Prueba piloto: así fue el primer día de la nueva secundaria en la ciudad
El programa se implementa en 33 escuelas seleccionadas; sin repitencia, aprendizaje por proyectos y cambios en las aulas, los principales puntos de la iniciativa
La campana sonó esta mañana en todos los secundarios porteños para marcar el inicio del ciclo lectivo. En cada colegio, los estudiantes ocuparon sus lugares, mientras los docentes se prepararon para una jornada que, en muchos casos, transcurrió con la rutina de todos los años. Pero en 33 colegios y escuelas, este 2025 representa un desafío particular: son los seleccionados para poner a prueba el modelo “Secundaria Aprende”, una propuesta que modifica la manera en que los alumnos cursan, aprenden y son evaluados.
Uno de esos colegios es Los Robles, ubicado en avenida Belgrano 1548, en el barrio de Monserrat. A las 7.50, los estudiantes comenzaron a llegar con mochilas al hombro, algunos lo hicieron corriendo para evitar la fila de entrada. En la escalera principal, el rector Juan Reinoso los esperaba con una sonrisa. A algunos los abrazaba, a otros les hizo bromas, mientras los de quinto año se quedaban afuera, todavía con la energía del Último Primer Día en el cuerpo. Su ingreso se daría después del discurso de bienvenida.
“Tienen 190 días por delante. Este 2025 va a ser un año espectacular en muchísimos sentidos”, expresó José Lucas Ordóñez, director general del colegio. Las palabras resonaban entre los alumnos formados en filas separadas, varones de un lado y mujeres del otro, mientras los docentes observaban desde el fondo. Cuando terminó el discurso, los cursos de primero a cuarto comenzaron a moverse hacia las aulas. El orden inicial dio paso a saludos efusivos, risas y pasos acelerados. Los de quinto, que esperaron afuera, ingresaron después del acto, tras recibir una charla motivacional del rector.
Para ellos, el inicio de clases no es solo el comienzo de un nuevo año escolar. Es la implementación de un sistema distinto, que desde hoy comienza a aplicarse en 33 colegios de la ciudad, 18 de gestión pública y 15 privados, elegidos voluntariamente para probar el nuevo esquema.
La decisión de aplicar este sistema no surgió de la nada. En diciembre pasado, los profesores comenzaron una capacitación en la Escuela de Maestros. Durante el verano, asistieron a encuentros en la Universidad Torcuato Di Tella para repensar la planificación de sus materias y adaptar la enseñanza a un esquema diferente. “Los profesores empezaron a capacitarse en diciembre. Estuvieron durante diciembre cinco o seis encuentros en la escuela de maestros”, explicó Victoria Chichizola Federik, directora académica del colegio. Y agregó: “Después completaron esa capacitación en febrero con dos encuentros más”.
La reorganización implicó mucho más que cambiar el contenido de las materias. El aula dejó de ser un espacio de enseñanza tradicional: las filas de bancos alineados al pizarrón desaparecieron y fueron reemplazadas por mesas grupales y pizarras móviles. La forma de evaluar también cambió. La repitencia ya no es automática y cada estudiante avanza según su propio ritmo. “Se trata de abordar los conocimientos desde una problemática y ver de qué manera ese conocimiento puede resolver ese problema″, detalló Chichizola Federik.
Los cambios fueron recibidos de distintas maneras por los docentes. Para algunos, el nuevo modelo significó un desafío interesante, una oportunidad para innovar en la enseñanza. Para otros, fue un golpe demasiado fuerte a sus hábitos pedagógicos. “Los que no comprendían presentaron su renuncia”, admitió la directora académica. “Es un cambio potente. Algunos lo recibieron bien, otros no lo aceptaron tan bien”.
La historia detrás de esta reforma comenzó años atrás. Reinoso, junto con otros directivos, realizó en 2018 un posgrado en la Universidad de San Andrés, den el que se analizaba la necesidad de modificar el sistema educativo, algo que ya se debatía en Barcelona y otras ciudades europeas.
“Ya veíamos que el sistema no daba para más. Estuvimos con 50 directores de todo el país durante todo ese año y ya se venía planteando qué cambios hacer”, recordó Reinoso en diálogo con LA NACION. “Nos trajeron profesores de Barcelona, nos explicaron cómo eran los cambios que se venían implementando allá, nos mostraron nuevas metodologías”.
Con ese conocimiento, Los Robles comenzó a trabajar en una transformación propia. Durante los siguientes años, se implementaron modificaciones dentro del colegio, se incorporaron nuevas dinámicas en las aulas y se probó la enseñanza por proyectos. Sin embargo, la pandemia de 2020 interrumpió el proceso y obligó a centrar los esfuerzos en la digitalización de contenidos.
