Profesores quemados: "Hay una sobreprotección del alumno que deja al docente atado de pies y manos"
Según sindicatos educativos, los casos de faltas de respeto, agresiones y ciberacoso a profesores se han multiplicado.

Desde el estreno de la serie Adolescencia, ha saltado a la palestra de la conversación colectiva la pantanosa cotidianidad online en la que pueden chapotear los adolescentes. Un inmenso campo donde la desinformación y la hostilidad dan prioridad al deseo, sea este de rabia, enfado o justificación de la frustración, frente a la virtud. Y, más allá de los padres, ¿Quién mejor para medir la temperatura de este reaccionarismo juvenil que los profesores?
"No me he sentido acosado por los alumnos, aunque sí he visto a compañeras que lo han estado", asegura Ánjel María Fernández, profesor y escritor de la obra de no-ficción Había del verbo a ver: Diario del instituto (Pepitas de Calabaza). "En general, los chicos que acosan tienden a ser bastante cobardes: saben con quién meterse. Buscan debilidades. Y sí, siempre ha habido chicos problemáticos", incide María Fernández. "Desde tiempos antiguos, incluso Aristóteles lo decía, se ha criticado a la juventud por ser maleducada o rebelde. Pero ahora hay algo nuevo: las redes sociales, Internet".
Según sindicatos educativos, como la Anpe o el Csif, los casos de faltas de respeto, falsas acusaciones, agresiones, problemas para dar clase, acoso y ciberacoso se han multiplicado. El Informe anual del Servicio del Defensor del Profesor 2023-2024 ha marcado un récord histórico con 70 casos atendidos. Lo que supone un 40% más que en el curso anterior. ¿A qué se exponen hoy los docentes en las aulas españolas?
Si buscáramos el ejemplo extremo, un reciente episodio del programa de investigación Fuera de cobertura, con Alejandra Andrade, desvela los casos más fronterizos vividos en las aulas patrias. Vejaciones que van desde el encaramiento agresivo hasta el sillazo en la cabeza, y convierten las aulas en auténticos patios de presidio hollywoodiense. Tomar el extremo, sin embargo, como el todo, suele invitar al error.
Las redes sociales en el centro
Miguel Ángel González, profesor y presidente del área de educación del CSIF madrileño, tiene una teoría sobre este aumento en el escaso respeto del alumnado: "Los niños reciben móviles cada vez más jóvenes, y el mundo virtual ejerce una presión tremenda. Se crean realidades paralelas. TikTok, por ejemplo, está lleno de superficialidad. El problema es que los niños se crían en eso, y luego no aceptan la autoridad ni el esfuerzo. Dentro de 30 años quizá falten cirujanos, bomberos... Profesores ya faltan", asegura.
"Para nosotros, que conocimos el mundo antes de las redes, es un cambio enorme", destaca María Fernández. "Antes, el profesor era quien tenía el conocimiento. Era respetado por ello. Ahora, con la sobreinformación, ese rol ha perdido fuerza. Antes nos rebelábamos contra los mayores por ser mayores. Ahora nos rebelamos contra su saber. Es otro tipo de cuestionamiento", dice el escritor, antes de añadir: "Al principio, las redes permitían a la gente comportarse de forma distinta, como si llevaran una máscara. Creo que ahora esa actitud se traslada a la vida real. Los chicos se comportan cara a cara como lo harían detrás de una pantalla: sin filtros, sin caretas. Esa vida virtual se está trasladando a la realidad. Es un cambio generacional".
Hablando de saltos generacionales, ¿qué opinión tienen los docentes que, dada su juventud, se mueven con soltura en el cosmos digital? Profesores con la capacidad de alinearse, dentro de lo posible, con los nuevos mecanismos de sus alumnos. Luis Montero, joven profesor dedicado al área de matemáticas, economía y música, coincide en el diagnóstico de sus veteranos: "Las redes sociales complican mucho las cosas", afianza. "Los alumnos tienen grupos de WhatsApp y eso puede influir en lo que pasa en clase. Este año, por ejemplo, un alumno compartió stickers de fotos de compañeras tomadas en el aula. Este tipo de conflictos no es algo que nos toque gestionar como profesores, pero igualmente se nos pide estar al tanto de todo".
Del autoritarismo a la ludificación educativa
Pero, ¿qué hacer? ¿Cómo actuar siendo profesor? Se produce una indignación anfetamínica cuando un profesor se propasa, nada más sea en tono, con el alumnado. Da igual lo mucho que este haya apedreado su paciencia durante meses. O lo haya, poco a poco, empujado a la desesperación. El efecto en los colegiales no es el mismo. A los estudiantes se les da cuartelillo, incluso a insulto o amenaza pasada.
"Hemos pendulado de un extremo al otro", afirma el profesor María Fernández. "De una educación autoritaria, franquista, de ‘la letra con sangre entra’, hemos pasado a una educación donde lo lúdico predomina. No sabemos cómo captar su atención, así que tratamos de entretenerlos. Y eso baja el nivel. Queremos acercarnos tanto a ellos que dejamos de proporcionar lo esencial: conocimiento".
