Programa necesario: por qué el ajuste macroeconómico de Argentina merece un respaldo

El economista jefe del Instituto de Finanzas Internacionales, think tank de estrategia global de los principales referentes privados de la banca, elogió el plan del Gobierno a la vez que pautó los dos puntos críticos que deberán observarse.

Abr 21, 2025 - 02:16
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Programa necesario: por qué el ajuste macroeconómico de Argentina merece un respaldo

En un país acostumbrado a crisis recurrentes, inflación crónica y desequilibrios externos, no hay atajos. El nuevo programa económico impulsado por el gobierno argentino, con el respaldo financiero del FMI, marca un punto de inflexión.

Por primera vez en décadas, la Argentina encara una estrategia macroeconómica con rumbo claro, objetivos realistas y herramientas adecuadas. Y aunque los desafíos siguen siendo enormes, si el crecimiento económico y la estabilidad no se consolidan en los próximos años, no será por culpa de este programa, sino a pesar de él.

La eliminación del cepo cambiario, el fortalecimiento del balance del banco central, la adopción de un régimen de bandas de flotación y la implementación de una política monetaria sin emisión para financiar al fisco son

medidas que apuntan directamente a los males estructurales del país.

Aunque los desafíos siguen siendo enormes, si el crecimiento económico y la estabilidad no se consolidan en los próximos años, no será por culpa de este programa, sino a pesar de él.P

Por primera vez desde 2019, la economía argentina se libera de las distorsiones cambiarias más nocivas, permitiendo que se recupere la inversión, tanto extranjera como local, especialmente en sectores con gran potencial como energía y minería. 

A esto se suma un enfoque fiscal basado en el equilibrio presupuestario, eje central del programa desde el inicio de la gestión Milei. En vez de gastar lo que no se tiene, el Estado se ha enfocado en reducir gastos ineficientes, eliminar subsidios regresivos y poner fin al clientelismo. Al mismo tiempo, el Gobierno avanza decididamente en desarmar la maraña de regulaciones acumulada durante décadas que dificulta el accionar de empresas y familias.

El nuevo acuerdo con el FMI no impone un ajuste: acompaña un programa de estabilización diseñado localmente. Los desembolsos por más de u$s 15.000 millones este año brindan un colchón de liquidez que permite transitar el camino de la normalización sin sobresaltos.

Convivir con la mayor flexibilidad cambiaria será un aprendizaje para todos los argentinos luego de mucho tiempo de esquemas cambiarios rígidos.

Además, el programa plantea metas de acumulación de reservas y equilibrio primario mucho menos exigentes que las autoimpuestas por el propio Gobierno, lo que demuestra que, esta vez, el compromiso es genuino.

No todo está resuelto

Claro que no todo está resuelto. La Argentina sigue siendo vulnerable a cambios abruptos en las condiciones globales dado que recién comienza a recomponer sus reservas internacionales y a transitar el camino para acceder al crédito externo. 

También preocupa el riesgo de una apreciación excesiva del tipo de cambio real, producto del renovado optimismo financiero. Si el peso se fortalece demasiado, la cuenta corriente podría deteriorarse antes de que el superávit exportador del sector energético madure. Convivir con la mayor flexibilidad cambiaria será un aprendizaje para todos los argentinos luego de mucho tiempo de esquemas cambiarios rígidos.

Las elecciones legislativas de octubre serán clave: si el oficialismo logra capitalizar los logros de estabilización, se consolidará el rumbo. Pero si el descontento social generado por los costos del programa de estabilización se impone en las urnas, el peligro de un giro populista reaparecerá con fuerza

Sin embargo, el riesgo principal ya no es económico, sino político. Las elecciones legislativas de octubre serán clave: si el oficialismo logra capitalizar los logros de estabilización, se consolidará el rumbo. Pero si el descontento social generado por los costos del programa de estabilización se impone en las urnas, el peligro de un giro populista reaparecerá con fuerza.

En definitiva, el programa no es infalible, pero está bien diseñado, y su consistencia se valora especialmente en un año electoral clave para el Gobierno.

El rumbo actual tiene más chances de éxito que cualquier ensayo de los últimos veinte años. Si fracasa, no será porque el plan esté mal hecho, sino porque la política, una vez más, saboteó la economía. El tiempo para volver a creer es ahora.