En 2022, con la vuelta a la presencialidad, retomaron el proyecto con capacitaciones y ajustes en la planificación académica. Durante dos años, Los Robles contó con la formación exclusiva de una profesora que luego fue designada capacitadora del Ministerio de Educación. “Nos permitió no arrancar de cero”, explicó Reinoso.
Cuando el gobierno porteño anunció la creación del plan piloto “Secundaria Aprende”, la propuesta encajó de manera natural con la dirección que ya había tomado el colegio. “Nosotros ya veníamos con envión. Habíamos probado varias estrategias de innovación y este modelo terminó de cerrar perfecto para lo que veníamos trabajando”, señaló.
Los cambios que antes se implementaban a puertas cerradas dentro del colegio ahora contaban con un marco institucional que les daba respaldo. “Nos vino bárbaro, porque nos da la parte legal. Antes lo hacíamos porque creíamos que era lo mejor, ahora el sistema nos avala”, agregó.
Para Los Robles, “Secundaria Aprende” no representó una ruptura, sino una consolidación. El colegio ya había modificado la forma de enseñanza en algunas materias, reorganizado los espacios de aprendizaje y trabajado en nuevas dinámicas de evaluación. Ahora, el modelo piloto permitía llevar esos cambios a toda la secundaria.
Con el tiempo, los cambios se fueron consolidando dentro del colegio. Se reformaron espacios y se establecieron nuevos métodos de enseñanza. Uno de los mayores desafíos fue la reorganización de las materias en laboratorios y talleres. En el colegio, se creó el “Laboratorio de Ciencias Sociales”, un aula que se transformó completamente para adaptarse al nuevo modelo. “Tiramos abajo una pared, compramos puertas corredizas y ahí se trabaja justamente distintas materias de sociales”, contó.
El impacto del nuevo sistema en los estudiantes es una de las principales incógnitas. La secundaria seguirá organizada en años, pero la evaluación será diferente. Los alumnos ya no repetirán el año completo si desaprueban algunas materias. En cambio, avanzarán por niveles y recuperarán los contenidos durante la cursada. “Los chicos viven un constante cambio y modificación, entonces no les resulta tan raro”, observó Reinoso. Y completó: “Para ellos, lo importante es que las clases sean dinámicas, que no se sientan desconectados de lo que aprenden”.
La comunidad educativa recibió el proyecto con interés. En la reunión de padres, hubo preguntas sobre el boletín, el régimen de asistencia y las materias previas. “En general, la respuesta de los padres fue de confianza”, dijo Reinoso. “De hecho, tenemos récord histórico de alumnos en secundaria. Nunca antes tuvimos tantos adolescentes en el colegio”.
El modelo “Secundaria Aprende” no se limita a modificar la enseñanza. También busca cambiar la dinámica del aula, promoviendo la participación activa de los alumnos. Ya no se trata de memorizar información, sino de aplicar los conocimientos en la resolución de problemas concretos. En algunos cursos, los docentes unieron programas de historia y literatura para trabajar en conjunto. En otros, las herramientas digitales se convirtieron en aliadas de la planificación.
Ordóñez analizó el impacto del cambio y la importancia de esta transformación en la educación secundaria. “El diseño curricular de la educación secundaria de la República Argentina está agotado hace 20 años. Hoy el sistema es expulsivo y los que se reciben no lo hacen con las condiciones necesarias de lectura y escritura para afrontar un trabajo o estudios superiores. Cuando solo tres alumnos de cada diez de los que inician la secundaria terminan en tiempo y forma, y esos diez que ingresaron en primer grado no son los mismos que llegan a la secundaria, estamos ante un problema estructural. Es una gran estafa al estudiante argentino. Lo que estamos haciendo ahora es apostar a un cambio que puede marcar la diferencia”, sostuvo.
Y destacó la necesidad de otorgar mayor autonomía a los colegios para garantizar que los cambios sean sostenibles en el tiempo. “Si bien este cambio ocurre solo en la ciudad de Buenos Aires, la realidad de la educación media es muy diversa. Uno puede recorrer los barrios y notar las diferencias en los intereses de los estudiantes. Entonces, hay que romper ese molde tan rígido que tiene la educación media argentina, que durante años estuvo completamente dirigida a la universidad. El sistema necesita reformularse para adaptarse a lo que realmente necesita el estudiante de hoy. La clave para sostener esta transformación es la capacitación docente. Sin eso, no hay posibilidad de que esta reforma sea efectiva”, agregó.