Para González, del CSIF, esta tensión jerárquica responde a una pluralidad de factores catalizándose entre sí: "Antes siempre había un profesor más quemado, pero ahora hay una tormenta perfecta", destaca. "La heterogeneidad cultural es enorme, la burocracia nos quita tiempo, y el respaldo institucional es prácticamente nulo. Hay una sobreprotección del alumno que deja al profesor atado de pies y manos. No puede actuar, y si lo intenta se expone a problemas con los padres".
La responsabilidad paterna
Siempre se ha dicho que a la escuela se debe ir educado de casa. No obstante, según relatan estos profesionales el precepto rara vez se cumple ya. "Es una gran contradicción", dice María Fernández. "Los padres pasan poco tiempo con los hijos, y luego intentan compensar sobreprotegiéndolos. Les dan todo. Y eso debilita la autoridad. Es como si los adultos hubieran desertado de su rol. Se pregunta demasiado a los niños qué quieren hacer, en lugar de ejercer el rol adulto de guiar y decidir".
Porque, no olvidemos, que a pesar de ser ‘niños’ o ‘jóvenes’, sus habilidades para el boicot son vastas. Y sin una coerción adecuada, el ingenio puede ser peligroso: "Tuvimos un problema con un profesor que entró en el baño de las chicas, dado que se estaban produciendo gritos dentro", relata el joven profesor Luis Montero. "Las alumnas lo llamaron pedófilo. El comentario saltó a redes. La dirección y algunos padres se enteraron, y casi supone un problema muy serio para él", confiesa el joven profesor, recalcando que hoy existen muchas formas de violencia contra el profesorado.
"A lo sumo, una expulsión", afirma Miguel Ángel González al ser preguntado por las posibles consecuencias de estos fronterizos actos pueriles. "Pero no hay coerción real. Nadie aprende. Incluso hay padres que refuerzan a sus hijos cuando desobedecen al profesor. Eso no puede ser".
Una interpretación de la actualidad que Montero comparte: "Las presiones de los padres en el colegio son un problema. Un caso concreto fue el de un alumno autista que suspendió varias asignaturas, y su madre, abogada, presionó a todos los profesores para que lo aprobaran. Hay padres que defienden a sus hijos incluso cuando mienten o son agresivos. Los docentes necesitamos que confíen en nuestro criterio, porque en el aula estamos solos", concluye.
Más recursos, respeto al docente y comunicación fluida
Preguntados los profesores por las posibles soluciones del cisma, la paleta es variada, pero compartida: "Hay que escuchar más a los profesores", incide el escritor María Fernández. "Si para aulas complicadas hay dos profesores, en vez de uno, cambia todo". Una percepción absolutamente compartida por el presidente madrileño de educación del CSIF: "Todo está relacionado con las deficientes condiciones laborales. Muchos docentes tienen jornadas con muchas horas lectivas. Están desprotegidos, no tienen margen ni tiempo ni apoyo. Ni siquiera pueden ir al baño con tranquilidad. La Administración se limita a lo mínimo: pagar sueldos, contratar sustitutos... y ni siquiera eso lo hacen bien últimamente".
"Estamos mal pagados", prosigue Miguel Ángel González, "desmoralizados y con aulas cada vez más difíciles de gestionar. El informe de la UNESCO lo deja claro: en especialidades como matemáticas o informática, donde hay otras salidas laborales, hay pocas vocaciones docentes". Yendo a actos concretos, González añade la importancia de desarrollar: "Campañas serias de concienciación, limitaciones a ciertas redes sociales, y sobre todo, un refuerzo de la figura del docente como autoridad. Pero si en casa no hay normas, estamos igual".
Por esto último, Luis Montero pone la puntilla en una línea fluida de respeto y comunicación entre las aulas y el hogar. "Padres y profesores deben estar alineados en la educación. La comunicación es clave. Las conductas inadecuadas deben tener consecuencias claras, como afectar la nota, realizar trabajos comunitarios o perder privilegios. Así, los alumnos aprenden que sus acciones tienen consecuencias", finaliza.
Quizás como coletilla convenga recordar que esa comunicación entre padres y profesores debe extenderse a los alumnos. En un modelo hiperactivo como el presente, donde las constantes distracciones han mutilado el ritual humanizador de la conversación, los jóvenes, seres en barbecho, pueden sentirse solos. Un punto crítico, pues la soledad indeseada tiende a convertirse en el etanol que prende bajo la llama -natural por otro lado- de la frustración. Algo que, sin duda, acaba por estallar en las aulas, afectando a los profesores en la onda expansiva resultante.
REPORTAJES QUE TE PUEDEN INTERESAR:
Si quieres contactar con 20minutos, realizar alguna denuncia o tienes alguna historia que quieres que contemos, escribe a actualidad@20minutos.es. También puedes suscribirte a las newsletters de 20minutos para recibir cada día las noticias más destacadas o la edición impresa.