Trump da marcha atrás… ¿o está preparando su mayor golpe comercial hasta ahora?
El riesgo de un nuevo arancel sobre semiconductores, unido al ruido fiscal y a la tensión comercial persistente con China y Europa, sugiere que la calma podría ser tan solo aparente

Durante semanas, los mercados financieros han respondido con euforia a cada señal de desescalada en la guerra comercial iniciada por Donald Trump. Esta semana no ha sido diferente. La Bolsa ha reaccionado con subidas del S&P 500, el Nasdaq y el Dow Jones, tras el anuncio del acuerdo comercial entre Estados Unidos y el Reino Unido. Pero detrás del rebote hay más ansiedad que alivio. Y, sobre todo, muchas preguntas. ¿Estamos realmente ante una desescalada en la guerra comercial iniciada por Trump o simplemente ante una tregua estratégica antes de una nueva ofensiva?
Lo pactado con Reino Unido ha sido más simbólico que efectivo. Aunque se han eliminado algunos aranceles y se ha abierto acceso a ciertos productos, la base impositiva del 10% se mantiene y, según Macroyield, muchos de los aranceles más agresivos simplemente están “suspendidos temporalmente”. La renta variable ha reaccionado de forma positiva, sí, “pero podría estar descontando un escenario más optimista del que realmente se avecina”, explican. La lectura dominante es que el mercado tal vez esté subestimando la posibilidad de un nuevo golpe comercial, mucho más contundente.
El mercado de los semiconductores en el punto de mira
El verdadero foco de tensión no está en Londres, sino en el sector más estratégico de todos, el de los semiconductores. El Departamento de Comercio de Estados Unidos ha concluido el periodo de comentarios públicos para evaluar nuevos aranceles sobre este segmento, y todo indica que el anuncio podría ser inminente. La investigación se enmarca en la llamada Sección 232, que permite imponer restricciones comerciales en nombre de la seguridad nacional. A partir del 7 de mayo, ya no hay barreras legales para aplicar tarifas sobre importaciones clave procedentes de Corea del Sur y Taiwán, dos gigantes de la industria del chip.
Este es un movimiento que los mercados no están pasando por alto. En los últimos días, el won coreano y el dólar taiwanés han experimentado oscilaciones bruscas. Algunos analistas lo interpretan como una señal de que los inversores están ajustando sus posiciones ante la posibilidad de una nueva ronda arancelaria. Y no sería un movimiento menor. El sector tecnológico es el corazón del actual ciclo bursátil. Cualquier golpe podría cortar el pulso del mercado. Las acciones han tenido una de sus mejores rachas en décadas, pero parte del rebote se explica por falta de liquidez y por la expectativa de que lo peor ya ha pasado.
Trump sigue con el dedo sobre el botón
El presidente ha dejado fuera de la primera tanda de aranceles a productos clave como chips y medicamentos, pero ha advertido que solo era una pausa táctica. Fuentes cercanas al Departamento de Comercio han filtrado que ya se están redactando medidas sobre nuevos productos estratégicos como madera, cobre y componentes farmacéuticos. El riesgo, según varios economistas, es que se configure una guerra arancelaria sectorial y fragmentada que afecte de forma desigual, pero profunda, a industrias específicas.
Por si fuera poco, China mantiene una posición ambigua. Las recientes reuniones bilaterales en Suiza no han dado resultados claros. En paralelo, los datos de aduanas muestran que las exportaciones chinas a países como Vietnam y Tailandia se han disparado más de un 50% este año. Muchos expertos interpretan este aumento como una maniobra para eludir los aranceles estadounidenses mediante países intermediarios. La sensación es que Pekín no tiene prisa en ceder ni en cerrar acuerdos.
Por otro lado, nada indica que el presidente haya abandonado su estrategia de presión. De hecho, la Comisión Europea ha anunciado que prepara una denuncia formal ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por considerar ilegales los aranceles de Trump. Y mientras espera avances, la Unión Europea planea contraatacar con aranceles a productos estadounidenses valorados en hasta 100.000 millones de euros. Ursula von der Leyen ha asegurado que no se trata de una represalia sino de reequilibrar el sistema, aunque el tono general es de clara confrontación.
Y por si el contexto no fuese ya lo bastante volátil, el presidente coquetea ahora con otra bomba regulatoria: una subida de impuestos a los ricos y, por extensión, a las empresas organizadas como sociedades de traspaso. Más del 90% de las compañías estadounidenses están estructuradas de esta manera, según la Tax Foundation. Si se concreta, el impacto en beneficios y en el mercado bursátil podría ser relevante. Y aunque aún no hay consenso en el Congreso, hay senadores republicanos que ya han manifestado su disposición a apoyar la propuesta si Trump la impulsa.
En paralelo, Trump ha suavizado su discurso hacia la Reserva Federal. Después de años de críticas hacia Jerome Powell, ha evitado mencionar cualquier posible destitución. Eso no significa que haya cambiado de idea. Su equipo sigue presionando para que se reduzcan los tipos de interés, argumentando que el coste de financiar el déficit y sostener el crecimiento económico exige un alivio monetario. El mercado observa esta evolución con ambigüedad. Los titulares ofrecen algo de respiro, pero los detalles inquietan.
Las bolsas han reaccionado bien, pero hay una creciente sensación de que el rally bursátil descansa sobre una base poco sólida. El riesgo de un nuevo arancel sobre semiconductores, unido al ruido fiscal y a la tensión comercial persistente con China y Europa, sugiere que la calma podría ser tan solo aparente. Trump sigue con el dedo sobre el botón, y aún no está claro si su siguiente movimiento será moderado o explosivo.