, le costaba moverse solo, pero trataba de mirar lo positivo. En 2017 adaptó su auto para que todo fuera manual, al principio le costó volver a manejar y lo dejó abandonado durante seis meses. Luego tomó las riendas. “A partir de ahora me muevo solo y mi vida es 100% independiente”.Jugando Tenis de mesa

Etapa de superación

En plena rehabilitación una kinesióloga le dijo que era tiempo de dejar el sistema de salud y continuar con el deporte. Eligió tenis de mesa y empezó a ir al CENARD dos veces por semana. Entrenaba con los mismos preparadores de la selección argentina de tenis de mesa en silla de ruedas y se sentía mejor pero en tiempos de pandemia esos espacios se cerraron para los deportistas aficionados. Consiguió que le entregaran una handbike, (una bicicleta que podía controlar de forma manual) a través de su obra social y empezó a ir a la plaza a rodar. “Me acuerdo de que la primera carrera fue la San Silvestre, que es la del 31 de diciembre de 2021, y a partir de ahí empecé a correr, primero siete, después ocho, después diez km. Estoy en veintiuno, promedio”. Corrió en varias ciudades, la última fue Buenos Aires Run, que organizó la Unión Europea. Si viaja a otro lugar planifica sus actividades para que coincidan con alguna carrera. Y para facilitar su traslado, busca sponsors que quieran cooperar en su actividad. Su primera carrera fue la San Silvestre, pero habría muchas más, como la de la Unión Europea

De a poco se empezó a transformar en un referente, en un “influencer de accesibilidad”. Porque nadie mejor que un usuario de silla de ruedas para verificar si un lugar es apto para ellos. Suele ir en su auto a distintas localidades de Entre Ríos y La Pampa para dar charlas de concientización en empresas o municipios. Todo combina; la actividad artística con el deporte y el trabajo. Aunque a veces le gustaría vivir en un lugar más tranquilo, y no lo descarta, sabe que Dios y los médicos especialistas atienden en Buenos Aires.

Después de estudiar Comunicación con orientación en Periodismo, se le abrió un campo todavía más amplio. A sus charlas y su participación en campañas publicitarias, y a una incipiente carrera como actor, le suma la escritura en el portal de noticias DataBA, un taller de redacción periodística que dicta en la Universidad Nacional de Avellaneda, y otro de radio a distancia en Esteban Echeverría.

Una conversación con Sebastián Wainraich

La propuesta del programa Vuelta y Media era sencilla, ¿Cuál es el hit de tu vida? Juan Pablo llamó para hablar de su bolo en El Eternauta pero su apellido le llamó la atención al conductor y entró a su perfil de Instagram. Lo que había comenzado como una anécdota se profundizó en su experiencia con la silla de ruedas. Juan Pablo contó lo que implica ir a un espectáculo y tener que llegar una hora antes para transitar por lugares que no están adaptados, y describió paso a paso cómo hace para ir a entrenar a solo con su handbike a Palermo o Avellaneda. Después de ese llamado, su cuenta @regaladojuanpablo creció de 3 mil a 10 mil seguidores y continúa en aumento. En 2023, en San Martín de Los Andes, Juan Pablo no se priva de disfrutar de todo lo que le gusta, como acá de viaje.

El interés explotó en miles de mensajes e invitaciones a colaborar en charlas. “Está buenísimo que haya pasado ahí porque amplificás un montón, me escribió hasta gente de España. Muchos se sintieron cercanos, tienen un familiar con discapacidad o está en silla de ruedas”.

Tal vez sea una buena época para hacer una columna o programa sobre el tema, analiza. Y da algunos ejemplos, desde su perspectiva, de elementos de la ciudad que necesitan ser revisados: una rampa con un ángulo cerrado en el que no entra una silla de ruedas, una puerta de baño que solo abre hacia adentro —y que impediría salir en caso de accidente—, un único barral al costado del inodoro, que si no es móvil, no permite adaptarse a todos los casos de parálisis, o edificios históricos en los que no se puede modificar el ingreso, entonces la única entrada es por la cocina. Temas en los que puede contribuir una persona como él, en conjunción con el Estado y los privados.

Mientras planea un viaje de placer a Europa en octubre de este año y sueña con los vinos y quesos de Francia, este leonino incansable sigue buscando material para hacer contenidos, no solo desde la accesibilidad, sino también desde la cultura y el entretenimiento. Ya sea en un espectáculo del grupo De la Guarda o en una película como la de Bruno Stagnaro, disfruta de su trabajo. “En la película sabían que esos días había alguien en silla. Casi que tenía un productor siempre atento a mí para cuando llegaba o salía; si llovía me acercaba el piloto, o si hacía frío, las mantas”. Juan Pablo participa en varias campañas publicitarias, como en la foto; esa y otras incursiones en la ciudad le permiten vivir las dificultades y hablar para cooperar en un bien colectivo.

Tanto optimismo, asombra. “Mi ex a veces me decía que la agotaba y la enojaba tanto positivismo y es un poco eso. Aunque puedo tener mis días, ¿de qué te sirve que yo me queje?”. Encontró un sentido en su discapacidad —y pocas veces utiliza esta palabra—, el de poner su poder de observación y su experiencia de usuario para un bien colectivo. Así como en El Eternauta, que usan la frase popular de “nadie se salva solo”, su labor consiste en generar propuestas para que se hagan las mejoras necesarias que serán aprovechadas, y agradecidas, por muchas personas.